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jueves, 17 de mayo de 2012

3ª PARTE, CAP. 6 de “BARCELONA, 30 AÑOS DE CORRUPCIÓN”, ed. 2006. LUIS PASCUAL ESTEVILL, JUAN PIQUÉ VIDAL, JORDI PUJOL, 1995-2005

Rafael del Barco Carreras

 

Barcelona 17-05-2012. Ayer,  en mi cita con la Justicia por la atraviliaria denuncia de la policía autonómica, en los pasillos del Juzgado de Instrucción n. 23 un abogado me preguntaba cuando acabaría mi blog LA GRAN CORRUPCIÓN o mis escritos denuncia. Le hubiera contestado cuando acabaran los lectores, para mi suerte cientos de miles (hoy la red social Bottup sumaba 965.215 lecturas en mis escritos)... pero puesto que el tema de la conversación más que en el blog se centraba en sus muy célebres abogados (las entradas en PIQUÉ VIDAL no menguan)  ya condenados, costesté que cuando procesaran a NARCÍS SERRA, a suponer defendido por sus ilegales escuchas desde el Rey para abajo, con ascendencia hasta el 23-F... sonrieron. Los varios oyentes letrados debieron pensar en los Molinos de Viento... 

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TERCERA PARTE
Luis Pascual Estevill
Juan Piqué Vidal
Jordi Pujol
1995-2005













  • 6



    Los personajes colaboradores surgen a través de los lustros, y lustrosos. Si los abogados brillaban, los jueces no andaban mancos. La primera o única noticia del piso del instructor Miranda de Dios la leí en El Triangle, con su ataque de dignidad, o amenaza por poner en duda su honorabilidad y sus cuarenta años de “total entrega a la Justicia”. No rebosaba el vaso la noticia del piso, nada me extrañaba. Alguna porquería habría de por medio porque aquel juez, negándose a lo mostrado con el dedo, o le guiaba otro dedo, o paraba la mano. ¡Y del Opus!. El piso, como lo de Soler Fisas y Ruiz Pena, tiene raíces. Una segunda parte sería la escritura de compra en el 2003. Y antes, su vecino, piso propiedad de la hija de Piqué Vidal, el magistrado Fernando Pérez Máiquez preside la Sala que prescribe los delitos en cuanto a Antonio de la Rosa Vázquez.
    Me subía por las paredes, esperaba que el muerto resucitara, pero no después de exonerado. Habían pasado quince años y sin encomendarse a Dios ni al Diablo la Sala prescribe a la presentación de un escrito del hijo, Antonio, el abogado del Ayuntamiento. Aplicar la imaginación hasta es ofensivo. La situación de Javier arde por los cuatro costados y necesita cubrir el flanco del padre que aun prescrito provocaría aludes de prensa, y Del Barco surgiría de los infiernos acusando. En “busca y captura” el posible enmerdador, un escrito dirigido a la Sala presidida por el inquilino magistrado que se convertirá en propietario, cubrirá toda contingencia, y sin posible recurso. El fiscal se queja. Poca queja, la fiscalía tiene más armas que la simple queja.
    La jurisprudencia del Tribunal Supremo deja sin lugar a dudas la prescripción después de definirse el delito, o sea, presentado el fugado y declarado el delito. En una de tantas sentencias al tratar de prescripción dice; “La estimación por un tribunal de estar prescrito el delito solo es razonable y lógicamente admisible después de verificar y declarar la realidad del delito, de suerte que la estimación de la prescripción no puede servir de excusa para la falta de pronunciamiento sobre la previa realidad del delito cometido”. ¿Cómo prescriben los delitos que no se han juzgado o pronunciado?. ¿Y si ni siquiera lo cometió él o no solamente él?. Pequeñeces, la Sala es soberana, y los fiscales se callan. A nadie le agrada menear un caso oliendo a mierda. Los otros dos magistrados firmantes de la prescripción, Fernando Valle Esques, y Jesús M. Barrientos Pacho, no eran inquilinos de Piqué Vidal.
    El inquilino no le preguntaría al presentador del escrito para qué necesitaba un muerto un auto de prescripción. Su excelencia no leería los periódicos. Ignoraría que el infarto de miocardio del padre del hombre más célebre entonces de la ciudad, y en la judicatura, se anunció a bombo y platillo. Ignorante el presidente de la Sala, y su entorno, no menos de veinte personas. Antonio viviría tan tranquilo unos años acudiendo a misa a San Gregorio Traumaturgo. No conocía a nadie, o eso me pareció. La cabeza le caía, contrahecho. La vida le concedía prórroga, pero las secuelas del alcohol con la artritis no perdonan.
    El periodista Victor Saura, del Triangle, en su extenso artículo sobre los pisos y los magistrados, cita un reportaje de Intervíu donde localizan la vida en Panamá de Antonio con documentación falsa. Leí el artículo. La revista por excelencia de escándalos, amarillos, negros o de destape, nunca publicó absolutamente nada referente a Antonio. Las relaciones de Asencio, grupo Z, con Javier habían cambiado de tono por la inversión en Bamsa de unos cientos de millones, que el financiero pretendía compensar por servicios prestados tiempo atrás, causa de la distribución de mi novela. Divergencias sobre los mutuos favores por los 80, ¿qué más importante, callarse lo realmente sucedido en el Consorcio acabando con el joven financiero o conceder un crédito de 400 millones indispensable para salir de la imprenta Intervíu?.
    Al leer el artículo le supuse alguna malicia. O Asencio pretendía un golpe bajo a Javier, o tan sibilinos personajes montaban alguna estrategia. Señalar Panamá, residiendo en Barcelona, antes de la prescripción judicial, una entelequia. El hombre, visto en la puerta de San Gregorio Traumaturgo, muy anciano, encogido su esqueleto por la artrosis, no correspondía a las fotos en Intervíu sobre Panamá con la estampa de los 62 años, corpulento, grasoso pero tieso, cuando le conocí. Que en sus viajes recalara en Panamá, Uruguay o Vancoubert, puede, pero cerca de los ochenta años sufriendo un proceso degenerativo, viviendo solo, imposible.
    Realidad o ficción, lo de la documentación falsa, unida a la del hijo, hace pensar que padre e hijo se la agenciaron por entonces por si debían huir juntos.
    1997 cerraba con esa prescripción toda veleidad sobre el Caso Consorcio, pero su recuerdo provocaba escozores en gente principal, y para mí jamás prescribiría. Podían aflorar pisos, y cuentas en Suiza.
    Un día por Internet documentándome sobre “los pisos”, y de paso sobre “sus señorías”, me tropecé con que Miranda de Dios asesoraba a sus camaradas, “hermanos”, o “primos”, del Opus Dei del Colegio o Universidad Abad Oliva. Una pena, donde estudiaron la segunda enseñanza mis hijas, metido en las guerras internas eclesiales contratando en sus cuitas al magistrado retirado Miranda de Dios. La dirección personalista de Traiter tendría detractores pero los excelentes saldos bancarios de la institución, y su indiscutible presencia en la selecta Barcelona, atraerían otras ambiciones que la de mejorar su enseñanza, con guardias de seguridad levantando de sus asientos a los del Consejo anterior. Allí, o en la asociación presidida por su hijo Ezequiel Miranda Gómez-Rico, “Profesionales por la Ética”, negaría que a su competencia llegara ningún caso del Bufete Piqué Vidal. ¿Sería verdad su convencimiento sobre Piqué Vidal, el hombre del maletín, un santo varón, un honorable profesional?. Si lo era, ¡pobres de los condenados por su íntima convicción!, de lo contrario, ¡así me fue a mí!. Y son más de tres las casualidades en torno a Miranda de Dios y Piqué Vidal, sin contar su exculpación a Pujol. Por lo visto las “intimas convicciones” andaban un tanto alborotadas porque las asociaciones de jueces a las que pertenecen Miranda de Dios y Máiquez “ponían la mano en el fuego” por la indiscutible honorabilidad de los dos. ¡Arreglados vamos los justiciables!.
    En su mentalidad que un abogado, entregado a la Justicia, y conocida su afición a los favores y prebendas, les proporcionara un piso a un precio de menos de la mitad de alquiler de otro con la mitad de metros cuadrados, precisamente yo vivía a una manzana en Provenza 175, escrito en mi DNI, ¡pues bueno!, una deferencia. Un favor de buen samaritano. Y si en el 2003 se compra por 40 millones en efectivo y se anuncia su venta por 130 millones, ¡pues otra deferencia!. ¿O la deferencia a la inversa?. Los procesos contra Piqué, sabidos por Miranda de Dios, pudieran afectar a su patrimonio o de su familia. El levantamiento de bienes barajado por la revista El Triangle. ¿Y me iba a callar yo en el 2005, a los veinticinco años del Caso Consorcio, ante la fachada leyendo el cartel de venta, y pregunto a la portera?. No me callé, y espero problemas.
    En mis muchas conversaciones con Victor Saura, pasados los años, me pedía alguna fotografía, al aire de la publicada cuando “lo de los pisos”. Una de las tantas ante Franco. Un grupo de “autoridades” ante el Generalísimo por los 70, leyéndole las excelencias del Consorcio de la Zona Franca. Reconozco a Bruna y a Antonio, la fotografía correspondería a la primera etapa de Bruna en el Consorcio, los demás me sonaban de la vieja prensa franquista, sin recordar nombres. “¿No tienes una parecida donde estés tú?”. El joven ya maduro no tenía ni idea. De los pocos de una generación posterior, conociendo el caso por tratado en su publicación iniciada en el 90, yo era uno de “aquellos”. Otra desilusión añadida a la de las orgías donde coincidían todos los periodistas y publicaciones citándome “de pasada y relleno”. “La única con Antonio de la Rosa, en el crucero por la Costa Azul, y contra toda lógica anterior, ocultando a sus novias, compró unas cámaras gastando varios carretes”. Ninguna probaría las cacareadas orgías, pero las utilizaría dando cuerpo a su versión. Argucias. En Madrid pedía una factura de su estancia al Hotel Miguel Ángel, sin utilizarlo. No lo entendí, pues si como decía las utilizaba para engañar a su mujer, su vecino de apartamento Carlos, su hijo, en mi orden de valores no debía ser un buen encubridor.
    A la cuarta o quinta conversación con Saura, cruzándole la casualidad viejos conocidos relacionados con mi familia, infancia y juventud, socios en la cooperativa de crédito, o empleados míos, me creía. En su concepto, de franquista a ganster, evolución dentro de unos parámetros aceptables, me situaría en un arrastrado por las circunstancias.
    Y de añadido, Saura, en el artículo de “los pisos”, comentaba sobre la colaboración del juez Adolfo Fernández Oubiña en el Bufete Piqué Vidal. En una fe de erratas sibilina puntualizaba que donde escribió que trabajó “al” bufete de Piqué Vidal debería decir “per al”. El magistrado insistió que su trabajo consistía en asesoramiento “puntual”.¿¿??. La primera vez que un medio de comunicación publicaba el entronque de otro juez del Caso Consorcio con el Bufete Piqué Vidal. Aún no había leído yo, ni Saura, la denuncia del 91, donde se le hace por los primeros setenta en franca unión y reunión con Piqué Vidal y De la Rosa. Asomado por las televisiones, intentando ser un juez estrella, y permanente tertuliano con Del Olmo, trato con guante de seda, sin preguntas indiscretas. Un juego con dos barajas, la coraza de los medios de comunicación y la de Juez. Una fórmula repetida. Los requerimientos y pretensiones a sus colegas producirían la incomodidad de su potencia mediática, y su cargo, respeto en los medios. Un sibilino terror. Ni el Consorcio ni Piqué Vidal existían en su faceta de gran comentarista sobre temas judiciales. Le recuerdo, por la televisión en mi celda, en un programa sobre el cumplimiento de penas, casos de reincidencia, las drogas, con otra de los contertulios la jueza Remei Bona, entonces de Vigilancia Penitenciaria, la de mis permisos y “las estanterías del caso Estevill”. ¡Se me caía la vergüenza... al suelo!. ¡Els cullons a terra!, decíamos en mi querido barrio, Nuestra Señora del Coll. Otro sátrapa revestido de humanitario “juez estrella”.

     




















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