Rafael del Barco Carreras
Barcelona 17-05-2012. Ayer, en mi cita con la Justicia por la atraviliaria denuncia de la policía autonómica, en los pasillos del Juzgado de Instrucción n. 23 un abogado me preguntaba cuando acabaría mi blog LA GRAN CORRUPCIÓN o mis escritos denuncia. Le hubiera contestado cuando acabaran los lectores, para mi suerte cientos de miles (hoy la red social Bottup sumaba 965.215 lecturas en mis escritos)... pero puesto que el tema de la conversación más que en el blog se centraba en sus muy célebres abogados (las entradas en PIQUÉ VIDAL no menguan) ya condenados, costesté que cuando procesaran a NARCÍS SERRA, a suponer defendido por sus ilegales escuchas desde el Rey para abajo, con ascendencia hasta el 23-F... sonrieron. Los varios oyentes letrados debieron pensar en los Molinos de Viento...
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TERCERA PARTE
Luis Pascual Estevill
Juan Piqué Vidal
Jordi Pujol
1995-2005
Los personajes colaboradores surgen a través de los lustros, y lustrosos. Si los abogados brillaban, los jueces no andaban mancos. La primera o única noticia del piso del instructor Miranda de Dios la leí en El Triangle, con su ataque de dignidad, o amenaza por poner en duda su honorabilidad y sus cuarenta años de “total entrega a la Justicia”. No rebosaba el vaso la noticia del piso, nada me extrañaba. Alguna porquería habría de por medio porque aquel juez, negándose a lo mostrado con el dedo, o le guiaba otro dedo, o paraba la mano. ¡Y del Opus!. El piso, como lo de Soler Fisas y Ruiz Pena, tiene raíces. Una segunda parte sería la escritura de compra en el 2003. Y antes, su vecino, piso propiedad de la hija de Piqué Vidal, el magistrado Fernando Pérez Máiquez preside la Sala que prescribe los delitos en cuanto a Antonio de la Rosa Vázquez.
Me subía por las paredes,
esperaba que el muerto resucitara, pero no después de exonerado. Habían pasado
quince años y sin encomendarse a Dios ni al Diablo la Sala prescribe a la
presentación de un escrito del hijo, Antonio, el abogado del Ayuntamiento.
Aplicar la imaginación hasta es ofensivo. La situación de Javier arde por los
cuatro costados y necesita cubrir el flanco del padre que aun prescrito
provocaría aludes de prensa, y Del Barco surgiría de los infiernos acusando. En
“busca y captura” el posible enmerdador, un escrito dirigido a la Sala presidida
por el inquilino magistrado que se convertirá en propietario, cubrirá toda
contingencia, y sin posible recurso. El fiscal se queja. Poca queja, la fiscalía
tiene más armas que la simple queja.
La jurisprudencia del Tribunal
Supremo deja sin lugar a dudas la prescripción después de definirse el delito, o
sea, presentado el fugado y declarado el delito. En una de tantas sentencias al
tratar de prescripción dice; “La estimación por un tribunal de estar prescrito
el delito solo es razonable y lógicamente admisible después de verificar y
declarar la realidad del delito, de suerte que la estimación de la prescripción
no puede servir de excusa para la falta de pronunciamiento sobre la previa
realidad del delito cometido”. ¿Cómo prescriben los delitos que no se han
juzgado o pronunciado?. ¿Y si ni siquiera lo cometió él o no solamente él?.
Pequeñeces, la Sala es soberana, y los fiscales se callan. A nadie le agrada
menear un caso oliendo a mierda. Los otros dos magistrados firmantes de la
prescripción, Fernando Valle Esques, y Jesús M. Barrientos Pacho, no eran
inquilinos de Piqué Vidal.
El inquilino no le preguntaría al
presentador del escrito para qué necesitaba un muerto un auto de prescripción.
Su excelencia no leería los periódicos. Ignoraría que el infarto de miocardio
del padre del hombre más célebre entonces de la ciudad, y en la judicatura, se
anunció a bombo y platillo. Ignorante el presidente de la Sala, y su entorno, no
menos de veinte personas. Antonio viviría tan tranquilo unos años acudiendo a
misa a San Gregorio Traumaturgo. No conocía a nadie, o eso me pareció. La cabeza
le caía, contrahecho. La vida le concedía prórroga, pero las secuelas del
alcohol con la artritis no perdonan.
El periodista Victor Saura, del
Triangle, en su extenso artículo sobre los pisos y los magistrados, cita un
reportaje de Intervíu donde localizan la vida en Panamá de Antonio con
documentación falsa. Leí el artículo. La revista por excelencia de escándalos,
amarillos, negros o de destape, nunca publicó absolutamente nada referente a
Antonio. Las relaciones de Asencio, grupo Z, con Javier habían cambiado de tono
por la inversión en Bamsa de unos cientos de millones, que el financiero
pretendía compensar por servicios prestados tiempo atrás, causa de la
distribución de mi novela. Divergencias sobre los mutuos favores por los 80,
¿qué más importante, callarse lo realmente sucedido en el Consorcio acabando con
el joven financiero o conceder un crédito de 400 millones indispensable para
salir de la imprenta Intervíu?.
Al leer el artículo le supuse
alguna malicia. O Asencio pretendía un golpe bajo a Javier, o tan sibilinos
personajes montaban alguna estrategia. Señalar Panamá, residiendo en Barcelona,
antes de la prescripción judicial, una entelequia. El hombre, visto en la puerta
de San Gregorio Traumaturgo, muy anciano, encogido su esqueleto por la artrosis,
no correspondía a las fotos en Intervíu sobre Panamá con la estampa de los 62
años, corpulento, grasoso pero tieso, cuando le conocí. Que en sus viajes
recalara en Panamá, Uruguay o Vancoubert, puede, pero cerca de los ochenta años
sufriendo un proceso degenerativo, viviendo solo, imposible.
Realidad o ficción, lo de la
documentación falsa, unida a la del hijo, hace pensar que padre e hijo se la
agenciaron por entonces por si debían huir juntos.
1997 cerraba con esa prescripción
toda veleidad sobre el Caso Consorcio, pero su recuerdo provocaba escozores en
gente principal, y para mí jamás prescribiría. Podían aflorar pisos, y cuentas
en Suiza.
Un día por Internet
documentándome sobre “los pisos”, y de paso sobre “sus señorías”, me tropecé con
que Miranda de Dios asesoraba a sus camaradas, “hermanos”, o “primos”, del Opus
Dei del Colegio o Universidad Abad Oliva. Una pena, donde estudiaron la segunda
enseñanza mis hijas, metido en las guerras internas eclesiales contratando en
sus cuitas al magistrado retirado Miranda de Dios. La dirección personalista de
Traiter tendría detractores pero los excelentes saldos bancarios de la
institución, y su indiscutible presencia en la selecta Barcelona, atraerían
otras ambiciones que la de mejorar su enseñanza, con guardias de seguridad
levantando de sus asientos a los del Consejo anterior. Allí, o en la asociación
presidida por su hijo Ezequiel Miranda Gómez-Rico, “Profesionales por la Ética”,
negaría que a su competencia llegara ningún caso del Bufete Piqué Vidal. ¿Sería
verdad su convencimiento sobre Piqué Vidal, el hombre del maletín, un santo
varón, un honorable profesional?. Si lo era, ¡pobres de los condenados por su
íntima convicción!, de lo contrario, ¡así me fue a mí!. Y son más de tres las
casualidades en torno a Miranda de Dios y Piqué Vidal, sin contar su exculpación
a Pujol. Por lo visto las “intimas convicciones” andaban un tanto alborotadas
porque las asociaciones de jueces a las que pertenecen Miranda de Dios y Máiquez
“ponían la mano en el fuego” por la indiscutible honorabilidad de los dos.
¡Arreglados vamos los justiciables!.
En su mentalidad que un abogado,
entregado a la Justicia, y conocida su afición a los favores y prebendas, les
proporcionara un piso a un precio de menos de la mitad de alquiler de otro con
la mitad de metros cuadrados, precisamente yo vivía a una manzana en Provenza
175, escrito en mi DNI, ¡pues bueno!, una deferencia. Un favor de buen
samaritano. Y si en el 2003 se compra por 40 millones en efectivo y se anuncia
su venta por 130 millones, ¡pues otra deferencia!. ¿O la deferencia a la
inversa?. Los procesos contra Piqué, sabidos por Miranda de Dios, pudieran
afectar a su patrimonio o de su familia. El levantamiento de bienes barajado por
la revista El Triangle. ¿Y me iba a callar yo en el 2005, a los veinticinco años
del Caso Consorcio, ante la fachada leyendo el cartel de venta, y pregunto a la
portera?. No me callé, y espero problemas.
En mis muchas conversaciones con
Victor Saura, pasados los años, me pedía alguna fotografía, al aire de la
publicada cuando “lo de los pisos”. Una de las tantas ante Franco. Un grupo de
“autoridades” ante el Generalísimo por los 70, leyéndole las excelencias del
Consorcio de la Zona Franca. Reconozco a Bruna y a Antonio, la fotografía
correspondería a la primera etapa de Bruna en el Consorcio, los demás me sonaban
de la vieja prensa franquista, sin recordar nombres. “¿No tienes una parecida
donde estés tú?”. El joven ya maduro no tenía ni idea. De los pocos de una
generación posterior, conociendo el caso por tratado en su publicación iniciada
en el 90, yo era uno de “aquellos”. Otra desilusión añadida a la de las orgías
donde coincidían todos los periodistas y publicaciones citándome “de pasada y
relleno”. “La única con Antonio de la Rosa, en el crucero por la Costa Azul, y
contra toda lógica anterior, ocultando a sus novias, compró unas cámaras
gastando varios carretes”. Ninguna probaría las cacareadas orgías, pero las
utilizaría dando cuerpo a su versión. Argucias. En Madrid pedía una factura de
su estancia al Hotel Miguel Ángel, sin utilizarlo. No lo entendí, pues si como
decía las utilizaba para engañar a su mujer, su vecino de apartamento Carlos, su
hijo, en mi orden de valores no debía ser un buen encubridor.
A la cuarta o quinta conversación
con Saura, cruzándole la casualidad viejos conocidos relacionados con mi
familia, infancia y juventud, socios en la cooperativa de crédito, o empleados
míos, me creía. En su concepto, de franquista a ganster, evolución dentro de
unos parámetros aceptables, me situaría en un arrastrado por las circunstancias.
Y de añadido, Saura, en el
artículo de “los pisos”, comentaba sobre la colaboración del juez Adolfo
Fernández Oubiña en el Bufete Piqué Vidal. En una fe de erratas sibilina
puntualizaba que donde escribió que trabajó “al” bufete de Piqué Vidal debería
decir “per al”. El magistrado insistió que su trabajo consistía en asesoramiento
“puntual”.¿¿??. La primera vez que un medio de comunicación publicaba el
entronque de otro juez del Caso Consorcio con el Bufete Piqué Vidal. Aún no
había leído yo, ni Saura, la denuncia del 91, donde se le hace por los primeros
setenta en franca unión y reunión con Piqué Vidal y De la Rosa. Asomado por las
televisiones, intentando ser un juez estrella, y permanente tertuliano con Del
Olmo, trato con guante de seda, sin preguntas indiscretas. Un juego con dos
barajas, la coraza de los medios de comunicación y la de Juez. Una fórmula
repetida. Los requerimientos y pretensiones a sus colegas producirían la
incomodidad de su potencia mediática, y su cargo, respeto en los medios. Un
sibilino terror. Ni el Consorcio ni Piqué Vidal existían en su faceta de gran
comentarista sobre temas judiciales. Le recuerdo, por la televisión en mi celda,
en un programa sobre el cumplimiento de penas, casos de reincidencia, las
drogas, con otra de los contertulios la jueza Remei Bona, entonces de Vigilancia
Penitenciaria, la de mis permisos y “las estanterías del caso Estevill”. ¡Se me
caía la vergüenza... al suelo!. ¡Els cullons a terra!, decíamos en mi querido
barrio, Nuestra Señora del Coll. Otro sátrapa revestido de humanitario “juez
estrella”.
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