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jueves, 19 de abril de 2012

1ª PARTE, CAP. 17 de “BARCELONA, 30 AÑOS DE CORRUPCIÓN”, ed. 2006, Consorcio de la Zona Franca, Piqué Advocats Associats, 1975-1984

Rafael del Barco Carreras

Barcelona 19-04-2012. A pesar de su siempre inminente traslado y derribo, La Modelo sigue en pie. Aunque aquella de los primeros 80, surgida del franquismo y de unos motines a finales de los 70, que endurecieron la vida interna a límites de tercer mundo, es difícil de imaginar, o ni creer las barbaridades que albergó. Y si se añade la masificación, hasta 2.600 presos, con unas 500 celdas útiles,  sin apenas servicios básicos, y escasos funcionarios, la convivencia se conseguía de “milagro” y la muy especial dirección de un tal Camacho. La 5ª Galería muy convincente y disuasiva, el terror en estado puro. Y si de los grilletes en las paredes se pasaba al Palomar, departamento de “psiquiatría”  en enfermería, con vacías y “acolchadas” celdas… el infierno de Dante. ¡En plena Democracia!



Cap. 17 Facturas y recibos firmados en blanco por los
proveedores. Caso Seguros Sociales. Pérez Victoria.
Los Jodorovich.
pag. 83





PRIMERA PARTE
Consorcio de la Zona Franca
Piqué Advocats Associats
1975-1984

17

En las navidades del 81 la adaptación a la vida interna se rodeaba de una serie de lujos inimaginables para la mayoría de reclusos. “Entre cancelas”, olvidando el trabajo, gozábamos una tranquilidad envidiable comparada con el interior. Ana traía la compra de la plaza, cocinada por un experto cocinero de Gerona, y según la guardia comía conmigo, y luego a buscar un rincón. Un año y medio creaba veteranía, y la amistad de Pilar Pato seguridad.

El primer día de sentarme en una mesa con máquina de escribir, similar a la del Banco Comercial Transatlántico copiando letras en el 57, se me presentó con toda su crudeza la realidad de los chascarrillos interiores sobre los administradores y la comida, con granja de cerdos incluida. En un viejo armario secreter de madera, alineadas en dos estanterías se mostraban sin recato las facturas y recibos de los habituales proveedores firmados en blanco. La primera vez rellenándolas con números y conceptos de unas cuadrillas cuadradas por Don Daniel y el señor Navarro, sin descubrir en mi rostro admiración alguna, Don Daniel se justificó con “así facilitamos los cuadres por el follón que representa tanto movimiento”. Claro, y con sonrisa beatífica. Les importaba un carajo la opinión de un preso que catalogado de “listo” sabría lo conveniente. Callar, y obedecer. Manteniendo las distancias, y sin bajar la guardia, a ciertas horas del día aquello se parecía al Banco Comercial y sus alemanes directivos que no eran mancos en cuanto a explotar a sus empleados, y por 432 pesetas al mes.

Allí cuadraba todo y cada dos meses se enviaban a Madrid las inmaculadas cuentas. La primera vez pensé si nadie dudaría de unas facturas y recibos de diferentes proveedores confeccionados con la misma máquina. ¡Que ingenuidad, Madrid!, allí también cuadraba todo, lo viví en los seis años asistiendo cada mes a la junta de la Unión Nacional de Cooperativas de Crédito. Las cuentas bimensuales, otra pesadilla, horas, días de máquina, cuadres. Don Daniel no se retenía y convencido de mis conocimientos contables me pasaba los libros oficiales, sellados como los de cualquier empresa seria.

Aparte de los números cuadrados existían unos que no cuadrarían en la mente de ningún contable. “Peculio”, la cuenta de cada preso, donde ingresaban los familiares, o se abonaba de talleres, con tope semanal a entregar de unos miles de pesetas, sumaba por los veinte millones mensuales, significando el consumo en los economatos unos diez millones. Flotaban diez millones mensuales, consumidos, por deducción, en droga. Excluyendo a través del grosor de los muros la mercancía entraba por todos los posibles sistemas. Al pié de la letra la lección aprendida el primer día, marginándose del tráfico, y del consumo, los problemas de convivencia se rebajaban a casi su desaparición. Solo casi. Presenciar transacciones, o simple tenencia, sin consecuencias, me convirtió en un “tío de confianza”.

Otro descuadre. El número de internos de los tres recuentos diarios no cuadraba con el del registro de entradas y salidas. Ocho de diferencia por entonces. Mi conclusión, en alguna de las varias fugas se cuadraría la diferencia, y puede provocadas.

Cada mañana Pilar se tomaba su cafelito. La primera y única mujer por entonces en La Modelo traspasando la segunda cancela, rodeada de funcionarios de las oficinas, pisando fuerte, canturreando “Amor de hombre”, su preferida. Me saludaba y subía a su despacho junto al pasillo del locutorio de “Jueces”. Y allí había dos “destinos”, envidiados. Ordenanza de la oficina de Doña Pilar. Un trabajo comodísimo, fregar pasillo y salas e ir a buscar a diario los cuatro o cinco presos a entrevistar por la “Criminóloga”. Un chollo superior al de “patio exterior”. Un objetivo a conseguir tan pronto las plazas libres. Y al poco me propondría el traslado de la sexta galería a la séptima, un pequeño reducto restaurado aparte del cuerpo principal de la prisión.

El retraso en las entregas de dinero por las letras de Charly Max me preocupaba. De tener la mínima dignidad el tal Eduardo Soler Fisas, ante la evidente desesperación y hastío de su cliente, arrastrando un año y pico de cárcel, le hubiera informado del tipo de personaje del “abogado jefe”, su estafa en Textiles Bertrand, y lo más significativo, que ya de por sí le “recusaba”, ser abogado también de la parte contraría a través del Noticiero Universal, el práctico órgano del partido que gobernaba el Consorcio de la Zona Franca a través del Delegado del Estado, Carlos Güell de Senmenat.

Durante tres años, todos los casos económicos sin excepción salieron en libertad con fianza, y se alargaron los juicios años y décadas. Por entonces entraron no menos de cuarenta empresarios acusados con un gestor, Vicens Cardellach, de documentar el pago de los seguros sociales con falsificaciones, los formularios de liquidación con sellos de la propia Caja de la Seguridad Social. En el Hotel Ritz con una deuda de 80 millones se negoció, pero el 10% pedido, 8 millones, tampoco encajaba. Los miles de millones incontables, y en definitiva se resumió a cuarenta empresarios y el llamado “cerebro”, el Gestor Cardellach, unos meses en prisión. Algunos de peso, Almirall, o el gerente de Punto Blanco, cuñado de Eduardo Soler Fisas. Le pasé consuelo y puros de parte de su abogado y familiar. Pero su estancia tan breve como largo el tiempo hasta el juicio, entrados los 90, con condenas tan cortas que todos se libraron de nueva cárcel. Un buen bufete el de Pascual, y el de Piqué defendiendo a Agustí Montal, ex presidente del Barsa, Juncadella, consejero del Banco Garriga, íntimo de Javier de la Rosa, o los hermanos Puigneró, sin entrar en prisión, y así sesenta de los cien denunciados. Un misterio el baremo utilizado por la Justicia para unos encarcelados, y otros no, con el mismo delito. El ex secretario Antonio Piñol escenifica en su libro la posible corrupción. Con el defendido “cerebro” Cardellach asegura una excelente amistad y asociación, demostrada en la celebración del 40 aniversario, el 2 de abril de 1998, del Colegio de Graduados Sociales de Cataluña, cuya presidencia ostentaba el condenado desde el 82. Viendo en televisión al mayor de los Fernández Díaz, entonces Inspector de Trabajo, le recuerdo visitando a alguien de los encarcelados. Aquellas libertades afectaban mi estado de ánimo. Los abogados de mis compañeros, el célebre Octavio Pérez Vitoria, por Bruna, y Federico de Valenciano por Serena, tampoco mostraban demasiadas habilidades, aunque Pérez Victoria, consiguiera, para el clan Jodorovich, las libertades con tanta velocidad como sus caídas, con atracos, armas, drogas.


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