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martes, 17 de abril de 2012

1ª PARTE, CAP. 15 de “BARCELONA, 30 AÑOS DE CORRUPCIÓN”, ed. 2006, Consorcio de la Zona Franca, Piqué Advocats Associats, 1975-1984

Rafael  del Barco Carreras

Barcelona 17-04-2012. Estos días leyendo sobre las subastas para adjudicar una caja o banco, ahora CatalunyaCaixa y Banco de Valencia, recordar aquellas fusiones bancarias de los años 70 donde entrabas en el Banco de España y salías fusionado… despierta la nostalgia del pasado… aunque cárcel y documentos bancarios… ennegrecen los recuerdos.



 Cap. 15 Bar Modelo. Pilar y Tina. Departamento Técnico.
Economatos y suministros. Banco Central. Copisa.
Alegre.
pag. 78



PRIMERA PARTE
Consorcio de la Zona Franca
Piqué Advocats Associats
1975-1984


15


Ana desde el bar Modelo se abrió camino hasta un “vis a vis”, sin el libro de familia, y las comunicaciones en el locutorio llamado de “jueces”, sin jamás un juez de visita. Al corriente de los rumores ciudadanos, y los avances para procurarme el mejor pasar posible. La miseria dominaba el entorno de La Modelo y las invitaciones abrían puertas. Lograr la amistad con la célebre en el sector, Pilar Pato, una filigrana más allá de las invitaciones. Tina y Pilar, uña y carne. Las facturas pagadas en el bar señalaban las posibilidades de la familia, y los cartones de bingo permitían largas conversaciones entre partidas. La Jefe del Departamento Técnico, letrada, o así firmaba, disponía de la llave de la cárcel una vez juzgado, y puntal para una mejor vida en el interior. Ella, con un funcionario de ayudante, ejercía de lo que en el futuro serían equipos de sicólogos, letrados, criminólogos, educadores, o asistentes sociales. La dueña absoluta de clasificaciones, permisos y tercer grado. Tendría unos treinta y cinco años, y tres o cuatro en La Modelo, llegada de Alcalá y Yeserías.

El primer salto cualitativo, de gran empaque, espectacular, de golpe, a un año de “tirado en la galería”, se me abre la primera cancela y sustituyo a un abogado, Juan, en la oficina del Economato Central. Papeles, muchos, demasiados, nunca había trabajado tanto, y servicio de economato a los funcionarios, café y ventas, hasta añadir un ayudante. Don Daniel, y el señor Navarro, jubilados, y Don Jesús, aún en activo, formaban el equipo de funcionarios de “Economatos y suministros”. Otro año. Desde la perspectiva de puto preso, sin más opción que la asquerosa celda o al patio de tierra, a una oficina, un avance inimaginable. No pasaría un mes para concienciarme que la gran suerte se convertía en una trampa mortal. Parecido a la esclavitud.

Pedir un destino tras la segunda o tercera cancela, el patio exterior, exclusivísimo para ya juzgados y de absoluta confianza, con condenas cortas, un imposible. La gracia de Ana mitigaba mis quejas, y además entraba casi como Pedro por su casa. Un valioso matiz. Sin embargo mi amigo Serena conseguía el patio exterior. Le costó ceder un hermoso apartamento en el edificio Atalaya, regar a diestro y siniestro y vender algún coche a “precio de amigo, muy amigo”.

Una llamada a la rotonda del Centro. Un extraño milagro, parte de mis antiguas luchas, ¡solucionadas!, o así me lo decían los escritos que el Banco Central traía a firmar. El Banco Central me comunicaba, y si yo estaba conforme firmaría, que entre el banco y el “grupo Del Barco” no existían saldos ni positivos ni negativos. Al notario le extrañó tanto como a mí, la norma requerirles para notificaciones, primer peldaño del reclamo ejecutivo judicial, pero en este único caso se le comunicaba al deudor que por las urbanizaciones y letras devueltas de compradores de pisos no debía nada. Ni dudé la firma ni me detuve a pensar en tamaña sandez. Unos centenares de millones desaparecidos. Ni siquiera se cargarían a “Pérdidas y ganancias”, mis sociedades no debían nada.

Pasarían años que un vecino arquitecto, quien diseñó los almacenes más caros de Barcelona para el Consorcio, diez por uno de coste, me contara que los construyó COPISA, Constructora Pirenaica SA, del Grupo FECSA, con Juan Alegre Marcet de presidente todopoderoso, abogado del Estado, íntimo de Antonio, y por vinculación al Banco Central, éste aparecería acreedor por 2.000 millones en el Consorcio. ¿En el revuelo de saldos cargaría los míos al Consorcio? Pudiera, asustados por alguna irregularidad, o cobros en negro para reparto entre ejecutivos, recompusieran los terrenos en Pineda y San Andrés de la Barca entregados por mí hacía cinco años cancelando otras cuentas provenientes de la fusión de la cooperativa de crédito con Caja Ibérica, absorbida a su vez por el Banco Central en el 75. Quinientos millones de la Caja General de Crédito Sociedad Cooperativa, fusionados en 12.000 millones de la Caja Ibérica, y de ésta al Banco Central, que en su guerra con el Banco Español de Crédito por la cabecera del escalafón bancario atribuía a éxito de sus ejecutivos unas fusiones dirigidas desde el Banco de España


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