FEBRERO 2011, LAS CRISIS ÁRABE Y ESPAÑOLA.

Rafael del Barco Carreras

Barcelona 28-02-2011. Un mes inquietante. Presenciar por espectador la crisis árabe, cuando se ha conocido y tratado a tantos, o incluso nos envuelven por mayoritarios en algunos barrios y pueblos, no puede dejar indiferente a nadie. Y con más prejuicios negativos que imparcialidad.

Sin ánimo de dogmatizar diría que el espectáculo de infinitas horas de Tele no ha creado más que indiferentes espectadores. Otro programa televisivo. Primero, porque los problemas en la llamada Democracia Española son tan inmediatos y graves, planteando un futuro descorazonador e inquietante, y segundo, porque aun quienes se implican desde su sillón se muestran escépticos a que en ningún país árabe se implante una Democracia. El nuevo dictador hará bueno al anterior.

Es pues un espectáculo televisivo de relleno, de distracción, una cortina de humo a añadir a tantas que nos distraen de los problemas inmediatos. En esas encuestas priorizando las inquietudes de los españoles, en ninguna aparece el futuro de países tan cercanos como Marruecos Argelia o Libia, que tanto pueden alterar nuestra propia existencia (petróleo y gas) y que tanto la alteraron en el pasado, como España y Europa la suya. Mi padre y sus cuatro hermanos fueron a la Guerra de África, de Marruecos o del Rif, desde 1924 al 27. Mi abuela buscó el cadáver de un hijo entre miles de muertos sin enterrar. No es Historia, son aun conversaciones de familia, de familias tan víctimas como el enemigo invadido. Y reafirmando mi escepticismo recuerdo a mi padre contando su evasión de las columnas del Ejército, llamado republicano o rojo, según quien lo cite, de retirada a Francia, y la odisea hasta Manresa donde mi madre trabajaba en la cocina de la Pirelli.

Quizá lo único positivo sea que esas “revoluciones” no se presentan ni de lejos tan sangrientas como tantas otras del pasado o presente. A recordar los varios genocidios africanos, del sureste asiático, o la próxima ex Yugoeslavia. Unos tanques disparando directamente a las multitudes al estilo de aquellas descargas de fusilería en las revoluciones francesa o rusa, por el momento no se dan ni en Gadafi. Se diría que el Poder tiene miedo de su propia fuerza. La disuasión del terrible armamento de última generación afecta hasta a los dictadores que se empeñan en almacenarlo. Por desgracia será verdad que el armamento atómico ha salvado más vidas de las que ha destruido… pero ¡cuidado! cualquier loco puede darle al botón.

Las masas son hasta simpáticas tirando piedras o reclamando pacíficamente sus indiscutibles derechos (nos sentimos formar parte de esas manifestaciones) pero muy inquietantes cuando aparecen encabezadas por gente armada con las más sofisticadas ametralladoras o jugando con los tanques capturados.

A mi, y supongo a mis conciudadanos, durante este mes me ha preocupado mucho más, por lo que afecta a mi vida, la evolución de la Política catalana y española que arrastradas por la Crisis están mostrando el esqueleto de una sociedad carcomida por la Gran Corrupción. A mis comprometidos y partidistas o subvencionados comentaristas ya no les cabe aquello de que “piensa el ladrón…”. En este último año se han materializado en sumarios todas las formas posibles para robar desde el Poder, sin distinción de derechas e izquierdas, de protagonistas e inculpados los más inmediatos colaboradores de nuestros llamados líderes, y por unas cifras tan alucinantes, siendo las descubiertas solo la punta del iceberg, que se entiende a la perfección el estado de Crisis desde el 2008 y su futuro endémico durante las próximas décadas.

España no es un país empobrecido por un Régimen como lo pudo ser la Alemania del Este, donde abocando millones se recupera el tiempo perdido, o eso nos cuentan… España es un país desarrollado succionado por la corrupción de su clase dirigente, que deberá cambiar estructuras y sistema si pretende que el dinero masivo que recibe de Europa no enmascare esa corrupción repintando quiebras, engorde la economía sumergida, o las particulares cuentas en paraísos fiscales.