Rafael del Barco Carreras
Por las dificultades de CENSURA virtual, encubierta, sin necesidad de Ministerio de Cultura ni mucho menos JUZGADO, convirtiendo la web donde descargué el libro del título en “de difícil acceso”, aunque posible después de limpiezas y recomposiciones, pero como aun aparece en GOOGLE el “este sitio puede dañar su ordenador”, y coincidiendo con el JUICIO A LA CORRRUPCIÓN EN LA DELEGACIÓN DE HACIENDA DE BARCELONA, descargaré por partes la totalidad en www.lagrancorrupcion.blogspot.com
Suponiendo que los virus y advertencias sobre lo dañino de mi web continuarán, esparciré por INTERNET lo editado en www.lagrancorrupcion.com
ÍNDICE, PRÓLOGO, Y PRIMERA PARTE HASTA CAPÍTULO 15.
Continuará.
PRÓLOGO
Barcelona supera con mucho los escándalos tan de moda. Marbella, Seseña, Mallorca, Canarias, etc., etc. o la enorme corrupción que ha construido toda la costa del Levante o el centro Español. La perversión en mayúscula se inicia con Mateu, primer alcalde franquista, discípulo de Cambó (la apertura de Via Layetana), Foronda (compañía de Tranvías y la Exposición del 29 en Monjuich), o el cachondo alcalde Pich y Pon que para compensar las finanzas municipales propuso vender los parterres centrales de la Gran Vía. Y en el Ayuntamiento, y en otras actividades de la gran ciudad, se incrusta Ramón Serrano Suñer, cuñado de Franco y gran ideólogo del Régimen, desterrado de Madrid, no por su admiración a Hitler y Musolini, sino por poner cuernos a su mujer la hermana de Carmen Polo, esposa de Franco, y con hija negada, al estilo de la crema de la alta sociedad, con los años musa y secretaria de Adolfo Suárez. Sus ciento y un año de vida y el control absoluto de la información, propietario de Radio Miramar, hará que su nombre se diluya, pero en la memoria de los barceloneses quedará impresa la célebre y omnipresente FOMENTO DE OBRAS Y CONSTRUCCIONES SA, por promotora y constructora de todas las obras de la ciudad, o la FECSA, también creación propia y omnipresente. Nombres más recordados que los de los alcaldes de Barcelona y funcionarios que multiplicarían con la constructora y “servicios” su entonces magra asignación oficial. En 1939 se inicia la Gran Corrupción, la base para entender lo sucedido estos últimos 30 años.
Si los personajes de estas historias no se hubieran labrado la popularidad a base de cifras y delitos disparatados, mi opinión no tendría objeto, nadie me creería. Me inicié en ella como víctima, y escribí a todos los periódicos de ámbito nacional, con el más olímpico desprecio por contestación. Un presidiario.
De la Rosa, compró a todo el arco ideológico político y periodístico con fuerza en la ciudad, comportando que no se pueda publicar nada fuera de lo “oficialmente” impuesto. Prensa y políticos, comprados, y delinquiendo. Y yo condenado por “encubrimiento”. Javier es un paradigma, ni mucho menos el único, simplemente una exageración, un disparate fruto de la especial ciudad.
Ni de lejos me he propuesto ni biografías ni estudios de ningún tipo, a lo sumo un listado en el tiempo de lo publicado y descubierto revelándome mis desventuras a partir de 1980.
Pido disculpas por repeticiones y saltos entre fechas debidos a mi estado de ánimo, o partir de cierto conocimiento por parte del lector ya que puntualizar conllevaría editar una enciclopedia, rogando paciencia por mi falta de profesionalidad en el oficio de escribir, que ni de lejos he aprendido. Por lo demás podría el interesado ampliar con otras lecturas, que aun erróneas por dirigidas, le ayudarían a completar el panorama barcelonés durante estos años.
Figúrese el lector, Fomento o Adigsa, la del Carmelo, presupuestando con infinidad de cláusulas que le permiten toda suma y dentellada a la primera cifra, después se desglosa en una o dos superconstructoras, que trabajan con cuatro o cinco conocidos y amigos constructores, que a la vez subcontratan por especialidades, multiplicándose entre decenas de “autónomos” (hasta el perro del vigilante nocturno es autónomo). Y a la mitad de la pirámide los presupuestos no cubren para pagar impuestos y menos seguros sociales, o a proveedores de materiales (a veces en el impago radica la ganancia), y se entra en la solución de la quiebra y aparcar la “sociedad” en un administrador ful, ilocalizable, o con DNI falso.
El reparto no se acaba con los subcontratos, cada certificación de obra, con pago directo, muy diferido, de la Administración, o el pagaré de la promotora o constructora, inicia otro calvario, con varias astillas, y “financieras” de por medio.
Y Maragall, ¡se necesita “cara”!, acusa en el Parlament a los de CIU de un 3%, y uno de los desgraciados insolventes de la cuerda denuncia en Fiscalía que pagó en negro un 20%. No pasa nada. El único problema es que la rueda se detenga, como sucede por el cambio de alcalde y las disputadas elecciones a la Generalitat.
La Gran Corrupción forma parte del paisaje barcelonés como el mar, la Sierra de Collcerola, Monjuich, sus graciosas Ramblas, y el excelente clima mediterráneo, que con Gaudí han trasformado la ciudad en turística y de “servicios”, y sus antiguas fábricas en apartamentos “carísimos”, o curiosas chimeneas monumentales.
Diciembre del 2006
PRIMERA PARTE
Consorcio de la Zona Franca
Piqué Advocats Associats
1975-1984
1
La entidad constituida por la expropiación a agricultores de Hospitalet y del Prat de los mejores terrenos cercanos a Barcelona en el año 26, para la pública función de “puerto franco”, es decir, una zona donde el paso o transformación de mercancías para reexportar o comercializar en el país, libres de impuestos en esa fase y sector, fórmula funcionando en conglomerados industriales o grandes puertos, no actuó nunca de real zona ni puerto franco, y se transformó por obra y gracia del franquismo en la mayor urbanización industrial de España. El ente, propietario de los terrenos, los alquilaba, cedía espacio para el puerto y aeropuerto, o para jugar al golf y disfrute de uno de los clubs más elitistas, el Club de Golf del Prat, donde Antonio de la Rosa le daba asiduamente a la pelotita. Un concentrado de “alta clase”, completado con el Círculo Ecuestre, Círculo del Liceo, o el Tenis Barcelona. De las 1.100 hectáreas expropiadas pertenecen en la actualidad al Consorcio 720. Y no contentos con transgredir la Ley, y el convenio de expropiación, obligando devolver los terrenos al mismo precio de no ser utilizados para el exacto objeto de la expropiación, el engendro que administraría la Zona Franca se convierte en un gran propietario inmobiliario repartiendo sus rentas (por Ley a ingresar a las arcas públicas y municipales) entre sus directivos y estructura, que bajo la batuta de Antonio de la Rosa Vázquez, abogado del Estado con plaza en Hacienda, con el cargo de secretario del comité rector, supera la astronómica nómina de 270 empleados. ¡Para 180 recibos mensuales!. Todos, sin excepción, familiares y amigos, con además amigos y familiares de amigos, que por casualidad corresponden a la flor y nata de los cargos ciudadanos del Régimen y presencia en el Comité Ejecutivo y la Asamblea. Sin olvidar los negocietes privados de venta de áridos de sus playas anexas o el más negro de los tráficos del contrabando. ¡Para eso se despojó a los agricultores!.
Y si hasta, pongamos el 75, muerte del Dictador, el chollo tenía sus límites tradicionales con los usos del Régimen (lo mínimo para el Estado y el grueso para los bolsillos privados), permitiendo a Antonio comprar los mejores coches de la ciudad con un fajo de billetes (o asociarse con un pequeño vendedor de automóviles usados convirtiéndole en grande). Y sin descuidar su otra fuente de financiación, Hacienda, que para un abogado del Estado, corrupto, sería importante. A partir del primer pago a los vendedores de los terrenos de Montornés para construir el complejo CITA, un centro de transporte de mercancías en el Vallés, evitando el paso de camiones por Barcelona y erradicar las agencias y almacenes del Pueblo Nuevo, deviene el mayor desfalco, conocido, de dinero público en la ciudad.
Fecha 17.11.75, con un volante de régimen interno se paga el primer plazo de pesetas 16.451.700.61 de un total de 258.351.755.75 a Francisca Esteve Triadó, o el mismo día 25.384.706.38 de un total de 387.524.612,63 a Francisca Gambús Ramón... alcanzando entre reales y nombres inventados 2.585.189.130.63 pesetas. Dicho y repetido, y en un caso confesado ante el juez, no recibieron esas astronómicas cifras, disparatadas entonces para terrenos rústicos, pero pagadas por el Consorcio. Fecha clave para Javier de la Rosa Martí, 17-11-75, tres días antes de la muerte del Dictador, adorado por la saga de los De la Rosa, distinguida con cruces al mérito militar y anexos cargos. Puestos a falsear, la fecha, la primera. Los talones se extendieron el mismo día de la muerte de Franco, pero como en una macabra escena de corrompidos asesinos nazis, por respeto al de cuerpo presente capo supremo, se libraron con fecha de tres días antes. Reconstruidas las operaciones de compra de terrenos (aún hoy día se podría preguntar a un famoso corredor de fincas de Granollers y a abogados en Barcelona), nos encontraríamos que se les citaba en Rambla Cataluña, y un abogadillo iniciaba amenazando con un proceso de expropiación, blandiendo el expediente de la Diputación, de tembleque para los propietarios, recordando las de la fatídica autopista vecina.
Tras la amenaza de la “expropiación” se ofrecía elevar el precio de 400.000 o 500.000 pesetas por hectárea de rústico, cotización de entonces, en aras a la rapidez y buena disposición de la Administración. Valor real rústico, 40 millones, y para su recalificación y compensaciones territoriales, argumentaban, se elevaba el importe en contrato recibiendo algo menos. Las leyes sobre el suelo y urbanizaciones del 75 complicaban la urbanización. De ahí a descripciones falsas de casas, cosechas y aperos, o falsificarse la firma del vendedor, y ya de paso inventarse vendedores, los 2.500 millones, proceso lógico. En el mismo listado de vendedores reales, con reinventado contrato, aparecen en papel pautado del ordenador del Consorcio, entregado al juzgado, compras y documentos interiores de pago con nombres falsos. Sería la primera vez, ¿?, y no será la última, Javier de la Rosa Martí repetirá el sistema en cada una de las empresas administradas o dominadas. Y otro milagro administrativo, el Consorcio, Ente Público, durante cinco años no escritura ante notario, y nadie de sus infinitos directivos reclama, y los payeses siembran y cosechan.
Un mordisco paralelo, dos almacenes en la Zona Franca, contabilizados en unos 600 y 700 millones de pesetas. Descubierta la capacidad crediticia del Ente propietario de los terrenos industriales más valiosos de España, encaja el total de los diez mil millones con el gran éxito financiero de un veinteañero, Javier de la Rosa Martí, que despedido de su primer empleo en el Banco Pastor de La Coruña, por unos impagados, aterriza en el Banco Garriga Nogués, filial del Banco Español de Crédito, enchufe paterno, en una etapa mortecina, la gran crisis financiera iniciada en el 73, con el dinero interbancario en el 40 y 50%. Para el primer grupo bancario y empresarial de España tener en plantilla al hijo de Antonio de la Rosa, abogado del Estado, hombre de máxima confianza del Delegado de Hacienda de Barcelona, Eduardo Ossorio Infante (Vocal honorario del Consorcio en el 77), y después del sustituto José María Roig Gironella, único cargo destituido por el escándalo, todo un lujo.
Con el papelito de la Diputación (presidida por Samarach) aprobando el CITA (Centro Integrado de Transportes y Aduanas en el Vallés), la propiedad de los terrenos del Prat, y el pago en negro de 600.000.000, la CAIXA, lidera la emisión de Obligaciones Hipotecarias por 5.000 millones de pesetas. Discutible la fórmula jurídica por lo que de suelo público tuvieran los terrenos expropiados, pero las garantías, el reparto en negro, y los solicitantes lo merecían. Lejos aun cuando la gran entidad de ahorros catalana, con total adhesión popular desde que salvó los ahorros de sus impositores antes, en y después de la Guerra Civil (o eso cuentan ellos), la preside Samaranch, con dirección general de José Vilarasau Salat (ex alto cargo del Régimen, por lo tanto impuesto por Madrid), y sus segundos, Fainé, iniciado en el oficio en Banca Catalana, y Brufau, hombre de Arthur Andersen en España (la auditora desmantelada desde EEUU por connivencia y pactos con las firmas auditadas). Imposible más experiencia en pasteleos, subterfugios, censuras de cuentas corruptas, y mentalidad “especial”. Incorporado a la Caixa, Vilarasau, ofrecerá más crédito al Consorcio.
Alguien señalaría a las docenas de profesionales contratados por el Consorcio de ejecutores materiales y documentales del estropicio. Ahora sabemos que Javier coge las riendas del proyecto para descargar al padre, de camino a los sesenta, con ganas de vivir la “dolce vita”, y jugar al golf. Se crea un grupo instalado en Rambla Cataluña, cerca de la Ramblas, Banco Garriga Nogués, para el día a día de las compras reales y su transformación a 2.500 millones. Y sitúa a su hermano Fernando de la Rosa, recién licenciado en ingeniería, en la Jefatura Técnica del Consorcio, y a su hermana Pilar de secretaria de Dirección, completando la estructura interna afín a la familia.
Los políticos se adhieren a la vida de Javier cuando ya sus cuentas en el extranjero andan repletas, creado lo que la publicidad anunciaba, BGN Internacional, y el Banco Garriga Nogués se expande de unos dos mil millones de pasivo a decenas de miles, y le nombran Vicepresidente con plenos poderes. El dinero le sale por las orejas y una pléyade de desastrosos negocios y negociantes con capacidad de quebrar cualquier empresa se arremolina, y encima se crean y nombran presidenciables a la Generalitat, diputados y, por lo tanto, se financian partidos, o más bien partidas. Y eso son los de la UCD, Unión de Centro Democrático, y AP, Alianza Popular, de Barcelona.
Por los últimos 70, se le encarga limpiar el pozo sin fondo del Banco de Madrid y Banco Catalán de Desarrollo (bancos con sede central en Barcelona), de la familia Franco, para que lo absorba el Banesto (banco de la aristocracia y por lo tanto primero en el ranking), que se tragará unos cientos de miles de millones. Consejeros Samaranch, José Maria Porcioles, José María Martínez-Bordíu (Barón de Gotor), Eustaquio Villanueva Vadillo, José Parra Lázaro (Duque de Tarancón), el asesinado Joaquin Viola Sauret, y de ejecutor el viejo Jaime Castell Lastortas, ¡otro De la Rosa!. En ese laberinto asoma el metepatas de Narcis Serra amenazando a diestro y siniestro por el gran agujero del Consorcio de la Zona Franca apenas tomado el bastón de mando de la Alcaldía.
Montada la aparente huida de España del padre, se suman a la cuadra privada de “políticos” de Javier, los socialistas. Y estos no entran en su currículo de arribistas a beneficiar por imposición de la jerarquía de Banesto, los socialistas se inician imponiendo, “cogido por los cojones” por el Caso Consorcio. Y ganada la Generalitat, a “por la pura pela”, los convergentes de Jordi Pujol, conectando por la íntima relación con el Bufete de Juan Piqué Vidal. De hecho no solamente se conocían por competidores en los terribles años de la peor crisis financiera de Barcelona de las últimas décadas, acabando con la Banca Catalana y con el Banco Garriga, por motivos diferentes, sino con sus colaboradores por la Facultad de Derecho y los barrios de Sarriá, San Gervasio, Pedralbes, y Diagonal. En los dos casos se enriquecieron un puñado de listos barceloneses. En definitiva paga el Estado y los organismos interbancarios creados para paliar las crisis bancarias.
Quebrado el Garriga, 100.000 millones de pesetas, en 1984, se acaba la financiación de la “derecha españolista” en Barcelona (promocionará a Enrique Lacalle, amigo del Partido Popular, de delegado del Estado en el propio Consorcio de la Zona Franca). ¿Lo promocionaba con unos milloncejos por amigo o porqué como ex Teniente de Alcalde del Ayuntamiento en los felices tiempos que el dinero del Consorcio llegaba a las ventanillas del Garriga, y por tanto sabía demasiado?. Y se inicia con la época KIO, la de la “derecha catalanista” y los sobornos o imposiciones de los “socialistas felipistas” directamente en Madrid.
Un De la Rosa, el abuelo, dicen fusilado por los rojos, actuó de letrado en la expropiación y formación del Consorcio, el padre, capitán del ejército de Franco, consolida la gran propiedad, y el hijo la dilapida. El dicho, sobre que la tercera generación de las sagas catalanas malversa el esfuerzo, no cuadra en el traspaso por herencia de prácticos propietarios de una parcela pública. Los De la Rosa, muerto su gran padrino Franco, multiplicarán el provecho prudentemente exprimido por las anteriores generaciones. Impunes. Otros pagarán, mientras llenan sus saldos por el ancho mundo.
Los expropiados pretendieron actuar contra los encausados del Consorcio, dándoles en las narices los jueces con un “no ha lugar” ajustado a una de tantas disposiciones dictatoriales franquistas. Si de los grandes cerebros barceloneses del franquismo se sabe muy poco, los Mateu, Ramón Serrano Suñer, Julio Muñoz Ramonet, Simarro, Porcioles, Galinsoga, Samarach, Castell, exceptuando sus virtudes, inauguraciones y rectitud moral, de los De la Rosa (segunda escala local de mando) sabemos hasta el hartazgo. Tanto que oscurece la labor de quienes desde sus cargos contribuyeron y se enriquecieron. Los De la Rosa intimarán con todos, todos, los altos cargos de la Ciudad de su tiempo, y extensible a gran parte de los presentes. Jamás nadie se negaría ante un segundo de Hacienda.
2
Se ha escrito tanto, pagado por unos u otros, sobre Javier de la Rosa Martí que no voy a competir con lo calificado de periodistas de gran talla, y lejos de mi intención una biografía. Únicamente pretendo pensar, escribiéndolo, sobre quién tanto afectó y arruinó mi vida. Esta vez no novelaré el relato desde el jergón de mi celda, o el tiempo muerto de tanta “busca y captura”. Con abundante documentación, seleccionaré entre tanto escrito el meollo de varias biografías parte de la Barcelona de los últimos treinta años. A los veinticinco años de mi primera larga estancia en prisión y ante los sesenta y cinco de vida, Antonio de la Rosa Vázquez, Javier de la Rosa Martí, Luis Pascual Estevill, Juan Piqué Vidal, Narcís Serra Serra, Rafael Jiménez de Parga, Miranda de Dios, y varios más, son solo objetos en mis aficiones literarias. Simple entretenimiento del paréntesis en la nada que es toda vida, o un estornudo dentro de la insignificancia del rodar del planeta Tierra.
Lo repetí hasta la saciedad, conocí a Antonio de la Rosa Vázquez a finales del 77, y entrado el 78 me convencí de hallarme ante alguien “especial”, o mejor, ante algo especial. Tenía sobrada experiencia en “negocios” para no ocultárseme que el amigo Fernando Serena Mascaray, y Antonio, su financiero, me utilizaban, por lo tanto documentaba las operaciones cobradas con talones de su cuenta en el Banco Urquijo, e ingresados, cuidando que la delicada situación jurídico financiera de alguno de mis negocios, no afectara. Para rarezas, el director de la Agencia del Banco Urquijo (todos los talones siempre de ese banco y de su cuenta personal), Luis Hernández Martín, con yate y mercedes, disfrutando un nivel de vida ajeno al sueldo oficial, y sabido con los años, uno de los primeros socios de Javier. Parte de su primer fracaso en Banca a cargo del Banco Pastor. Extraño el tal Luis, a primeros de los 70 era uno de los empleados de cuentas corrientes de la Sucursal en Barcelona del Urquijo, enfrente de la Caja Cooperativa donde yo trabajaba, y conocido por mis empleados.
Dirigiendo la Caja General de Crédito Sociedad Cooperativa, o antes en el mostrador de la central del Banco Comercial Transatlántico en Diagonal Paseo de Gracia, aprendí que los millonarios amontonaban todas las rarezas habidas además de saldos, pero aquel sobrepasaba en dinero, y su forma de manejarlo, cualquier concepto. La primera y única de sus decisiones inteligibles fue su advertencia a Serena de negarse a relacionarse conmigo. Las urbanizaciones, o mejor, las sociedades creadas con la cooperativa de crédito ya absorbida por la Caja Ibérica, al poco también absorbida por el Banco Central, y promociones inmobiliarias, coleccionaban varias reclamaciones policiales y judiciales, y normal por el nivel social de los De la Rosa me negaran su elevado entorno y trato. La compraventa de “Carabela”, el garaje frente al estadio del Español, donde ahorraron con mi intervención veinte millones de pesetas, con elogios del Director del Banco Coca, Miró, socio mío en Inversiones Verdi SA, una promoción de viviendas en Hospitalet, avalándoles la operación, rectificó el criterio, o así lo creí. Pasado el tiempo Serena me sacó del error, el hijo dio el visto bueno a mi presencia en las actividades paternas. De nuevo tomaba presencia, no física, el joven y ya célebre banquero. La anterior fue en el despacho de la Caja en Rambla Cataluña 27 desde donde competíamos contra quien pagaba más intereses que nadie, señalado por la competencia de agresivo sin límite, sobrepasando al sin freno Rumasa con el 21%. Visto el iniciado sumario sobre el Consorcio, sin duda se me utilizó para la explosión final, el descubrimiento del gran desfalco, superando en el 78 los ocho mil millones con unos groseros justificantes. Sin embargo durante el año de cierta “intimidad” jamás habló del Consorcio, aunque sí de su admirado hijo Javier. “Tiene más dinero que yo, decía”.
Si las sospechas de lo rarito de Antonio me tenían sobre ascuas, la lectura de los documentos de la denuncia clarificó las dudas. A través del Banco Garriga Nogués y del entorno de Javier, a quien no conocía, se vació el Consorcio, y la prensa o rumores nos situaban a Serena y a mí de eje y consejeros financieros de Antonio. Cambio 16, unos meses antes de encarcelarnos nos tildó de “financieros de dudosa reputación”.
No he descubierto más que una ínfima parte de las infinitas raíces por donde circula la sabia de por lo menos un billón de pesetas de los 70 y 80. Hace poco descubro la cita de un informe de la Policía Judicial donde se refleja entre otras consideraciones: “En cuanto al conocimiento que los procesados Fernando Serena Mascaray y Rafael del Barco Carreras pudieran tener de la procedencia real del dinero que Antonio de la Rosa Vázquez gastaba e invertía en tan elevadas cuantías, pese a la multitud de personas con las que se ha hablado, no se ha encontrado ninguna prueba, o siquiera indicio, a favor o en contra, por lo cual únicamente puede aportar un poco de luz sobre este tema el estudio de estas tres personas”... “mientras que Serena que no sabe de su procedencia ilícita ingresa los talones recibidos en sus distintas cuentas corrientes”. De un recurso firmado por el abogado de Serena, extensible a mi situación. El defensor Pascual Estevill nunca utilizó este informe de la policía de fecha 31-10-80 y sí me comentaba en prisión el atestado de la Brigada de “Estafas” insistiendo en mi autoría por “cerebro”. Entre los dos, apenas el ocho por ciento de los diez mil millones, y yo el 0.80%. Porcentaje insignificante, y más si sumamos a los diez mil millones las rentas del Consorcio desaparecidas, el propio Banco, la red de sociedades con y sin Piqué Vidal, o lo que Antonio aprovechara en su cargo de máxima confianza en la Delegación de Hacienda. Pero mientras yo ajeno, demasiados andaban en primera fila de tanto millón.
Es difícil pasados veinticinco años armonizar en el tiempo cada uno de los hechos tal como ocurrieron, o ni siquiera cuando descubrí cada una de las pruebas formando causa y efecto, y sin ganas de ahondar en los archivos ni siquiera en ordenadores, “tiraré pel dret”, esperando en el posible lector cierto conocimiento del armazón principal. Una ayuda la televisión, convertida la gente más poderosa de la Barcelona de entonces en populares, me ahorra particularidades. La verdad no brilla, pero se vislumbra.
3
Como en la mili, los momentos agradables, el crucero por la Costa Azul, encubren la repugnancia de celebrarle las gracias a quien proporciona negocios y dinero, y con aquel “viejo”, algo más joven que yo ahora, las sombras ganaban a las luces.
Quizá la única verdad del último año fuera el “encoñamiento” con una madura francesa, según comentarios simple prostituta. Supuse presentada por Serena, entusiasmada con regalos, pero de fornicar nada. Pícara la profesional, por intuición o aleccionada. “Si te abres de piernas demasiado rápido pierde interés”. La muy zorra se lo toreaba con lo de superar un matrimonio frustrado. Contradictoria actitud de quien descubrí por un subrayado en La Vanguardia que contrataba prostitutas por teléfono.
El colmo de la absurda personalidad de Antonio se presentó bailando en el Sporting de Montecarlo. Contento me susurra en la mesa; “Rafael, me ha dicho... je t´aimé Antoine...”. La frase no se tradujo en cama, cerrando la francesa su camarote. Un follón. Ella y la amiga de compañía se fueron con gran enfado por su dignidad ofendida, y las siguientes cuarenta y ocho horas Antonio tras varios paseos en solitario por la Avenida de los Ingleses llenó su camarote de prostitutas. Por lo visto los hijos supieron del lance paterno, porque donde solo ocurrió otra de sus ridiculeces, se convirtió en serie de orgías. Me ha pasado la vida jurando por activa y pasiva que yo no participé. Ni orgías, ni su gran afición al golf, ni amigos, ni familia, ni ambiente social, ni juego, del que publicarían se pasaba en el Casino de Le Boulou gran parte de su dorado retiro cerca de Cadaqués, la estancia veraniega de Javier. A la prensa le encanta el sexo con las finanzas y estafas, y todos, todos, citándome añaden aun hoy la coletilla. Así acabaría la relación con quien llena una parte de un año de mi vida profesional con muy dispares encargos. De comprar dos yates a montar las tiendas para la francesa y la hija Pilar, secretaria de dirección del Consorcio.
La del “Je t´aimé Antoine”, declaró en el juicio sobre la intimidad entre los tres, y que le engañábamos. Preguntada por los regalos, unos cien millones del 78, sobrepasando mi “facturación”, desaparecido Antonio, alegó muchos gastos, y se fundieron. A otra, citada por el juzgado, le regaló una torre, un coche, dinero con el que montó un “sex show”, y una esmeralda de varios millones comprada a un célebre joyero de Barcelona, y tasado para la reventa, una invisible raya, convertía en chatarra. De varias, ni las conocí. En los últimos tres años se había gastado en “amigas” unos quinientos millones. 52 coches vendidos por Serena, gran parte utilizados unos miles de kilómetros y revendidos por nuevos, otros pararon en familiares y amigas, un mercedes al oculista, sirvieron a la policía “sobornada” para montar la teoría del blanqueo, ¡como si los De la Rosa necesitaran tan complejo sistema para llevarse a Andorra, u otros paraísos fiscales, los miles de millones robados!. Y Andorra, como la CAIXA, abunda en toda esta historia.
Afianzando la idea de las varias sendas por donde caminaba entonces Antonio existe una denuncia del año 91 del abogado Carlos Obregón, archivada, donde se describen reuniones en el Bufete Piqué Vidal, participando el juez Adolfo Fernández Oubiña, y los policías Justo Aguilera y su segundo Carlos Esteban Martín, al poco contratado por el bufete, describiéndose viajes a Andorra con maletas de billetes. Un detalle sin intervención en esos viajes, el ex secretario Antonio Piñol cuenta como uno de los especiales clientes del Bufete a Nemesi Marqués Ostes, vicario de la Diócesis de la Seu d´Urgel y secretario personal del obispo Juan Martí Alanís, coprincipe de Andorra. El pequeño Principado, un barrio de Barcelona en el Pirineo, tan íntimo que se hablan dos catalanes, el barceloní y el leridano, con predominio social del primero.
La viuda del vilipendiado Carlos Obregón, letrado de oficio del denunciante Carlos Ódena Savall (víctima del Sistema que se merece una biografía), la abogado Adela Vázquez Lluch, escribirá al Triangle, n.745 del 19-11-05, que la tramitación de la denuncia se recurrió al Supremo que obligó al TSJC a cursarla. Vistilla, y archivada. “Terrorismo mafioso”, utiliza.
La relación de Antonio con su alcahueto y socio, catalogado de buen donjuan, y de acuerdo con las teorías sexuales, poco activo, debía entenderse de muy especial. Yo definiría a Serena de inconsciente tapadera. Una migaja en lo robado por padre e hijo. La relatividad de las cifras minimiza los simples millones, pero bien manejados impactan, y de eso se trataba.
El yate, Artemisa, verano del 78, gran lujo y 40 metros de eslora, con siete tripulantes, tres millones por semana, tenía más trampas que la doble vida de Antonio. No solo se ocupó por la familia cuando nos fuimos, primero la francesa y su amiga (relaciones públicas del Restaurante Jardineto), y dos días después Ana y yo, sino que poco menos toda la clase alta de Barcelona lo sabía. Cinco propietarios, sus grandes amigos los Juncadella y Mariano Calviño de Sabucedo y Gras (secretario y de primer nivel del Movimiento, alférez en la guerra civil, presidente de Aguas de Barcelona, consejero de Fibracolor, y del Banco Español de Crédito, quizá el primer padrino de Javier, aparte de su padre), quien en el 83 se le encuentra en el yate tras una explosión costándole la vida a una “señorita”, e indiscutibles sabedores los Godó, el padre del actual, dueños de La Vanguardia, cuya goleta de tres palos se hallaba amarrada a pocos metros, y De la Rosa lo saludaba dejándome en segundo plano. Con razón Serena excusó su presencia. Al representante de Ferrari y ya célebre vendedor de los mejores automóviles de Barcelona le picaba la nariz sobre su socio. La operación, terrenos del Consorcio en Montornés, desató sus nervios. Pasados cinco años de sociedad, desde abierta la tienda en Diagonal Casanovas, de repente el Consorcio existía, resucitando la polémica por la noticia en el diario Tele Exprés sobre la excesiva deuda del Ente, solventada entre llamadas padre e hijo. A mí aquello de los terrenos desechados para el proyecto CITA, me interesaba, y mucho. Con los De la Rosa y su influencia quizá pudiera enderezar mis negocios de urbanizaciones, y por tanto todos los problemas. Me quedé en la mano con un papel mojado y envenenado, y por unos meses un descuento bancario en el Banco Garriga y Nogués, que debía financiar la operación de recalificarse los terrenos.
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Un año antes, 1977, en el Consorcio y Banco, se cimentaban los acontecimientos futuros. El Banco, bajo la férrea batuta del genio con apenas treinta años, en dos multiplicó por diez su balance. De 2.000 millones de pasivo a 20.000 millones. Los profesionales de banca saben que la inyección de miles de millones de dinero líquido dispara las cifras a través del crédito y descuento. Y si además se firman letras o pagarés por los créditos, reales o ficticios, y se redescuentan en el banco matriz los saldos a favor de la filial se multiplican. Peligroso si no se pagan las letras o los pagarés, renovándose hasta el descalabro, pero por el momento efectista. La base echada, los millones del Consorcio provenientes de la CAIXA, y unos firmones que al son del financiero, y de otros, prodigaban las firmas a placer. Los viejos del Banco Español de Crédito lo elevaban a los altares y los hijos de los viejos, Garnica Mansi, Aguirre Gonzalo, los Gómez Acebo, Sainz de Vicuña, Oriol y Urquijo, Silva Muñoz, Epifanio Ridruejo, Álvarez de Estrada, Jaime Argüelles, la crema del franquismo financiero, se añadían a su trup de consejeros, a parar la mano. La terrible cúpula que se querellaba contra la existencia de Cooperativas de Crédito, y no se retenía ante un talón a nuestro cargo de tildarnos de estafadores, amasaba un buen pastel, equivalente con sus ampliaciones de capital a una gran pirámide estafadora. Una herencia pagada por Mario Conde con veinte años de condena, y España entera por no menos de otro billón de pesetas. Y en el Consorcio, volatilizados un mínimo de ocho mil millones, se cambiaba el Delegado del Estado, Santiago Udina Martorell, por José Luis Bruna de Quijano, amigo de toda la vida de los De la Rosa, del mismo círculo y clase, que ya había ejercido en los años de la urbanización de la Zona, presidente de la vecina Mercabarna, y de toda confianza. Un cargo con condena de veintiocho años. Por entonces los avispados padre e hijo sabrían de las dificultades y hasta la anulación del proyecto CITA por la oposición de los municipios gobernados por “gestoras de izquierdas”, cargándose todos los proyectos urbanísticos. Recuerdo unas visitas a la Diputación por mis urbanizaciones, y unos jovencísimos progres contestándome que con el tiempo desaparecería lo construido. Ahora el Circuito de Cataluña sustituye la proyectada gran zona de transportes a pié de la autopista a Francia.
Vale la pena citar los nombres. La flor y nata de las finanzas y la política se sentaron durante cuatro años en un sillón flotando en un río de podredumbre y no se enteraron de nada. ¿¿??. Durante tres años de la succión de fondos forman parte del Comité Ejecutivo, Miguel Cabré Llistosella, con poderes ejecutivos, ingeniero industrial, Gran Cruz del Mérito Civil, y del Consejo Provincial de Movimiento, y por tanto de varios cargos remunerados, ciego o corrupto, a la par con Santiago Udina Martorell, o el Excelentísimo Señor Enrique Riverola Pelayo, Delegado Provincial de la Organización Sindical, Sindicatos Verticales, elevado a Gobernador Civil de Málaga (le ascenderían por lo bien atendidos sus cargos anteriores). O el Ingeniero Jefe del Puerto José Eligio Prieto Moresi al que los costes al diez por uno no le llamaban la atención, o los vocales por el Ayuntamiento Jaime Avella de Castro y José M. Dot Bosch, de relleno y libres de toda sospecha, o el Administrador de la Aduana Victoriano Ortego del Cerro, ¡santa aduana la franquista!. Delegado del Ministerio de Hacienda José M. Roig Gironella, y representante del Estado en el Consorcio, Encomienda del Mérito Civil. José Ramón Basanta de la Peña, hermano del Secretario General Técnico de la Presidencia del Gobierno. Jesús Calvo Martínez. Manuel Blasi Rialp, hermano de Concejal del Ayuntamiento. José Sangrá Bosch, concejal. Mariano Ganduxer Relats, Intendente Mercantil, Concejal, Comendador, Grandes Cruces, y omnipresente en la Ciudad. Luis Pallerola Cuyás, de la Diputación. Alfredo Molinas Bellido, al que en su carrera política “de empresario” en el Fomento del Trabajo, apoyando a Pujol, y vicepresidente de la CEOE de José María Cuevas, nadie le achacaría haber pertenecido a aquel Consorcio, ya pagaron los culpables, y él era solo un vocal representante de instituciones ciudadanas, y como de costumbre no tenía porqué enterarse de nada. Para cobrar sus haberes y dietas no se retraería. Félix Gallardo Carrera, político y empresario relevante. José M. Berini Jiménez, representante del Sindicato de Obligacionistas, gran economista y censor de cuentas, más minutas y certificados anuales, y además el obligacionista de cabecera la CAIXA, marcaría su “política”, que no marcó nada, o todo. Nadie de los citados fueron molestados judicialmente por no cumplir con su cometido y preguntar como un almacén valía diez veces más de lo normal en el mercado, al igual unos a medias, o no se escrituraban los terrenos comprados a unos precios disparatados para cualquiera, o simplemente exigir una contabilidad con las mínimas garantías de control. Un Comité Ejecutivo, cobrando y sin responsabilidad. ¡Y ni mentar la responsabilidad civil subsidiaria que quizá con la fortuna de uno solo se cobraría el desfalco!. Más una Asamblea General de unos treinta individuos funcionarios de Hacienda, el Ayuntamiento, RENFE, del Puerto o Aduanas. ¿Nadie comentaría y se preguntaría sobre la noticia en Tele Exprés, gente de prensa y cuchicheos diarios, muchos de ellos su único trabajo?. Y a la vez nadie denunciando evidentes delitos con la obligación legal y moral de denunciar. Ni antes ni después de la denuncia del Ayuntamiento. Una peña impenetrable actuando de eco sobre la culpabilidad de Antonio y sus corruptores. La claca del espectáculo o los jaleadores del linchamiento. Alguno operando con el Banco Garriga y Nogués.
Más curiosidades, en la Presidencia de Honor del Consorcio el Excelentísimo Juan José Espinosa San Martín, Abogado, inspector técnico fiscal, Ministro de Hacienda entre 1965 y 1969. Falangista. Presidente del Instituto Nacional de Moneda Extranjera. Presidente de la Caja Postal de Ahorros, de la Casa Nacional de la Moneda, del Banco de Crédito Industrial, ect.. O el Presidente del Pleno; Excelentísimo Alcalde Don José María Socías Humbert.
Cuenta Bruna que le extrañó que San Antonio, de todas las virtudes y fe, le hablara de chicas, y asombrado por las cifras ordenó detener operaciones y obras, pero le convencieron para los pagos comprometidos con anterioridad según la documentación, y firmó los últimos mil millones. Los terrenos descritos no existían. Los talones, desglosados para pagos de la caja B, una ilegalidad perfectamente asumida en todas las empresas públicas y privadas, pasaban de una cuenta de Bruna a manos de Antonio que los ingresaba en su cuenta personal en el Banco Urquijo. Una trampa mortal.
A mí sobre Antonio me extrañaban otras realidades de su doble vida, tan común entre gente de cargo oficial y su anexo el dinero, siempre unidos, como las increpaciones a un ministro en Madrid en un célebre restaurante por la política liberal de Adolfo Suárez, mostrándose desafiante franquista. O un día blandiendo una pistola despotricando contra la situación política. La doble faz a tope, y de bochorno su compañía.
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En el 78, para Antonio, sesenta y dos años de edad, única preocupación, el vaivén de sus novias, y si el ruido o sillón del último modelo de coche satisfacía el placer sentido cuando contemplaba la estampa en alguna revista. Entre chicas y coches, surgen los piques entre la francesa, el último de los caprichos, y la “querida” de Serena por el disfrute del yate, un Aresa de veintiún metros de eslora, encargando uno nuevo. El último de la cadena de rápidos negocios, ciento cincuenta millones donde yo cobraría del constructor, Astilleros Viudes de la Barceloneta, el 5%. Lo que se inició con la oferta de uno de segunda mano, el “Jacaranda”, por ochenta millones, se convirtió en nuevo con el placer de a cada visita añadirle caprichos pasando de cien millones a los ciento cincuenta. Desapareció, relativamente, antes de terminado el barco, y con él mi comisión.
Me costó afianzar la comisión, firmando un compromiso antes de conocerse el comprador, pues al nombrarle De la Rosa, Viudes se mostró extrañado porque Javier le comprara un yate sin intermediario. Yate y crucero por la Costa Azul zanjaban mi intervención en pequeños asuntos del extravagante personaje. Por lo oído a Serena y lo vivido desde un año antes, el “viejo verde” no daba golpe. Y a pocos meses de desaparecido Antonio de la Rosa, con suficientes referencias sobre el Banco Garriga Nogués, si los “financieros de dudosa reputación” evidentemente no actuaron de financieros, la autoría pertenecía al espabilado banquerillo. Y de los susurros se pasaba a la histeria y los espasmos. Un amigo mío empleado del Ayuntamiento me describía los de Antonio de la Rosa Martí, el hijo mayor del patriarca, abogado en el Consistorio. “Pagarán lo que han hecho a mi padre... le pervirtieron... ”. Me retumbaba veinticinco años después cuando la prensa daba al tal Antonio por contratado en la Generalitat de Jordi Pujol, cobrando sin presencia ni trabajo asignado. Unos genios los hijos de Antonio, unos por la efectividad de su trabajo y otros por no dar palo al agua. ¿Quién pervertiría su moral?.
Serena y yo, pagaríamos que Javier manejara los fondos generados por los empréstitos al Consorcio, Fernando firmara como ingeniero jefe del departamento técnico, y la hija Pilar sustituyera en la alta dirección la total ausencia paterna. Unidos. Antes de que Javier se rasgara las vestiduras, capitaneando a toda la familia, por las golferías paternas, pactaría con sobornos toda una serie de medidas para la tranquila desaparición, y reconducir lo acabado en tragedia para nosotros. Tarea fácil con los medios a su alcance.
De un lado el pringamiento del grupo Banesto, la Caixa, y los altos dignatarios con cargo y vocalía en el Consorcio, y de otro su padre en intimidad de camaradería con la cúpula del Movimiento en Barcelona, Samarach, Porcioles, Mariano Calviño de Sabucedo y Gras, Santiago Cruilles de Peratallada y Bosch, Udina Martorell, Socias Humbert, (prácticamente todo el Consejo Provincial del Movimiento, muy excitados por la política del momento, sin razón, puesto que todos conservarían sus inmensas fortunas), hasta alcanzar de lleno la primera época y potencia de Ramón Serrano Suñer (cuñado de Franco), todos en buena sintonía con el ambicioso cachorro Javier, decantaba tanto la balanza que indiscutiblemente la “suerte estaba echada”.
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El 79 marcaría el punto álgido y la gestación del drama que se avecinaba para el 80. Por mi parte, a mitad de año, los temas financieros tan peliagudos dos años antes retomaban un camino sereno. La compra de Sofhos SA, arrendataria del Hotel Ritz, un año antes, aun con pérdidas, y asociado al cincuenta por ciento con Antonio Parés Neira (personaje de reparto que aparece a menudo en esta historia), con la idea de una entrada en la sociedad de Antonio de la Rosa, que quería el emblemático hotel (rotas las conversaciones por la venta de un cuadro falso por parte de Parés) , se completaba con la compra a Juan Gaspar de HUSA, tras un tanto reñida discusión, de sus acciones de Charly Max, la célebre discoteca de la esquina Bori Fontestá-Beethowen. Firmando unas letras me hacía administrador del célebre entonces local, un excelente negocio, alimentando la aparente golfería del “grupo”. Si redondeaba con los terrenos de Montornés, el futuro aun con los problemas pendientes de las urbanizaciones se mostraba esperanzador.
Mientras, en un entorno de elevado lustre financiero, arrastrando rémoras por la evidente crisis general, desde su despacho de la Ramblas, Javier de la Rosa se definiría como obseso al trabajo. Un joven hiperactivo, rebosando soberbia, clasista y despótico. ¡Piñana eres tonto, gritaba a su secretario!. Y buen adulador imponía la adulación, y moscas a la miel. No le faltaban ofertas, enterradas en más millones de los que un superficial examen técnico financiero aconsejara y definiera lógico. Si aquel 1979 los futuros fiascos de Tierras de Almería SA, o Piscifactoría de Cádiz SA, Ibusa, con Eduardo Bueno Ferrer, o Urbis SA administrada por Sainz de Vicuña, director general de Banesto, Harry Walker SA, o Renta Barna SA, ocupan parte del total del banco, en práctica quiebra las empresas, y por lo tanto el Banco, lejos aun de cuando degeneran en el cáncer total de cien mil millones de pesetas. Crédito tras crédito hasta cifras de imposible entender, con veinte o treinta mil millones en Almería, por el 80, ¡convertiría toda la provincia en una tomatera!. De los 28.000 millones de pasivo, el Banco Garriga Nogués alcanzaría en 1985 los 105.000 millones. Todos enterrados según versión del propio Javier a los periodistas José M. Álvarez y Joaquín Lledó, “Javier de la Rosa, Historia de una Ambición desmedida”, semi hagiografía, que le disgustó, en empresas basura del entorno Banesto, aunque él multiplicara por cinco esa basura.
En cuanto biografías, “J.R. El Tiburón”, de Manel Pérez y Xavier Horcajo, prohibido durante cinco años por uno de tantos jueces “amables”, no basaría en la “desmedida ambición” de la primera biografía editada el evidente inmenso lodazal. Turbias operaciones, irregulares actividades, espionaje privado, que ya en el Banco, obsesión morbosa, lo gravaba todo con puro y duro gansterismo. En las biografías, suaves las referencias a mi persona, legibles, aun sin apartarse de lo contenido en las hemerotecas, fuente de los escritores sobre tan controvertida existencia.
Pero desde el primer instante de su incorporación al Banco Garriga Nogués, pasado un breve periodo en el Banco Urquijo, 1973, precisamente el Urquijo, en enero de 1974, y siguiendo los pasos de su fracaso en el Pastor, se le encuentra en reuniones y negocios con Juan Piqué Vidal, y quien será magistrado en el caso Consorcio, Fernández Oubiña. El Opus unido a la “manga ancha”. De esas reuniones saldrían operaciones para el Banco, y la ruina de muchos empresarios. Y Antonio en otro de los compartimentos de su doble o triple vida anda en esos tratos, de sombra de su disparatado hijo. La Compañía de Desarrollo y Financiación SA, domiciliada en Diagonal 612, Bufete Piqué Vidal. O Supermercados Seis SA, Mercados Económicos SA, Distribuidora Coloniale SA, Arola SA, Carpe S.L., y la significativa Comercial Distribuidora Andorrana de Alimentación SA, con domicilio en Andorra, y decenas, a la larga con infinitas deudas impagadas, y ningún activo. La financiera, usura en grado superlativo, consistía en prestar dinero firmándose letras (un documento casi sustituido hoy en día por el pagaré), y descontadas en un banco a un precio menor dejaban beneficios. Un bufete, un empleado de banca con poder para descontar, y un juez para las inevitables reclamaciones, denuncias y contradenuncias por la ruina del cliente, amenazar con la cárcel o usarla, obligando a firmar los bienes residuo para la “financiera” en contra de otros acreedores, cerraba el círculo. A Odena le costó el patrimonio familiar y la cárcel, firmando garantías la madre. Y si los impagados se los traga el Banco, los beneficios para la financiera inconmensurables. Antonio, en corto paseo, de sus largas estancias en las tiendas de Serena, revolviendo coches y novias, al Bufete Piqué Vidal en la misma Diagonal donde se robaban fortunas y consolidaban desfalcos.
Desde el 77, nombrado Javier Vicepresidente ejecutivo, la ambición y su capacidad dialéctica se desbordan sin límite y prudencia. Un ascenso, y añadidas “las financieras”, convertían al empleado de banca, una vida de escasez, en un “financiero”. Y si ya antes del 77 podía “descontar” en el Banco, desde concedido el poder de abonar remesas a los clientes el negocio es “bufá y fe ampollas”, hasta que nadie paga y el castillo de naipes se derrumba. En cifras modestas me sucedió con la cooperativa de crédito, salida de apenas la nada, o para ser exactos de una pequeña financiera, con banquero de medio pelo para sus “descuentos”.
Pero el 79, la primera piedra en el camino. Su padre se jubila presionado por Narsís Serra, con fiesta de despedida y bandeja de plata con la firma de todo el Comité ejecutivo (el homenaje, repetición contada por Javier de su dimisión en el 73 del Banco Pastor, para buscar más amplios horizontes, cuento que repetirá). Un meteoro, Director de oficina, Director General, y Vicepresidente Ejecutivo. Los millones del Consorcio, las relaciones del padre, los extratipos, su arrojo y total entrega a la causa de “enriquecerse”, y una retorcida conciencia le permite asistir a misa por la mañana y pasarse por la entrepierna la mínima moral, forjan su futuro. La jubilación paterna un hito en su huida hacia delante.
Recuerdo la bandeja de plata en una estantería del despacho de Fernando Serena, de donde ya antes me sorprendió una botella de Jony Walker, vaciada en apenas una hora antes de comer, y ni yo ni Serena bebíamos. Tras la jubilación, me decía, la reciente elección de Serra para la Alcaldía. Ese “rojo” sentado a su mesa en una de tantas celebraciones, y Antonio se levantó indignado con un “yo no como con rojos”. Iniciándose el verano del 79 ni de lejos pensé que esa jubilación afectara mi vida. Uno de tantos cargos de Antonio, pensé, de esos para cobrar la asignación de secretario o consejero, o atrapar al vuelo algún negocio, como los terrenos. Y la llamada transición a la Democracia renovaba mucho cargo franquista. Ni ocurrírseme que uno solo de sus ejecutivos, y en ese caso ni eso era, secretario del comité rector, dispusiera del total patrimonio, saldos y grandes realizaciones inmobiliarias. Me inquieté cuando metida la ciudad en vacaciones mi amigo Serena me llama al despachito de mis tiendas de muebles contándome que Antonio se ha ido de España por unas graves irregularidades en el Consorcio. Por lo visto la huida afectaba al vendedor de coches. Seguía sin ser consciente de repercusión alguna. Una sorpresa las “Medalla de Campaña, tres Cruces Rojas del Mérito Militar y dos cruces de Guerra”, o su participación en las sociedades Astilleros de Palma SA o Costeros de Levante SA, y menos su relación con el entorno de Piqué Vidal. ¿Porqué mi intervención en la compra y construcción de dos yates?.
Ignoro cuanto de lo ocurrido en el Consorcio conocía con exactitud Antonio, asimismo un misterio el importe de basura que los directivos de Banesto abocaron al Garriga Nogués, y cuanto se puede atribuir a las formas y dinámica que Javier imprimía a las circunstancias caídas en sus manos. Que él distribuía el pastel, no cabe duda, y tanto el padre y hermanos, los directivos de Banesto, con hijos incluidos, encantadísimos en el 79 con el mayor genio de las finanzas dado por Barcelona en los últimos decenios.
Su primera embestida a la calculada marcha paterna fue de victimismo, y al tiempo reuniones maratonianas con Piqué Vidal para reducir el impacto. A mano los pretendidos íntimos y socios, y el padre informando e inventando detalladamente. Las cifras frente a Banesto, le avalaban, o eso parecía, y salió fortalecido de la fingida y atolondrada actuación paterna. Su padre se había vuelto loco, aprovechado por dos golfos para engañarle. Los financieros de dudosa reputación.
Y aunque el ámbito de maniobra y la potencia financiera, escasos a comparar por los 80 con KIO, había base y millones suficientes para convencer y corromper. La prensa barcelonesa callada, superando el susto en Tele Exprés en el 77, a base de créditos y publicidad del Banco. Tantos, que el propietario Sebastián Augé calló al periodista José M. Huertas Clavería con un lacónico: “¿De quién es el talón de tu final de mes?”, “Del Banco Garriga”, “Pues eso”. Por el estilo Antonio Asensio, dueño absoluto del llamado Grupo Z, Intervíu y El Periódico, ni palabra, su propia existencia aún dentro del éxito editorial, escándalos y porno, dependía del banquero, y el “Grupo Godó”, otro tanto, y vecinos. Muy acertada y conveniente la versión de afectado hijo. La guerra mediática se iniciaría en la revista madrileña Cambio 16, con lo de San Antonio y los financieros de dudosa reputación.
El día, 18 de noviembre de 1979, tomé conciencia del problema. Lo solucionado en dos entrevistas con un abogado del Consorcio, un jovencito llamado Casanova, de la cuerda de los De la Rosa, no parecía encajar en la historia que a mis espaldas se tejía. Se anulaba la promesa de compra de los terrenos de Montornés por unos 600 millones. La no recalificación anulaba el compromiso. Involucrados tres ayuntamientos, Granollers, Montmeló y Parets, imposible en aquel entonces ponerlos de acuerdo, y puesto que la promesa y precio incluían su inevitable recalificación, pacto reflejado, y sin mediar arras, se entendía sin efecto el contrato. Una pena. Aun huido Antonio, y por lo tanto la financiación del Banco Garriga, se escapaba una estupenda oportunidad. Y puesto que mi amigo y socio Parés, poseía las cartas de un grupo árabe interesándose por la inversión, se podría intentar. El Ritz en sus manos resucitaba de un largo deterioro y letargo, y él removía cielo y tierra en busca de la oportunidad de un pelotazo. Su nula capacidad financiera le alejaba de las inversiones suficientes para reflotar el edificio, y los sueños se le acumulaban. Un castillo de ilusiones con carcomido andamiaje.
Lo de los dudosos financieros me intranquilizaba, y Serena ni se daba por aludido. El año terminaría con cierta zozobra pero sin nada concreto. El Charly Max superaría su record de recaudación en la fiesta de final de año, y pasaría esos días esquiando con la familia en el hotel y pistas de Cerler, Huesca. La huida de Antonio se enmarcaba en las varias experiencias entre socios, empresarios, clientes, amigos y enemigos. Por entonces las huidas, tan comunes, que apenas se comentaban. Recuerdo al abogado Rucabado Verdaguer aconsejar a sus clientes quebrados, en principio, siempre a Andorra. Si la cosa empeoraba a Brasil o Méjico sin extradición. Abundaban los huidos por quiebras o estafas, estilo Pedro Baret, aspirante a la presidencia del Barsa, que estafó ochocientos millones a la Caixa y otros, ofreciéndoles el 21% si ingresaban en la agencia Tuset del Banco Central, y en connivencia con el director los cheques paraban en sus bolsillos, entregándose una libreta de imposición. Ahora debería explicar desde su retiro en Sitges como consiguió un cheque por 500 millones del 79 de la Caixa, presidida por su amigo Narciso de Carreras, y director general Vilarasau, e ingresarlo en una agencia ajena a los ingresos interbancarios, y a quién prometió en negro la diferencia entre lo legal y el 21% (ampliando con el cómo se ahorró cumplir condena). Muntadas Prim, Manuel Rosel, Trias, Torras, o Sebastián Augé, tras la quiebra de “Tele Exprés”, el de la noticia sobre el Consorcio en el 77, y tantos sin celebridad. La mayoría regresaban a Barcelona una vez tanteado y pagado el juzgado.
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La fuga de España de Antonio de la Rosa Vázquez, otro pastiche. Fantasías de Javier en sus habituales cortinas de humo, como sus estancias por el ancho mundo, en Paraguay dirigiendo un banco suyo, en Panamá de jubilado, o su muerte cerca de París. El hijo o los hijos, y sus boceras, difundieron cuanta historia contribuyera a que a nadie se le ocurriera traerlo a Barcelona tirando de la “busca y captura”, que durante veintisiete años no figuró en las listas policiales. Su detención reabriría el caso y demasiados interesados para que eso no ocurriera jamás. Y así fue.
La versión del maletero en un coche con Piqué Vidal siempre me ha parecido una sandez, o subliminal aviso del funesto abogado. Le tenía cogido por los cojones por el asunto del padre, declaraba a la prensa, (no lo decía así por su refinada educación del Opus). “No puedo buscar otro abogado. Soy su rehén. Él lo sabe todo de mi padre”, confesaba ante la oscura defensa de Piqué en Gran Tibidabo avanzados los noventa. ¿Qué podía superar el desfalco y su escandalosa vida, muy publicada tras la popularidad del hijo?. “Lo sabe todo”. Evidente. El culpable no era el padre sino el hijo, o los dos al unísono, o el padre el primer gran engañado de su larga carrera de estafas. Amenazar por los noventa a Javier con denunciar y detener al padre le enfrentaba a otro proceso, y esta vez Del Barco señalaría con precisión. ¿Porqué no?, Piqué Vidal demostró una parte de sus malas artes chantajeando a placer. En cuanto a la fuga me inclino por la versión Serena.
En pleno verano del 79 Antonio ordena zarpar al armador Viudes. Celebrarían la botadura. El constructor se sorprendió de su llegada con varias maletas y una hermosa rubia, la francesa. Faltaban por liquidar unos veinte millones y a la altura de Palamós el barco se estropeó oportunamente. A Francia, un despropósito porque ni del rol se disponía. De allí pidió a Serena un BMW 745 y el último Rolls, un Silver Sadom II, y un chófer (Antonio, vivo). Pasaron la frontera sin incidente, ¿porqué no, si no existían actuaciones judiciales, y las policiales tan controladas como el juez de instrucción?. Aunque a Serena, buen vendedor de coches usados, no se le escapaba verdad alguna, comprobé en una visita a París, llamado por Antonio, que los coches estaban aparcados en el garaje de un apartamento. Él, solo. La francesa preparando una casita de su propiedad en la Provenza, me dijo.
Jubilado, y con su amor en Francia. Esa era la versión. Yo debía traspasar una boutique al lado de Charly Max, calle Bori Fontestá Beethowen, propiedad de Esteban Miró, hermano del celebre diseñador, a nombre de una de mis sociedades, a su hija según convenido. En ningún momento confirmó su huida aunque yo la diera por supuesta. Estaba enamoradísimo y desde el crucero por la Costa Brava (yo no vi más a la francesa) la relación se había consolidado. Nadie me confirmo su fantasía amorosa, y de atenerme a quienes le vieron por Barcelona, lo de la huida no pasaba de uno de los embustes difundidos. Lo de su gran amor, otra fantasía, pues por la noche se empeñó en cenar en Regines rodeado de putas. Verano del 79, la última vez en mi vida que supe y hable con Antonio de la Rosa Vázquez. Una mesa con Polanski y Michael Douglas de vecinos, con abundante compañía femenina, y el local dominado por árabes de alto standing. Se empeñaba en mostrarse glamuroso, las putas, hijas de embajadores o ricos industriales, pero mis dudas amargaron la noche y sonreía porque no sería político echar a correr. No se justificaba un viaje a París, pero entre su amor, la jubilación y los rumores, no lo condicioné. Ni existía por el momento entre los dos la tal fuga. Hubo un corto comentario sobre los terrenos de Montornés. El giro total a su vida se definía con claridad. Que obrara según mis intereses, y sobre la sociedad Solares y Patrimonios SA con deudas contraídas, una hipoteca con el Urquijo de 25.000.000 y letras firmadas a Ojínaga Decoración, y otros, se desinteresó con un ya hablaremos. La última vez que lo hicimos. La huida, o cambio total de rumbo en cuanto a mí, se confirmó. La importancia de aquella llamada a París aparece cuando la policía me interroga por nuestro encuentro, según ellos en el Hotel Regines. Los dos actos sociales significativos, y el último, Regines, de rigorosa privacidad, se difundieron como claves de nuestra “intimidad” y asociación. Sin duda Antonio dio cuenta puntual. Silencio sobre la tienda para la hija, ni la policía ni el juzgado preguntaron. Las pautas las marcaban padre e hijo.
A partir de entonces mis encuentros con Serena se distanciaron, nos unía la discoteca Charly Max y los rumores. Poca cosa. Se consolidó lo de la huida, centrándonos ejes en la vida de Antonio, y ampliándose sus calaveradas. Sería 1980 cuando unos periodistas se arremolinaron contra nosotros en el Charly Max con cámaras en mano y preguntas ininteligibles. La noticia salió aumentada con una agresión. Tras Cambio 16 ese fue el primer signo público de algo cocido contra los dos. “Fernando, si nosotros no significamos apenas nada en la vida de Antonio...”, “eso lo dirás tú, yo tengo varios centenares de millones en mis negocios, y me preocupa muchísimo”. Varios centenares de millones no significaban nada. Para Serena, de camionero a vendedor de coches convertido en empresario, la soñada fortuna, toda su vida, el éxito.
Lo conocí por los primeros 70, comprándole un mercedes para mi socio José Antonio Casanovas Tomás, en una tienda en la Avenida Madrid, asociado a sus cuñados, los Sánchez Fontanet, Enrique y Luis (de milagro librados de encubrimiento), antes de su expansión en la lujosa Diagonal y Carretera Sarriá delante del Español, y desde entonces le desconté letras en la Caja General de Crédito, Sdad. Coop. Le compraría varios coches usados de buenas marcas con entrega del anterior. Su recuerdo veinticinco años después se revuelve entre tantos claroscuros que prefiero pensar que los hechos nos arrastraron sin control posible por nuestra parte. Aquel año, y tres en prisión, nos hartaron tanto que cerramos todo contacto.
Serena no asumió que el engañado era él, aunque pareciera que le regalaron unos centenares de millones. Mientras, el gran muchacho Javier, ya había comprado por 40 millones de pesetas, hoy 400 millones, donde aún vive el más insolvente de los delincuentes, y gastados otros tantos en decoración, la quinta planta de Doctor Fleming 18 20, frente al Español, y a sus hermanos el padre les había regalado unos preciosos y carísimos apartamentos en la Avenida Pedralbes ante la Diagonal. Sus vecinos Javier de Godó, de La Vanguardia, Antonio Asensio, del Grupo Z, José Manuel Lara, Editorial Planeta, Joseph Lluis Monreal, de Editorial Océano, y con incidencia especial en el Banco, Eduardo Bueno Ferrer, el de “bueno para Cataluña” en la campaña para presidenciable de la Generalitat por el AP de Manuel Fraga, y eje de decenas de miles de millones.
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1980, la cumbre de esta historia. Encauzadas mis promociones inmobiliarias, y las denuncias de los parcelistas solucionadas con la presencia en los juzgados del comisario Prada, agradecido por los créditos en la Caja Cooperativa, y uno nuevo, sin pagar, para su comercio de pedrería, Alexandri, de la calle Condal. Anulado el contrato de los terrenos de Montornés, la presencia de Antonio en mis negocios se esfumaba. Contento, su peso entre el yate y París, un incordio.
Los dimes y diretes en el escoch del Charly Max, pronto se materializarían, conociendo a los peores de los personajes cruzados en mi vida. Juan Piqué Pidal y Luis Pascual Estevill. Y llegado a este punto con adjuntar el artículo escrito y publicado en el semanario El Triangle, n.700 11-10-04, tras acudir en un permiso penitenciario al célebre juicio por chantajes y sobornos, bastaría. “Pascual Estevill & Piqué Vidal; jo els vaig ajuntar”. Y si como definición de mi estado de ánimo resulta suficiente, los hechos merecen páginas, siendo ese el objeto de este libro.
Los acontecimientos se precipitaron. A Juan Piqué Vidal, le conocería a finales del 79, solucionado el contrato de los terrenos, y las primeras citaciones policiales y judiciales ya en Enero de 1980. Con su llamada a mi despacho de la calle Londres, acentuando la gravedad de la situación en el Consorcio, se iniciaba mi calvario. Por primera vez oí la versión. Con mi contrato de compra de Montornés, según Ayuntamiento y Consorcio, pretendíamos ocultar el desfalco pagando seiscientos millones. Sin más información que la falsedad de los terrenos creí que el zorro de Antonio (su hijo, a pesar del descuento de efectos en el Garriga y la promesa de financiación de Antonio, aun era una nebulosa) urdió la última de sus gamberradas. Aquello de “con pagar seiscientos millones” no me cuadraba. La entelequia de un cerebro calenturiento. Los terrenos pateados, varias veces, y además comprobada su pertenencia al Consorcio aunque no estuvieran registrados a su nombre, oscurecía la versión de “inexistentes”.
Interrogado por Justo Aguilera, jefe de “Estafas” en la Jefatura Superior de Policía de Vía Layetana, escuchó mi versión en presencia del abogado Selva del Bufete Piqué Vidal. Escribió la declaración y asunto concluido. Lo mismo sucedió pasados unos días ante el Juez Ezequiel Miranda de Dios, Titular del Juzgado n. 4, e instructor del Sumario n. 9/80 de fecha 28 de enero de 1980.
En cuanto a Bruna de Quijano, delegado del Estado en el Consorcio, los acontecimientos tomarían velocidad. Le conocí en una visita a los terrenos y en la firma del contrato.
Juan Piqué Vidal se mostró amigable y esperanzado. Las declaraciones satisfactorias, todo perfecto. Pero yo no estaba satisfecho. Las informaciones sobre la total entrega de Piqué a los De la Rosa me preocupaban, y máxime, si la policía y el juzgado sabían de mi visita a París. Antonio les habría informado por oscuras razones pues lo único importante, la tienda de la hija, no se cita.
Si según Piqué Vidal el peligro superado, yo debía liquidar las minutas. Un giro torticero, donde el engañado era yo por la inexistencia de los terrenos, se especulaba sobre una connivencia un tanto absurda. ¿Quién pagaría 600 millones?. Existía una certificación del acta del Comité aprobando la venta de los terrenos de Montornés por desechado el proyecto CITA, y no me gustaba el enfoque sin controversia. “No me debes nada, mi defensa es una deferencia de Javier de la Rosa que considera que su padre te ha engañado...”. La composición de la frase se puede alterar con los años, con idéntico significado.
Aquel macrobufete, unos ochenta abogados entonces, al que no volvería hasta 1988, tomó una dimensión lejana a mis intereses. Nadie me había defendido gratis, siempre pagué a mis abogados, y ninguno de ellos tenía más allá de secretaria y algún pasante, y encima defendía a De la Rosa, en quien se centraba el posible desfalco al que me unían. Me iniciaba a la defensiva, debiendo acusar, interponer una denuncia por relacionar en el documento unos datos falsos sobre los terrenos mostrados, o simplemente dejándome un pastel de deudas en la sociedad Solares y Patrimonios SA.
Un año y medio antes, la primera vez que oiría hablar de Piqué Vidal. Serena argumentando un distanciamiento con sus cuñados por su amor a una cuñada, incluía el abogado en unas consultas del cornudo por si le mataba. El tiempo difuminó el arrebato familiar porque los negocios lo requerían, o no existió el lance. A más abundamiento Antonio de la Rosa compró el hermoso ático en Sarría Pedralbes donde se daba la tórrida historia entre cuñados y vecinos. Un drama familiar excusa para una de las inversiones de su socio Antonio, varios millones, aunque el hermoso ático dúplex lo valía.
En mis largas charlas en el Ritz con mi socio Parés, que habitual a toro pasado cargaba contra Antonio y Serena razonando su negativa a asociarse en el hotel (orillando el tema del cuadro falso como el mismo engañado), conviniendo conmigo que de complicarse la denuncia, donde aún no se me acusaba judicialmente, debería nombrar un abogado, de inmediato soltó Luis Pascual Estevill. Yo conocía otros abogados, pensé en Rucabado, de cuando a los veinticinco años quebró Rull SA afectando a mi primer empleo tras años en el Banco Comercial Transatlántico. La idea de mezclar situaciones anteriores con la presente, la insistencia de mi amigo, y la entrada en juego de Guerau Ruiz Pena, me inclinó.
Según Parés, Pascual tenía hilo directo con un magistrado. Eternizaban el pleito contra Sofhos, la sociedad arrendataria del Ritz, por el impago de los alquileres requeridos por la Viuda Muñoz propietaria del deteriorado edificio, complicado con una hipoteca de 80 millones del Banco de Santander. Ni alquileres ni amortizaciones hipotecarias se pagaban y el tiempo pasaba. Una conversación de los dos con Chapaprieta, alto cargo del Santander, fue lacónica, al banco no le interesaba asociarse en la explotación de un hotel obligado a un completo remodelado, y además, la tendencia a retirarse del sector hotelero. Quería cobrar.
Me pareció recordar a Pascual Estevill en los últimos sesenta iniciándose de letrado en la Caja Ibérica, vecina de mi despacho entonces en la Caja Cooperativa, Caspe Vía Layetana, y una entrevista sobre la problemática de las cajas cooperativas. Nombrado vocal de la Unión Nacional de Cooperativas de Crédito, andaba documentándome. Se lo recordé y sonrió sin confirmar, y en los abundantes escritos biográficos sobre el ya juez corrupto no lo he leído. Me parecía bien preparar a Pascual sobre mis inquietudes, máxime garantizándome una relación a nuestro favor por haber sido socios en el Bufete, con Guerau Ruiz Pena, concejal socialista del Ayuntamiento por amigo de Narcís Serra. En principio conocía a Piqué Vidal por impartir clases en la Universidad, profesores adjuntos, y sobre relaciones profesionales, ninguna.
Y hubo una segunda citación judicial con ya el Ayuntamiento, Rafael Jiménez de Parga, Catedrático de Civil, pasado a penal de abogado acusador, y Enrique Tintoré Cazurro por el Consorcio. Ampliando la teoría del pago de los seiscientos millones para ocultar el desfalco del Consorcio, se expusieron con todo tipo de detalle, desde luego magnificando su incidencia, las sociedades donde figuraba Antonio, Solares y Patrimonios SA, y sin figurar, Ravel y Werner SA, la discoteca Charly Max. Una complicada tela de araña, y Pascual sonriente soltaba un “ans en surtirem be”.
Así contraté a Luis Pascual Estevill, mi abogado, cerrándose el pacto en una comida en el Canari de la Garriga, restaurante delante del Hotel Ritz, comprado por Parés unos meses antes. Un detalle, la colección al carboncillo de Casas, colgando por las paredes, atribuidos por el anterior propietario al pintor pagando sus comidas, resultó falsa. Al igual la comida entre mi socio, Pascual y Guerau Ruiz Pena, prometiendo que el Ayuntamiento retiraría sus cargos por la escasa o nula participación en un tema sobrepasando en mucho esos terrenos inexistentes. El desfalco ascendía a diez mil millones, y así lo publicaría la prensa
9
La felicidad duró poco. La prensa, añadida a las citaciones del 13-2-80, 25-2-80, 15-3-80 o la del 30-4-80, inició un ataque personal. En principio, “no ha lugar a la práctica de las diligencias pedidas en los reiterados escritos del querellado Sr. Del Barco Carreras, no procesado hasta el presente, habida cuenta de su posición procesal así como de la presencia en el sumario de las partes perjudicadas y acusación pública”. Con procesamiento o no, no daban lugar a saber por donde desapareció tanto dinero, y la negativa se repitió ya procesado y encarcelado. La rapidez consiguiendo las cuentas del Banco de Santander de Bruna, las de Antonio del Urquijo, y los movimientos de mis cuentas y las de Serena, no se correspondió con las del Banco Garriga Nogués, por donde pasaron miles de millones, el grueso del Consorcio.
De los veinte tomos de documentación aportados por la acusación, y estudiada en el Bufete de Pascual Estevill, tardes de soledad apuntando a mi abogado y su único socio o ayudante Eduardo Soler Fisas, se confirmó mi absoluta seguridad sobre la barbaridad de valoraciones y la absurda teoría del pago de los seiscientos millones para ocultar las irregularidades una vez vendidos los terrenos “inexistentes”. Las irregularidades eran totales y abarcando los diez mil millones. Me agradaron los escritos de mi nuevo abogado, campechanos, sin engolamientos, concisos, y me disgustó el “no ha lugar”. Un “no ha lugar” afianzando mis sospechas, nadie quería investigar. El instructor Miranda de Dios, dirigido en una sola dirección, citaba a directivos del Consorcio y a gente de nuestro entorno. Mi socio Parés, el secretario de Bruna, los cuñados de Serena, o vueltas sobre el Santander, la cuenta de Bruna, y el Urquijo con la de Antonio. Por fin el día 8-4-80 oficiaba al Banco Garriga Nogués, cuentas nunca aparecidas, y citaba al Delegado de Hacienda.
Por lo visto a nadie le llamaba la atención que a Francisca Gambús Ramón se le pagaran el día 17.11.75 23.384.706.30, el 16.2.76 68.058.082,85, el 26.1.77 98.027.274,47, el 2.5.77 98.027.274,47, 3.11.77 25.000.000 y el 18.5.78 73.027.274.47, hasta los 387.524.612.63... y varios sumando los 2.585.189.130,63, o los talones sobre esta cantidad de antes de los mil millones de Bruna en el Santander, la mayoría del Banco Garriga. Y ni mentar otros dos mil quinientos millones de los edificios, que contemplándolos en la Zona Franca, un lego en construcción se percataría del engaño. Unas simples estructuras de hormigón, y un bloque a medias donde trabajaban los doscientos setenta empleados, que comparando a mis promociones inmobiliarias no excederían los doscientos cincuenta millones. ¿Cómo se podía ocultar diez mil millones con el pago de seiscientos?. Y se ocultaban, no cabía duda, y ¡que aparecieran los culpables!. Calculé ante los edificios el coste por metro cuadrado consultando revistas especializadas. A simple vista las cifras ofendían. Y visité a quien decían vendedores reales con contratos tan falsos como los irreales. Aún poseo direcciones y teléfonos por si alguien veinticinco años después quisiera consultar. Desde el principio nadie se adhirió a las pruebas pedidas por Pascual Estevill, solicitadas de nuevo cuando, acusado, mi situación legal me otorgaba pedirlas.
Pasados veinte años Pascual afirmaba en la autobiografía dictada al ahora celebre periodista Oriol Malló, que el ataque le costó la absoluta enemistad, con hasta vacío social, tanto de Javier de la Rosa como Piqué Vidal. Desde entonces años y años de negocios y profunda colaboración, silenciosa, soterrada, impune, hasta que la ambición y “creerse dioses” les desborda. Y en la biografía el “Club de los Mentirosos”, definición del periodista de El Mundo, Félix Martínez, sobre el “grupo” Piqué, Pascual y De la Rosa, la mejor sobre el célebre ya ex juez, aún me situaba en orgías con Antonio, o que yo diez años después en una entrevista en Cambio 16 acuse a padre e hijo del desfalco del Consorcio. Así se escribe la historia, lo que contra mí despertará una persecución fatal los próximos veinticinco años, para el periodista se convertía en el simple chivatazo de un ex colaborador pasados diez años.
Aparecieron ante el juez instructor, Carlos Güell de Senmenat, nuevo delegado del Estado el 18-2-80, Udina Martorell, el día 19, sustituido por Bruna el año 77, y Eudaldo Pla Cid, interventor del Consorcio el 21. Declaró Tintoré Cazurro, jefe de la Asesoría Jurídica del Consorcio el 7 de Marzo de 1980, treinta años con De la Rosa, y me pregunta en el Juicio si no me extrañaba el capital de Antonio, empleado del Estado con unas trescientas mil pesetas de sueldo al mes. También declararon, Vicente Santos González, Depositario Consorcio, y Fernando Casanova Sanguino, Secretario, con quien dilucidé el contrato de los terrenos. Una incógnita que ante la disparatada contabilidad y control de sus cometidos salieran sin rasguño. Mi contrato, entonces, la raíz de toda la estafa, y en la sentencia ni se argumenta. Ocho meses por falsificación en documento privado. Y otro de mis temores pasados los años, la sustitución del contrato por otro con la relación de los datos registrales cambiados.
El anterior Delegado del Estado, la pieza principal, el Excelentísimo Don Santiago Udina Martorell, tras declarar la segunda vez el 12-3-80 no será molestado. ¡Cuidado!, Procurador en Cortes designado por Franco, Gran Cruz del Mérito Civil y de San Silvestre, Cruz Distinguida de Primera Clase de San Raimundo de Peñaflor, Medalla de Plata de la Ciudad de Barcelona, y más cargos franquistas relacionados con esta historia. Olvidados los talones firmados a titulares falsos. Y ni hablar de interrogar a Francisca Esteve Triadó, Francisca Gambús Ramón, José M.Corominas Pastagás, Pedro Cerdá Cadafalch, y una docena de los llamados terrenos reales, y ni menos a la constructora Agromán SA del Grupo Banesto, o Copisa SA del grupo FECSA Banco Central, constructora de los almacenes multiplicados por diez, y ni siquiera profundizar con Viudes, constructor del yate vendido dos veces. O lo grave, insistir con las cuentas del Banco Garriga Nogués, no solo sin aparecer sino contestando el Banco no hallarse en sus archivos. Escrito que no inquietó a nadie, ni nadie recurrió.
Ni siquiera interesaban talones pagados por contratos falsos antes de tomar posesión Bruna. Finca adquirida a Vicente Pedro Puig, contrato privado del 27.1.1977 librándose talones nominativos por 44.918.607,37 pesetas, según la sentencia ingresados en la Banca Garriga Nogués, y varias decenas más, José Puig Pedroal, 1975 con varios pagos hasta el 77, 23.288.347.47, Pedro Tinto Amell, 1975, 72.704.793,98, Luis Belto Niot, 1975, 69.479.770.82... titulares falsos. Una burla la repetición de nombres (Pedro) y absurdos apellidos. Listados compras y talones en papel pautado del ordenador del Consorcio. Ninguna pregunta a quienes habían cobrado casi diez mil millones. Ni menos porqué se pagaron a la CAIXA en negro 600 millones. Un Ente público el Consorcio, pagando a otro de naturaleza pública 600 millones en negro por la concesión de un crédito de 5.000 millones. ¿¿??.
La explicación podría encontrarse en una historia de la CAIXA donde leeríamos que el delegado del Estado anterior a Bruna, Santiago Udina Martorell, era consejero de la Caixa en 1973, y consejero secretario entre 14-5-76 al 9-11-78, época de la concesión del crédito y cobro del extratipo en negro. Se ha de puntualizar que Joseph Vilarasau tomará posesión como Director General de la CAIXA, de manos del presidente Narcís de Carreras el día 10-3-76, proveniente de una Dirección General franquista, un funcionario al estilo del todopoderoso Luño Peña, y que venía apadrinado desde Madrid por Santiago Udina y Claudio Boada. Se ha de advertir que al poco, según el secretario Piñol, eran fluidas unas especiales relaciones de Vilarasau con Piqué Vidal (de sumisión y respeto). ¿Qué otros servicios más que su capacidad de extorsión y soborno podía demandarle el todopoderoso Director General?. Y no me cuenten en la actualidad que la CAIXA nunca cobraría en negro porque echando mano de mis archivos y sociedades encontraré los números de talones pagados antes de firmarse las escrituras de las hipotecas. Se cobraban por un empleado presente en el despacho de la Caja de Vía Layetana donde se firmaba ante notario, y se procedía a la lectura y firma de la escritura. Los promotores de entonces saben de esta mecánica, y alguno la denunciará inútilmente. La muy decente estructura interna repercutía a los empleados, por ignorados cálculos, parte de las enormes cifras del dinero negro circulante. Unos empleados, envidiados por los de banca, con sueldos y extras muy superiores, que jamás presentaron el mínimo problema sindical ni de ningún género, o nunca nadie los supo. Hermetismo con total endogamia. Varios de mis condiscípulos del Instituto Bancario se presentarían a las convocatorias de ingreso con resultado negativo. Muy legal, se montaban exámenes, como del disfrute de sus muchas “obras sociales”. Todo controlado.
Tampoco se interesaron del porqué y a cargo de quien se hallaban los talones firmados en blanco, que según el El País de fecha 15-5-80, encontrados en el Consorcio. Ninguna citación y preguntas a los hijos de Antonio. Los De la Rosa, tabú, intocables, innombrables. Total, declararon los acusadores, todos afectados por acción u omisión, la mayoría de la cuerda de los De la Rosa, o los nuevos cargos ya en connivencias con Javier, ninguno de los que clarificarían la salida del dinero y a donde, y que asustados nos señalarán. Indagar en porteros, chóferes, prostitutas, y empleados, redondean las teorías a imponer. En las declaraciones del chófer de Madrid (me pregunto para que quería el Consorcio un chófer en Madrid, donde al parecer no tenía ni oficina), principal fuente de nuestra inventada perversión, se olvidó que Carlos de la Rosa Martí, hijo de Antonio, tenía su apartamento al lado del de su padre, habitual en las visitas a la capital, y seguro más conocedor de la noche madrileña que de los temas de “Exteriores” que decían opositar. ¿Amenazarían al chófer con un despido si no se aprendía la lección?.
El 27 de marzo se dictó orden de prisión a Bruna de Quijano, y el Diario de Barcelona con fecha 7-5-80 se extendía con certera puntería en un central a doble página firmado por Ángel Pérez Jiménez. Subtítulo en negrita. “Ni el hecho de que José Luis Bruna de Quijano haya ido a dar con sus huesos en la cárcel Modelo –donde por cierto vive como un Pachá- ni la orden de busca y captura que existe contra Antonio de la Rosa, quien puso pies en polvorosa en cuanto supo que le quedaba poco tiempo de andar suelto por la vida, ni los litros de tinta impresa que se han utilizado hasta ahora para contar a los barceloneses el turbio asunto del Consorcio de la Zona Franca, han arrojado luz sobre el tema. Si acaso una lucecita nada más. Porque en la monumental estafa dada a conocer a principios de año hay un “vacío” de ocho mil millones de pesetas. Ocho mil millones que nadie sabe donde están ni para que han servido, pero que una vez salieron de las arcas del Consorcio de la Zona Franca, que se nutren en parte del dinero del Ayuntamiento. De un Ayuntamiento que se nutre a la vez del bolsillo de los ciudadanos. O sea que, todos los que religiosamente pagamos nuestros impuestos municipales, hemos sido estafados como chinos y hasta ahora nadie ha explicado cómo, cuándo y por quién. Porque Bruna y De la Rosa han sido empapelados por 1.200 millones de pesetas. Pero del Consorcio han volado 10.000 millones. ¿Qué pasa con el resto?”. Más claro el agua, y no era la única publicación en preguntárselo, pero ya en esa fecha Consorcio, Ayuntamiento, Juzgado, y por lo tanto la Fiscalía, el Estado, no mostraban ni curiosidad alguna en profundizar mas allá de los “terrenos inexistentes”. Y destacándose en recuadro a media página, “De los diez mil millones esfumados solo se investiga la desaparición de 1.200 millones. Se especula con la posibilidad de que haya más personas incluidas en el affaire”. ¡No era yo el único que pedía investigar!.
Por entonces aun mi ingenuidad me hacía creer que los acusadores se sumarían a mis interrogantes, aun fuera para intentar cobrar a quienes poseyeran tan disparatadas cifras. Mentalidad empresarial. ¡Que equivocado!. Contestaron que su interés se centraba en esos terrenos inexistentes y mi contrato, y disparando por alzada, mi posible profunda intervención en todo el planteamiento. Lo del “cerebro” del atestado policial. El argumento de la acusación, sobre mi pretensión de magnificar el proceso para salirme de rositas, se modificó por intentar una libertad con fianza. Los profesionales, cual horóscopo, fabrican la frase ajustada a su podrida voluntad.
La respuesta de la oposición a investigar por parte de los acusadores, Narcis Serra y los socialistas, en sintonía con los De la Rosa y la entrega del Juez Instructor Miranda de Dios, la encontraría décadas después, leyendo el periódico. La actual Ministra de la Vivienda Magdalena Álvarez, en su anterior cargo Consejera de la Hacienda Andaluza, y antes jefa de un departamento de Hacienda en Madrid, por una de sus tantas luchas contra oponentes habló de los miles de millones impagados en las cajas andaluzas, provenientes de avales del Banco Garriga Nogués a Tierras de Almería SA y filiales, para comprar la prensa del Movimiento en Andalucía. Se publicaría que Antonio Ubach y Ricardo García Clemente entregaron de parte de “Don Javier” un talón de 60 millones al senador socialista José Batlés para comprar el periódico La Voz de Almería. El problema no radicaba en el piso (Miranda de Dios vivía en un piso de Piqué Vidal) del beato juez instructor del Opus, también numerarios familiares de Piqué Vidal, sino profundas conversaciones socialistas con Javier de la Rosa antes de iniciarse la querella. Los socialistas se aferraban a la teta del Banco Garriga, o del Banesto, y no molestarían por las intrigas del tal Del Barco. Ayuntamiento y Consorcio se contentarían con embargar a Bruna, del Barco, Serena, dos pisos a nombre del fugado Antonio de la Rosa, y sus acciones de Astilleros de Mallorca SA. “El chuculata del lloru”. Al igual Sala, el de FILESA, chantaje sin sutilezas, pasó por el despacho de Javier, un elemento encontrado veinticinco años después aleccionando a las jóvenes promociones del Partido Socialista, y librado con unos días de su condena de varios años. Tercer Grado. Y completando la idea del chantaje, entra en escena Carles Ponsa, socio de Sala en Time Export, que para documentarse contra Javier lo nombran delegado en el Consorcio de la Zona Franca. Y de oca a oca, Pascual Estevill se asociaría con el Delegado de Hacienda José M. Huguet Torremadé a quien la actual Ministra facilitó una salida digna... futuro. El presente de los socialistas con Javier, se ampliaba con los de UCD de Carlos Güell de Senmenat, nombrado por el Gobierno Suárez nuevo Delegado del Estado, que cuando quiebre el Banco Garriga en el 85 se mostrarán con un saldo deudor contra el Noticiero Universal SA, plataforma de UCD en Barcelona, donde actuaba Pascual de letrado, de dos mil millones de pesetas. El próximo futuro.
En apariencia no podía quejarme de mi bien pagado abogado, los pocos meses en que frecuenté su bufete con nula presencia de clientes, aspecto que me llamó la atención, una secretaria y Eduardo Soler Fisas, mis insinuaciones se convertían en escrito, y nada indicaba favoritismo a otras partes. De saber que el instructor Miranda de Dios, hombre piadoso, meapilas, decía Pascual, hasta la exageración opusina, fuera inquilino de Piqué Vidal en una vivienda en la calle Enrique Granados a un precio de verdadero favor, me lo hubiera dicho, y hubiera recusado al juez, un suponer. ¿Lo sabía?, puede que no. Ahora aseguraría el sí. El núcleo profesional se entera pronto de lo que le interesa, reorientando sus políticas. Y otra sorpresa, Pascual se meneaba bien entre eclesiásticos.
Pasados los años, si no sospechoso en los escritos, mi abogado lo fue el día antes de mi detención el 1 de julio de 1980, celebrando en el Casino de San Pere de Ribes mi supuesta victoria. De ganar habría ganado una guerra ficticia creada artificialmente. Si yo hubiera conocido la vinculación de Javier de la Rosa, financiero en el inicio de Casinos, y de Piqué Vidal, secretario del Consejo de Administración de la Sociedad Casinos de Cataluña SA, propiedad de Arturo Suqué, aquella insólita firma en una cuenta con entrega de fichas, ilegal el crédito según la Ley del Juego, me hubiera sorprendido. Pascual era un ludópata empedernido, y su relación con mis ya enemigos, evidente, menos para mí. Me admiraba lo descubierto e intuido, y mis sorpresas aún pasados veinticinco años no han terminado. Y personajes actores entonces aun siguen en la cresta de la ola generada. Los millones del Consorcio, multiplicador del Banco Garriga, que a la vez atrajo a los de KIO, se esparcieron por quien tuviera el mínimo Poder ante De la Rosa y sus operaciones, y a muchos les permitió afianzarse en sus cargos y economía particular, dedicándose el noble arte de la política escalando alturas, que cerrando el círculo, blindaron al funesto personaje. Es hoy, 2005, y a Joseph Piqué, presidente del PP en Cataluña, empleado del genio, Artur Mas, empleado en Tipel, otra quiebra de Luis Prenafeta, de Convergencia y Unió, no digamos Pujol, Narcis Serra, Samarach o Vilarasau, La CAIXA toda, o al propio presidente de la Audiencia de Barcelona, José Luis Barrera Cogollos, o a Pascual Maragall, les pica el cuerpo saber de De la Rosa paseando por la ciudad con teléfono en ristre, desenterrando recuerdos.
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Los meses hasta mi detención, el 1-7-80, un terrible semestre, se vieron endulzados por la venta de Charly Max. Me sabía mal, la exitosa discoteca se había convertido en el mejor de mis negocios, las letras de la compra de las acciones se pagaban, y el resto, dinero seguro mensual, pero la prudencia aconseja venderla antes de apetecerle a alguien cercano a la parte contraria. Serena, de acuerdo. Varias incomodidades, la de los periodistas, y la presencia de la droga, lo aconsejaban. Sin conciencia de lo que se avecinaba en ese sector, la cocaína se vendía con profusión y me intranquilizaba. Fácil crear un problema añadido, y nuestra debilidad social se mostraba diáfana, señalados no ya de “financieros de dudosa reputación”, sino gansters amorales. Sobre las supuestas orgías se nos preguntaba con descaro. Nos seguían, rascaban en nuestras vidas, intervenían los teléfonos. Con seguridad el grupo de elite de la Guardia Urbana, creado para el caso, según declarado por el Alcalde Serra, profundizaba alrededor, y en absoluto en el de Javier de la Rosa o los demás hijos de Antonio, o la amplia red de su real “sociedad e intimidad”.
Total sesenta millones en letras, solventes, firmadas por la familia Nadal de Editorial Destino por la compra de la revista Pronto y endosadas a nosotros. Pagamos diez de comisión a Ignacio Ribó, hermano del político comunista, y nos repartimos el resto. Otro nido de problemas. La desatada caza no desdeñaría la operación que también se citaría, en realidad el efectivo para superar el año.
Narcis Serra y Javier de la Rosa ganaron por kao total. A los promotores les resultaba incómodo el tal Del Barco removiendo la basura. La diferencia abismal de peso y las trampas me lanzaron a la lona, la cárcel. ¡Y apenas sabía lo que por intuición y conocimientos sonsacaba del sumario!, y no pocas incómodas preguntas a interesados.
La expresión del periodista sobre José Luis Bruna gozando una prisión de “pachá”, entendí desde el primer día de julio del 80 que ni aun el mejor de los enchufados, y los había varios, vivía bien en aquel estercolero con hombres amontonados hasta nueve y diez en una celda de nueve metros. Un tópico gratuito. La Modelo, una mala copia de “Expreso de Media Noche”, con la brutalidad funcionarial de contrapeso a la salvaje anarquía y su escaso número. Normalizado con el terror el orden interno pasadas las bárbaras represiones por los motines y la fuga de los 45, en el 77 y 78, envalentonados los reclusos por la estrenada Democracia y Derechos Humanos, sin solucionar la suciedad por falta de materiales de limpieza, el amontonamiento, las infecciones, la droga, el desorden total. Lo dicho, 2.600 individuos para menos de cuatrocientas celdas, inutilizadas un centenar por los motines, sin comedores, apenas duchas frías con capa de moho verde, y menos de veinte funcionarios de guardia interior. A la larga descubrí que eso era lo bueno de aquella prisión. La anarquía funcionaba mejor que cuando centenares de guardias, sicólogos, asistentes sociales, educadores, enfermeras y médicos acababan con el poco cerebro de los drogados, e intentando con absurdos programas rehabilitar al desecho social.
Se preparaba un primer año terrible. Los motines habían sentado de director a un tal Camacho, que buen funcionario franquista reunía corrupción y dureza en parecidas dosis. Los célebres presos del caso Consorcio, por la prensa, no gozarían de destino o trabajo, y por única concesión nos metió en la Sexta Galería, de primarios y enchufados, donde tres en una celda era el máximo privilegio. Alguien presionaría y añadió las visitas por el locutorio de “Jueces”, con la ventaja de verse entre barrotes sin cristales entonces, y oírse, imposible en los locutorios generales.
Pasarían cuatro meses para ver a mis hijas en un “vis a vis”. Ocho, once y catorce años. Una sala donde las parejas usaban el lavabo y un armario, donde se guardaban sucios mochos y cubos, para fornicar. Atención, se pedía el libro de familia, casados por la Santa Madre Iglesia, con las excepciones que la corrupción y favoritismo obliga.
Tras tres días en una celda con sacos de paja en el suelo para dormir los entre diez y veinte individuos ingresados, el periodo, de observación sanitaria, a la Sexta Galería. Lo de sanitaria figuraba en los reglamentos. Baguñá, el único médico, decían, compartía empleo con un hospital, y desgraciados los necesitados. Una de mis grandes suertes en la vida, desde la niñez jamás enfermo, y moderadas las visitas al dentista.
Para describir aquella prisión, donde pasaría tres años, o mejor dos años, diez meses, y veintiún días hasta ser juzgado y condenado a ese tiempo, acudo al juez Gómez de Liaño, ya que ningún cronista de la ciudad se dedicó a tan delicado asunto aunque sobraran “progres” arropando a Xirinachs y sus campañas ante la propia prisión. El primer juez de Vigilancia Penitenciaria en Cataluña tomó posesión, según cuenta entre magnífica literatura, en las Navidades de 1981. Yo llevaría un año y medio. Escribe; “Los jueces enviamos gente a la cárcel, pero nos desentendemos de ella. A pesar que intuíamos que algo grave debía ocurrir entre los muros, nada sabíamos”. Sin comentarios. Y seguía; “Cuatro meses de trabajo fueron bastantes para descubrir el cúmulo de abusos y barbaridades que se perpetuaba en la cárcel Modelo de Barcelona. Situada en pleno centro de la ciudad, era como un amplio escaparate del absurdo”. Por lo visto le llamó la atención una denuncia y visitó el “Palomar”, unas celdas para “locos” en la enfermería. “Un preso de bata blanca, que tenía mugre hasta en los botones, exhibía su condición de protegido de la Dirección. Tal era su impudor que me hizo pensar si el cargo no lo habría obtenido a cambio de chanchullos. Me recibió como encargado de aquel cuchitril que no pasaba de ser un vulgar botiquín de campaña”. Los cabos de varas seguían en activo. Y continúa sobre el caso que le había impresionado; “Quedó en manos de unos falsos enfermeros que, sin ningún tipo de escrúpulos, hicieron con él todas las salvajadas que una fiera no haría”. “De las atrocidades, una, por su especial grado de sadismo, se convirtió para mí en objeto de obsesión: durante la orgía, varias veces le habían penetrado por el ano con el palo de una fregona. El resultado, defecaciones, meadas y vómitos, todo junto”. Pasado el tiempo, entre varios incidentes el secretario le contó que se había abierto un proceso contra el director de la Modelo. “Desconozco en que quedaría el asunto”, escribe. Ya le contesto veintitrés años después, en nada. Camacho, en su escalafón funcionarial, murió de cáncer, con gran alegría de muchos reclusos recordándole hoy en día.
Otra cita; “Recuerdo que la ciudad pasaba por una ola de calor asfixiante. Nos llegaban rumores de que se estaba fraguando un motín en La Modelo. El hacinamiento de presos llegaba al límite, y llevaban una semana sin agua corriente...”. De “Pasos perdidos, confesiones en carne viva”, Javier Gómez de Liaño, Temas de hoy, 1999. En la edición se advierte que no se podrá reproducir ni todo ni parte sin el permiso del editor. Me concedo el permiso toda vez que aguanté estoicamente tanto disparate, con él de responsable, y aunque no me dieran por el culo, en realidad todo el Sistema abusaba de mi ano, y mi vida pendió de algunos hilos fuera de control. Y sin embargo, sigo prefiriendo aquel disparate al actual. Cuenta que entonces impidió una entrada de los antidisturbios, lo dudo porque la presencié, con enormes mordiscos en las carnes por las balas de goma. E insisto, y insistiré, resultó para mí más soportable la inmersión entre seres asilvestrados, que veinte años después entre una multitud de funcionarios universitarios rehabilitadores. Me recordaban tanto, el abuso, superioridad, doblez, sometimiento y menosprecio, la demagogia de los curas del franquismo, mis maestros, que no me sorprende que mi rostro dibujara mi enorme desprecio.
Recién ingresado, sin asimilar aun lo caído encima, los aspavientos de Luis Pascual Estevill, acompañado de su socio Eduardo Soler Fisas, oyendo por primera vez en la vida lo de “!es una injusticia, recurriremos!”, y excusándose en “nos la han jugado”, “el juez Miranda de Dios, no te cree, lo de las orgías le convulsiona, discotecas, sociedades con Antonio, la Policía te acusa de cerebro”, sentí angustia, imposible de definir. Yo le insistía en la magnitud del desfalco, y aunque él me creía, decía, para la acusación, juez y fiscal, una distracción defensiva. “Insiste en que tú conocías a Antonio desde el 74 porque le compraste un BMW, además de saber demasiado sobre el Consorcio”. Y vuelta a empezar, entonces los compraventa vendían el coche con la firma del propietario, y natural en un comercio de intermediación no presentar al comprador y vendedor. Inútil.
Desde el ingreso perdí el hilo de la gran cantidad de escritos, autos y recursos, inundando el juzgado, inútiles en cuanto a la búsqueda de la verdad y el posible retorno del dinero al Consorcio, recordando el singular razonamiento del auto de prisión. Según la Censura de Cuentas realizada al Consorcio por el Ministerio de Hacienda, y el atestado policial, se apreciaban contra mí indicios racionales de criminalidad. Una escasa línea inútilmente recurrida a la Sala (los recursos se perdían por sistema puesto que el juez de instrucción cumplía con su competencia al dictar el auto de prisión), y pedida la censura y el atestado, se negaron por tratarse de documentos internos. ¡Y “razonar” el auto de prisión era una moda impuesta desde la Democracia!. O así me lo vendía Pascual. El primer documento continuaba la tónica del oscurantismo, los abría peor. Veinte años después quien tuvo en sus manos la censura de cuentas me aseguró se refería a un periodo anterior a la firma del contrato sobre los terrenos de Montornés, y relataba las barbaridades sobre valoraciones de mis escritos y el total desorden contable. Una Policía y Hacienda enlazados en pura corrupción con el Bufete Piqué Vidal y Javier de la Rosa.
Debí comprender entonces contra quién me enfrentaba. De tener una perspectiva del campo de batalla con la suficiente visión del conjunto, que el futuro me demostró que mi abogado poseía, el ataque frontal nunca hubiera sido mi decisión. Con pequeños conocimientos de derecho, asignaturas de Civil y Mercantil en mi diploma del Instituto Bancario, del Consejo Superior Bancario, cuatro años por las tardes de los 50 60 en el Banco de España de la plaza Cataluña, con excelentes catedráticos como Francisco Fernández de Villavicencio, de civil, Polo de Mercantil, Goxens Duch, de contabilidad, y varios en matemáticas y especialidades bancarias, y por experiencia, me lancé a descubrir la verdad, una nebulosa intuida desde el inicio de la denuncia. No tenía ni idea de cómo se burlaba la ley, aunque suficiente de corrupción de baja intensidad, ni de que en el campo contrarío se alineaban todos quienes fueron y eran algo en Barcelona, a sumar un montón de arribistas chantajeando al evidentemente en descubierto Javier de la Rosa. Todos cobrando del Banco Garriga Nogués, o a través del que ya se comentaba el más poderoso y grande en número de abogados, repleto de gente en relación directa con la Judicatura, y que aún rebasaría cotas superiores con Pujol y KIO, el bufete de Juan Piqué Vidal.
Y yo en lugar de aceptar la defensa gratuita, y si ellos querían fuera “secretario” de Antonio, pues eso, me convierto en una mosca cojonera, señalando lo evidente. Liso y llano, “la cagué”. Mis dos compañeros de desgracia lo veían claro; “Rafael estás enmerdando el asunto, me decía Serena, Antonio robaría más de lo que podamos imaginar, pero el hijo no tenía nada que ver”. Y yo le contestaba; “Y se te ocurre declararte administrador de Antonio, si acaso uno de sus socios, o fanático por los coches, se asoció, e invirtió en tus sociedades. En definitiva, la verdad”. Se descojonarían el juez y los abogados acusadores (o sea, todos), en la red un adecuado pajarito. Se reirían con un “las novias le administraba”. Las relaciones se enturbiaban. Por el estilo, Bruna de Quijano, del que con largas horas de patio no conseguiría ni una simple reseña sobre el Consorcio. Antonio de la Rosa había cambiado, y nosotros sus íntimos. La versión “oficial”, dogma de fe. Pascual entregaría otra serie de escritos hasta otro “no ha lugar”. Total y absoluto. Y a cambio de ese “no ha lugar” con los años merecería el estrellato judicial.
11
Si el juez Miranda de Dios disfrutaba un espléndido piso de 170 metros en Enrique Granados Provenza, propiedad de la mujer de Piqué Vidal, o el segundo de “Estafas” de la Policía, inspirado y copiado de la vulgar serie “Colombo”, donde el abogado asesino lo engatusa con contratar y asociarlo a su bufete y un sueldo millonario, acabaría con el tiempo en el Bufete Piqué Vidal, y allí colaboraba uno de los tres magistrados que me condenaría, Adolfo Fernández Oubiña, obviaban descubrimientos. Oubiña en sus apariciones en televisión o sus habituales de la radio como tertuliano de Luis del Olmo, jamás contaría los guiones de gansters americanos que viviría en el Bufete.
La prensa, fuente trascendental con Intervíu convirtiendo en millonarias ventas los escándalos, parecía dormida, ausente. A la madrileña Cambio 16 no se le añadía la barcelonesa, el impacto de la página entera del Diario de Barcelona del 5 de Mayo, denunciando los diez mil millones tan claros en la denuncia, sin eco, ni continuación en el célebre Brusi. Si la autoría se daba por supuesta con la fingida huida de Antonio de la Rosa, jamás se nombraría a Javier de la Rosa, Fernando, Pilar, o al abogado en el Ayuntamiento, Antonio. Silencio total. Respeto total por los hijos de Antonio de la Rosa, capitaneados por Javier, involucrados por sus empleos, y por el Banco Garriga Nogués, omnipresente en el desfalco.
Para La Vanguardia, la denuncia más trascendente desde el caso Matesa de Vilá Reyes, doce años atrás llenando titulares y páginas, no existía, y para el poderoso Grupo Z, Interviú y El Periódico, Asensio, vecino y financiado con largueza por el Banco Garriga Nogués, imprimiendo en los talleres del Noticiero Universal, y la monopolizadora de los escándalos, Intervíu, silencio total hasta Mayo, cuando impactó la página del Diario de Barcelona.
La primera noticia en el Grupo Z de Asensio, el 9 de mayo de 1980, un suelto muy significativo del viento conduciendo la gran ambición y partidismo de Asensio. “Alianza Financiera SA, también conocida por Alfisa, presentó ayer suspensión de pagos ante el Juzgado nº. 8 de Barcelona. Tanto por el montante de la suspensión (un activo de 506 millones y un pasivo de 320) como por el tipo de sociedad (una financiera dedicada a todo tipo de financiación de compraventas a plazo, es decir, de carácter general) no se trata de una suspensión cualquiera. La recámara del asunto es quienes han dirigido en el pasado esta sociedad. Efectivamente, en el anterior consejo de administración figuraba el financiero Rafael del Barco Carreras, intermediario en el caso del Consorcio de la Zona Franca y contra quien se ha querellado el Ayuntamiento. Al salir de la sociedad, Del Barco debía varios millones a Alfisa. Sus actuales gestores están, precisamente muy molestos con la anterior forma de llevar las riendas de la firma”. ¡Carajo!. Un torpedo, otro, ¿y a beneficio de quién?.
A continuación el 15 de mayo, el Periódico sigue con “Proyecto para traspasar el Consorcio al Ayuntamiento”, anunciando problemas sin matizar. Y para finalizar un gran titular el 10 de Julio de 1980, de oscuro enunciado, “Otros mil millones se han esfumado de la Zona Franca”, centrándose en Antonio.
Iniciarse atacándome a mí, o despistar con una fusión, parte del guión. Si alguien hubiera consultado el Registro Mercantil, o investigado en el Juzgado n.8, o siquiera preguntado a la portera del inmueble Rambla Cataluña 27, sabría que yo no administré, ni siquiera trabajé o dirigí Alfisa. El chiringuito financiero merecería de por sí otro libro, sin embargo ni sus cifras ni la fama de sus componentes lo merecen. Alfisa creó en el 67 la cooperativa de crédito que durante siete años dirigí, pero desligada de la Caja por orden directa fruto de una inspección del Banco de España por el 68, su camino y el mío se unió con las nefastas urbanizaciones y promociones inmobiliarias, creadas al empuje de José Antonio Casanovas Tomás, hijo de la amante de Juan Álvarez Torras, Intendente Mercantil y Censor Jurado de Cuentas, que con José Luis Pérez-Albert y de Olaguer, captador de inversiones entre una refinada aristocracia, y Pedro Pérez Güerri, director regional del Banco Guipuzcoano, de donde le despidieron por redescontar a coste cero papel de sus financieras, crearon y dirigieron Alianza Financiera SA.
Alguien añadía malicia sacándose el polvo de encima. El verano del 67, salía a la palestra. Desmenuzando mi vida para readaptarla. De contable de un mayorista de artículos eléctricos, filial de la quebrada Rull SA, de sanitarios y material de construcción, y anunciado en La Vanguardia como joven con conocimientos y estudios bancarios y buen contable, me pusieron ante un papel de la Organización Sindical creando la Caja de Crédito de la Agrupación Comercial e Industrial Sociedad Cooperativa, con objetivo inmediato de dar una especie de cobertura fiscal a los inversores de Alianza Financiera SA. El tiempo llenaría y complicaría el invento, por suerte sin repercusión en el futuro pero condicionando mi vida.
No cabe duda, Asensio se disponía a devolver los favores de Javier de la Rosa, o a cobrarle más, centrando en mí la atención. Intervíu, callada. Sus famosos dossiers sobre “vidas y fortunas del franquismo” interrumpidos. Sibilino Asensio, los dos escalarían los recónditos aledaños del Poder, el editor callando, hundiendo enemigos, y arrimando su sardina a la mejor ascua, y el banquero sobornándolos, o pagando simples chantajes.
Una vez en la cárcel se iniciaron las intensas campañas. Por parte de El Periódico, sin incidir en el Consorcio, dedicó grandes páginas a lo titulado “mis urbanizaciones”. Unas “urbanizaciones” donde me vi metido por “descontar” letras, y “pillado” continué con la vaga ingenuidad de “solucionar”. Lo que tanto me preocupaba acabó lo mejor posible, pero lo del Consorcio, la pesadilla comenzaba. Mi nombre sobresalía, alguna gacetilla me hacía administrador o consejero. La puntilla, gran lanzada del Grupo Z vendría de una publicación, ajena, o aparentemente ajena.
El día 18 de septiembre de 1980, en el n.13 de una revista, MAGAZÍM, de gran formato y pretensiones, editada por el ex socio de Asensio en Intervíu, José Ilario Font, se inician seis artículos, uno cada semana, toda una joya de la ocultación y creación de imagen. En la quiebra del Banco Garriga no encontré su saldo negativo, quizá se sumaría en los del Noticiero Universal, saldría del banco con billetes verdes, o se hallaba en los miles de millones de deudores por debajo de los diez mil de mínimo personalizados en las diferentes publicaciones. Elemental recordarlo.
Se inicia en primera página con un sobresaliente “Zona Franca”, y aumentando el grosor y centímetros de las letras “El Matesa de los 80”. En mis manos en la cárcel, el mismo día de la distribución, me dio un vuelco el corazón. Matesa, 10.000 millones. Segunda página y a doble. “Barcelona, la negra historia del Consorcio de la Zona Franca, y en fondo blanco con grandes titulares ocupando las dos páginas “EL MATESA DE LOS OCHENTA”, y al pié las fotos de Santiago Udina Martorell, Enrique Massó, ex Alcalde de Barcelona, y Carlos Güell de Sentmenat, principio y fin de esta historia, añadía.
Sin más lectura creía hallarme ante una segura exposición de lo sucedido, por el título con 10.000 millones. Mi gozo en un pozo, bajo una gran fotografía portuaria resaltaba un recuadro, “¿De quién es testaferro el acusado Rafael del Barco?”. Innecesario leer, los nombres en negrita los habituales y conocidos del sumario, ni una cita a los talones del Banco Garriga Nogués. Ni siquiera culpaba a Antonio minimizando con que compartió poderes con Udina Martorell. La pregunta tenía grosor, podían asignarme testaferro de Antonio, de Javier, de Udina, o de quien le apeteciera al chantajista o al acomodo de los guionistas, el Bufete Piqué Vidal. Allí se anudaban los hilos de la marioneta.
Y por el estilo la próxima semana, remarcando nuestros nombres y señalando a Santiago Udina Martorell, que debió remover sus asentadas amistades.
La tercera semana, recordando los diez mil millones, por supuesto culpaba a Antonio de la Rosa, y mi nombre en negrita sobresalía reiterativo y con abuso.
En la cuarta parte, el serial con gran foto de Antonio de la Rosa, omnipresente y omnipotente, hombre de convicciones firmes e inquebrantables, añadía. A continuación Del Barco y Serena por doquier, y ya preguntándose “¿sabían o no sabían la procedencia del dinero de Don Antonio?”.
En el quinto capítulo, la foto de Bruna, “prestigioso abogado barcelonés, ahora en la cárcel, parece encerrar la clave del misterio”. Y vuelta hasta la saciedad, abuso mediático, mi nombre en negrita. A cada dos líneas. Ni la sintaxis permitía tanta repetición. Y se extendía en las sociedades mercantiles donde aparecía Bruna. Y anunciaba el sexto, y último capítulo.
Por fin mi nombre no aparece. El sexto, unas declaraciones de Carlos Güell de Senmenat, y de Narcís Serra. Con los recuadros “A finales de Agosto me dijo De la Rosa que se iba de viaje de negocios. No volví a verlo”, declara Güell, y “Cuando acepté el cargo desconocía que en el Consorcio se había producido un fraude”, Serra. Continúa con “los acreedores exigen al Consorcio 10.000 millones”, e insinúa sobre Porcioles, Massó y Socías Humbert, anteriores alcaldes, publicando una lista de las inversiones, sin entrar en valoraciones.
Enrique Massó Vázquez, merece un pequeño recuerdo. Alcalde desde el 73 al 75, o sea presidente del Consorcio ya iniciado el gran baile. Falangista, camarada de Antonio. Procurador en Cortes, y consejero de varias grandes empresas (FECSA). O el menos brillante sucesor, José María Socías Humbert, abogado, gran cruz del Mérito Agrícola, ex cargo ministerial franquista, y Delegado de los Sindicatos Verticales en Barcelona, sin percibir nada extraño en el Consorcio, y que según rumores escritos trataba a Pascual Estevill en sus escarceos políticos.
Al famoso Excelentísimo Don José María de Porcioles y Colomer no le coge de lleno (en pleno apogeo del Consorcio solo es Alcalde Honorario de Barcelona) aunque su hijo José María de Porcioles y de Sangenís es el consejero delegado del Noticiero Universal (pieza clave), y las raíces de su extenso mundo profesional y financiero abarquen a los De la Rosa. Juez de Apelación de Andorra. Académico de la Real Academia de Jurisprudencia y Legislación. Grandes Cruces de Carlos III, Isabel La Católica, Imperial del Yugo y las Flechas, Mérito Civil, Mérito Naval, y de Alfonso X el Sabio. Tantos títulos como barrios cochambrosos tiene su ciudad, y empresas con recalificaciones y quebradas a tiempo.
¿No llegarían a la Alcaldía siquiera alguna multa de los quince coches de superlujo que Antonio aparcaba en el garaje de la calle Granada frente a la célebre tortillería Flash?, de cuando residía en la Diagonal 419, antes de trasladarse a Reina Victoria con 400 metros de vivienda (piso escriturado a su nombre y por tanto liquidado a Hacienda donde absolutamente conocido). Un escaparate en el simbólico centro de Barcelona, Tuset Balmes, con un Rolls Silver Sadon II, otro Cornige, varios Mercedes 450 y 300, Porsche Carrera y 911, Maserati Indi América, Dino Ferrari y 400, Aston Martín, BMW 435, Jaguard JV6 y 12, un caprichoso Morgan o Cadillach, Saab, un desconocido Monteverdi suizo, o un NSU RO 80. El lujo europeo de entonces. Y en uno de sus estrafalarios discursos a sus panegiristas, Javier decía compartir un 600 con sus otros hermanos, cuando ya en la mili en Castillejos tiraba de champán de gran magnate. Serena me contaría que cuando trabajaba de dependiente vendedor del carrocero Serra, en el Paseo San Juan, por los 60, Antonio compraba las novedades europeas con el fajo de billetes. De ahí nacería la amistad y asociación, mucho antes del CITA y empréstitos con la Caixa..
Gracioso Güell de Sentmenat; “Con Udina Martorell no he hablado del tema, pero todas las referencias que tengo de él coinciden en que se trata de una persona de gran honradez. Era un hombre que llegaba al Consorcio como ex subsecretario de Obras Públicas, movido por la buena fe de creer en la posibilidad de una gran inversión pública en Cataluña”. Un insulto a la inteligencia de los lectores. La tela de araña se cerraba. El guión corregido y entregado. ¡Joder, joder, joder!. No repetí el ciceroniano “ubinam gentium sumus, in qua republicae vivimus...”.
El nexo a resaltar entre los seis capítulos el silencio absoluto sobre los hijos de Antonio, y ninguna mención al Banco Garriga Nogués, ni menos mis declaraciones. Silencio sobre las extrañas operaciones reales, ni opinión sobre valoraciones de edificios. Lo declarado y escrito en el juzgado no existía para tan capaces periodistas.
Lo impactante de la 6ª parte de la espléndida revista no lo debo obviar. Una excelente foto de Güell de Senmenat y Narcís Serra, graves, en postura de empuje, y remarcándola; “Con las declaraciones de Carlos Güell, actual delegado especial del Consorcio, y de Narcís Serra, alcalde de Barcelona, llegamos al sexto capítulo. Y al último, al menos por el momento, si bien esta revista -que ha sido la única a la hora de denunciar el tema- seguirá la actualidad de cuanto puede suceder en torno al escandaloso fraude del Consorcio de la Zona Franca de Barcelona. Seis capítulos. Seis escalones hacia la verdad: Los nombres, las fechas, los pelos y las señales del más turbio affaire económico de la última década... ahora corresponde a la Justicia adjetivar lo que nosotros nos hemos limitado a explicar”. Amén. Y firma un periodista, o lo que sea, llamado José Ramón del Ramo, que no me entrevistó, maldita la gracia que le haría mi versión.
Para muestra de la prensa barcelonesa innecesarios detalles, pero es imposible entender el conjunto sin acudir a ella, por lo menos para descubrir el titánico esfuerzo realizado para salvar o estrujar a Javier de la Rosa. Por entonces yo aguantaba en la celda además de una depresión de Serena, culpándose por dejar el pueblo para trabajar en Barcelona, donde sus hermanas tenían un bar, o las continuas meadas de Juan, un borracho empedernido traficando con cervezas, entonces “legales”, bebiéndose no menos de tres cajas diarias. Las cervezas, un curioso método de premiar a los “destinos”. ¡Y La Vanguardia a página entera anunciando “Banco Garriga Nogués”. ¡El que lava más blanco, sería!, o “BGN Internacional”. Que yo supiera el banquito de Javier no tenía sucursales en el Exterior, corregido con “corresponsales”.
“Tan solo se sabe el rumbo de una parte”. “El turbio caso de diez mil millones esfumados del Consorcio de la Zona Franca. Poco a Poco irán apareciendo todos: 1.230 millones, por el momento, volaron así...” ¡Pues no!, no aparecieron, y desapareció ese MAGAZIM, con seguridad en negociaciones o vendido para no continuar publicando ni menos preguntar a Del Barco.
Exceptuando el engendro, un guante a los propósitos oficiales y de Javier de la Rosa, y visto desde la lejanía, la prensa fue moderada, aunque a mí me pareciera de presencia continua. Si se compara con el Caso Matesa, o Sofico, dos similares, de diez años antes, donde las partes en lucha se encarnizaron a través de los periódicos, del Movimiento falangistas contra tecnócratas opusdeistas, en el Consorcio, sentada la perversión del franquista Antonio y los golfos Serena y Del Barco, nadie se enzarzó. Acuerdo absoluto. Una nimiedad comparando con la dedicación de la prensa a Javier de la Rosa en declive, o su amigo Pascual Estevill, de juez chantajista. El caso no alcanzó la popularidad, aunque total fama entre la clase dirigente. Y yo me pregunto ahora, ¿Antonio era culpable?, quizá por dejar la entidad en manos de sus hijos, con talones firmados en blanco, y apareciendo cientos de firmas falsas atribuyéndole la falsificación. ¿Quién rellenaba los talones firmados en blanco encontrados en el Consorcio?. ¿Y quien estampaba las firmas de los contratos de gente real e irreal?. ¿Se abonaban en las cuentas de Antonio de la Rosa en el Banco Garriga y Nogués, según la sentencia, cuando en la instrucción no aparecieron esas cuentas?. Lo dictarían por “íntimo convencimiento”, digo yo, con lo fácil que hubiera sido exigirle al Banco las cuentas, y a su dueño el Banco Español de Crédito, centralizada la contabilidad en su Núcleo Contable, en Santander, cosas de la informática de entonces.
¿Y la Fiscalía?. El fiscal Eladio Escusol Barra un invitado de piedra ante los talones del Banco Garriga. No es una suposición sino una afirmación, Eladio Escusol, buen funcionario, demostrado contra PRISA, donde tampoco le harían caso, comunicaba a su superioridad el Fiscal Jefe Alejandro Sanvicente, o su cúpula Alejandro del Toro, Carlos Jiménez Villarejo y José M. Mena, los descubrimientos en el caso Consorcio. Y el Fiscal Jefe Sanvicente tendría informado al Fiscal General del Estado que buen servidor de su Jefe Adolfo Suárez, o su cuñado Aurelio Delgado “Lito”, comentarían que la fuente de financiación de los suyos en Barcelona a través del Noticiero parecía no estar bien cimentada. Ellos la cimentarían. Y todos olvidando el Artículo 785 bis de la Ley de Enjuiciamiento Criminal. “Cuando el Ministerio Fiscal tenga noticia de un hecho aparentemente delictivo... practicará el mismo u ordenará a la Policia Judicial que practique las diligencias que estime pertinentes...”. ¿Talones por cientos de millones librados a la orden de nombres falsos y pagados por el Banco Garriga no son hechos aparentemente delictivos?.
12
Escribir a los veinticinco años la urdimbre tramada por Juan Piqué Vidal, Javier de la Rosa Martí, Luis Pascual Estevill, Narcís Serra Serra, o su abogado Rafael Jiménez de Parga, cada uno tirando por su lado con el mismo objetivo, culpar a inocentes para contentar y ganar dinero con el culpable, es un lujo que pocas víctimas pueden permitirse. La mayoría de víctimas de la corrupción ignorará a beneficio de quien les han destruido y arruinado sus vidas. Los verdugos y estafadores se difuminan, desaparecen a los ojos de sus víctimas, y hasta los más desalmados y ambiciosos asientan su vida sin pretender ser los dueños del mundo, y dignificando lo robado, pero en mi caso su carrera, hacia la tumba sería (porque no hay otra), comparándose a los antiguos faraones, les obligaba a acumular fuera de toda lógica. Y tragaban desaforados, sin obstáculo. Para ese lanzamiento al infinito de los miles de millones sirvieron los primeros ocho mil de la vida de Javier de la Rosa. Cada fiasco marcaba el rastro de su autoría anterior, y dejaron tantos que la novela que inicié para llenar las tristes horas de cárcel sobrepasó cualquier entendimiento.
Dirigir la querella al juzgado apetecido era un juego de niños, y sigue siéndolo. Se necesitan amigos y conocer la mecánica de reparto, entonces a dedo. Primera fase, la instrucción, para un dominable inquilino. Después se apuntalarían más estamentos judiciales.
Por el momento y en el 80, lejos de la popularidad los personajes, únicamente el alcalde actuaba en olor de multitudes, abusando de ese olor, y sin preocuparse de los demás cuervos devorando el cadáver, él se lanzaría al discurso lerrouxista soñando con Madrid. Si a los treinta y siete años se podía alcanzar la alcaldía de Barcelona siendo el huérfano de una familia con buenas raíces sociales, su padrino Narciso de Carreras, Presidente de La CAIXA, CAJA entonces, y aún catalogado de “rojo” lo emplearon en la Diputación del franquista Samaranch, significa que en el país era tan fácil llegar a presidente como en América. Un progresista traumatizado ante su rica y derechista familia que le ayuda, le coloca, y ampara sus primeros pasos profesionales en un Consulting con Miguel Roca, compartido y aprovechado con su empleo en la Diputación. Por si fuera poco su padrino en la Caja de Pensiones, su tío Serra Ramoneda en la Caja de Cataluña. El discurso contra las fechorías franquistas, con la inexorable cárcel, obtenía tan gran éxito que se le avecinaba un futuro deslumbrante. Si aun no estaba convencido, se convencería que para trepar se ha de asesinar la conciencia.
Leyendo el 1 de octubre del 80 “El Periódico” el futuro se ennegreció si cabía más. A toda página una sentencia de 72 años de cárcel contra un tal Pio Bosch por la urbanización ilegal “Serra d´Esquirols” de Fogás de Tordera. Y reiterando, atizando el fuego, “Junto con el affaire de Dalmar cabe señalar la actuación de la Asociación en un nuevo afaire urbanístico y legal del que es responsable Rafael del Barco, actualmente en prisión por la presunta estafa de la Zona Franca. En este affaire urbanístico podría haber 3.000 afectados”. Y el día 30 de octubre de 1980, a mí dedicado a toda página, “Parcelistas defraudados van en masa al Juzgado”. Se añadían urbanizaciones ni oídas, “Agua Viva Park”. Y aunque se aclarara que en reuniones entre parcelistas, promotores, ayuntamientos y comisión de Urbanismo se pactaron arreglos globales ajustando a la legislación de entonces los planes parciales aprobados por los ayuntamientos franquistas, la palabra Juzgado se magnificaba. No habría juzgados, solo en Can Fornaca, donde mi actuación por administrador de la sociedad me sentó en el banquillo, y declarado inocente. Aquellas desastrosas urbanizaciones enriquecieron a muchos parcelistas que ni pagaron las letras y a mí casi me arrasan. “Señora, usted dice que Del Barco le estafó, pero aquí aparece que pasados unos años compra la parcela del vecino, y si la suya le costó 150 mil pesetas, la del vecino un millón y medio. Lo que usted llama el “grupo Del Barco” le ofrece ahora 1993, a veinte años de comprada la primera, 6 millones por sus dos parcelas. ¿Vende?”. “Ni hablar”. Le salió del corazón. “Señorías, ¿dónde está la estafa?”. La argumentación del abogado de Rigat, célebre empresario, sucesor de los reales administradores de Alianza Financiera, socia de las urbanizaciones, fue concluyente. Los políticos de nuevo cuyo se afanaban por crearle problemas al viejo franquismo. Ruido sin nueces. De reclamo. Las nóminas oficiales les amansaron. Y de horror encerrado en aquella porqueriza. El Periódico me dedicaba más información que al Consorcio, y si apenas citó a Antonio de la Rosa, ni escapársele el nombre de Javier.
El escándalo tenía su parte positiva, los compañeros admiraban el delito de bolígrafo y los miles de millones creaban cierta aureola, y si la vida me obligaba a vivir en aquella selva debía replantearme objetivos. Por de pronto salir del círculo cerrado, galería patio. El único lujo, pagando, comer de “fuera”. Las comidas, servidas por el Bar Modelo, la Tina, abrieron un camino de futuro. Al año me colocaban en el “Economato Central”. Invitar en el bar restaurante de enfrente se convirtió en un coste de mi estancia en la prisión, mejorando mi largo encarcelamiento.
13
Pascual Estevill cumplió pidiendo en recurso mi libertad, ¡faltaría más!, y en escrito del 21 de Julio de 1980 solicita que el Consorcio aporte la citada, en el auto de prisión, Censura de Cuentas del Ministerio de Hacienda. El 28 pide diligencias y cuentas bancarias, las del Banco Garriga que se negaron a aportar. El mismo 28 le contestan NO sin apelación en cuanto al atestado policial, donde Justo Aguilera me convertía en “cerebro”. Cerrando el Julio del 80 toda posibilidad de discusión sobre el auto de prisión que por toda razón y prueba señalaba unos documentos que no aparecerían jamás. Quizá Pascual Estevill ya dispusiera de amiguetes en Hacienda, como a los pocos años se demostraría, pero al igual que Guerau del Ayuntamiento, a mí no me sirvieron.
Aburrirían los detalles de tanto inútil escrito, pero el Juez de Instrucción, Miranda de Dios, se ablandaba y aceptó las declaraciones de los llamados vendedores reales de mayor importe. José M. Corominas Partagás, y el 30 de Octubre del 80 declaraba Francisca Gambús, con poca memoria, sin embargo no recibió los 380 millones firmados en el contrato. “Tantos millones, no”, se lee en la declaración. Nadie incidiría con quien negoció la venta y el contrato, un escueto “cosas de su abogado y marido”, dijo. Y en Noviembre declara María José Castañer, la francesa, aleccionada con un “nosotros éramos íntimos y engañábamos a Antonio”. La expresión provendría del propio Antonio de la Rosa. Con mi visita a París, de dominio público a pesar de la privacidad entre Antonio y yo, con la declaración de “la francesa”, se afianzaba mi sospecha que desde algún lugar, el Bufete Piqué Vidal, mi aun socio en Solares y Patrimonios SA, dirigía la función. Si su móvil salvar a los hijos, lo conseguía.
Poco más en el 80. Se detallan y aclaran los 81.187.000 ingresados en las cuentas de mis sociedades provenientes de talones de Antonio de la Rosa. Y auto del 28-11-80 denegando la libertad con expresa oposición del Ayuntamiento y del Consorcio.
Las navidades y final de año de 1980, la antítesis de 1979. Mal año cumpliendo cuarenta. De atenerme a Pascual Estevill, o mejor a Eduardo Soler Fisas, los primeros meses visitándome con asiduidad, con detalle de autos y recursos, aún acentuando lo “político” del caso, decía que el instructor dudaba, sus escritos abrían brecha, y pudiera sorprendernos una libertad con fianza para el próximo año. La esperanza siempre se ha de mantener en el cliente que paga. Algo de razón tendría, por fin se citaba a Javier de la Rosa Martí para el 16 de enero del 81, el mismo día declararía Francisca Esteve Triadó, vendedora por 258 millones. Se abría camino.
Declaró Javier, y pesando el apellido y las acusaciones, la prensa, ni palabra. Ningún medio, nunca, publicó esa declaración, y siendo noticia años después que quien primero le llevó delante de un juez, a declarar, fue el abogado Carlos Obregón por el caso Sirsa, al que casi le cuesta la vida, además de expulsarle del Colegio de Abogados. Los periodistas y los abogados se mecen en el chovinismo, lo que no reflejan las hemerotecas o los sumarios no existe. ¡Qué colegio ese Colegio, involucrado desde los cimientos al pararrayos en la Gran Corrupción!. Del mismo tenor la citación del día 29. Careo entre Santiago Udina Martorell, delegado del Estado en el grosor del desfalco y Castells Esteve.
Pascual Estevill no me mentía, el caso al rojo vivo, pero los acontecimientos se precipitaron. Una cacicada tuerce el camino, al hilo de la corrupción. Un golpe de mano, pura porquería. Nombrado un Juez Especial, por alguna circunstancia, para mí clarísima. Miranda de Dios no interesa. Vivirá cómodo en su barato piso de Enrique Granados, propiedad de la esposa de Juan Piqué Vidal, sin el trabajo de instruir el tedioso Consorcio de la Zona Franca. Cumplida su misión. No le asignaron el caso para buscar la verdad y administrar Justicia, él solo debía encarcelar a los tres denunciados, y aceptar la versión de los hechos. Nada de creer al tal Del Barco y ponerse a investigar.
Un Juez Especial. La Constitución anula esos nombramientos de juez a dedo, pero el Presidente de la Audiencia Provincial se atenía a los usos y leyes de siempre convirtiéndole en dueño y señor de su Audiencia. Se entendería a sí mismo por ungido y delegado del Dictador. Primero Capitanía General y luego la Audiencia, pilares del organigrama español. Ignoraba la muerte de Franco y que en el 77 se aprobó la Constitución. Sobre el Ilustrísimo José Álvarez Martínez el futuro no me traería extraños pisos o regalos. Su nombre se esfumó en el magma funcionarial, siendo su única aportación a la clarificación de los hechos el “no ha lugar” definitivo. Ni citas a Javier ni a nadie. ¿Por y para qué lo nombraron?. Era titular del Juzgado de Instrucción nº. 11 y nada indica que tuviera poco trabajo en su juzgado. Nunca confesaría el porqué de su nombramiento “especial”. ¿Se negó Miranda de Dios a firmar un “no ha lugar”?. Se acabó de un plumazo.
El Juez Especial Álvarez por todo razonamiento en auto de fecha 7-2-81 habla de verdad verdadera, y que de obtenerse más pruebas solo agravaría la situación de los procesados, y que el Juzgado se hallaba colapsado y no cabía más trabajo. Inútil recurrir. Así de sencillo. Cerrada la fase de instrucción. Mi delito clarificado, encubrir por conocer la procedencia ilícita del dinero de Antonio de la Rosa Vázquez, y falsedad en documento privado. Lo de “cerebro”, excluido. ¡El juez si parecía un cerebro del derecho y de los derechos humanos!. Para él el acusado carecía del derecho de pedir pruebas, irían en su contra. Si no le regalaron un piso, se lo merecía. Había prisa, miles de querellas pasan quinquenios en fase de Instrucción, en los delitos económicos absolutamente todas, y en aquella que no se clarificaba nada, en apenas seis meses, cerrado el sumario.
Más cacicadas, o corrupción pura y dura. El día 9 de enero de 1981, se nombra en la página 1.100 del n. 15 del Boletín Oficial del Estado, presidente de la Sección Primera de la Audiencia Provincial al Ilustrísimo Señor Don Manuel Derqui Valbuena, y en el momento de decidir sobre los recursos del nuevo juez especial de instrucción se le aparta de su competencia y presidencia, tomándola para únicamente el caso Consorcio el Excelentísimo Señor Don Alfonso Hernández Pardo, que a la vez nombró al juez especial Álvarez. Ni que decir, él ratificó el gran esfuerzo de su mandado anulando toda petición de pruebas, hasta las pedidas por el Ayuntamiento y Consorcio, conformes a más citaciones a Javier de la Rosa. En definitiva, otro susto a Javier representaría más créditos y avales. Ni volvería Francisca Gambús ni Corominas a clarificar la cifra recibida y con quien negoció sus contratos. 600 millones de los oscuros 8.000. Tampoco Udina Martorell. Ni menos nadie insistiría por las cuentas del Banco Garriga. ¿Cuánto le costaría al Banco el frenazo a la investigación?, ¿o repartiría el coste con la CAIXA?. Udina fue consejero secretario de la Caixa a la vez que Delegado del Estado del Consorcio en la época del gran desfalco, en definitiva la fuente del dinero, y destino de 600 millones pagados en negro para la concesión del empréstito. Sea como fuere, no se sabrá. Aquel año el banco creció doblando, las sumas incluían los créditos que no se pagarían.
Un mes, Enero de 1981, de inmenso trasiego para quienes traficaban con mi libertad. En tan poco espacio de tiempo, para los juzgados un mes es una unidad de tiempo mínima, de inicio, de registro y acaso lectura, pactaron su solución. No se les debían escapar ni los acusados, víctima aceptada por la opinión pública, ni desmadrarse el escándalo inmiscuyendo a Javier de la Rosa Martí. Los millones del Consorcio una tontería a comparar con los en juego en el Banco Garriga y Nogués. Todos amigos, y conformes, menos los encarcelados.
Por si algo se tuerce, o se debe fallar un recurso en contra, o conveniente se interponga, pues de lo contrario la sinfonía desentonaría, la escena se completa con el sumun de la Audiencia. La Soberanía en Barcelona. Aparece en escena el Excelentísimo Señor Alfonso Hernández Pardo. El caso, reservado para sí en exclusividad, ya que por Presidente de la Provincial no intervenía como magistrado en ningún tribunal, desde que ascendiera de la presidencia de la Sección Tercera. Y por si tiquismiquis entre señorías enmerdaran su alto entender de la Justicia, nombra a su compañero (o subordinado) de la Sala Tercera, Don Angel de Prada Mendoza, como componente de esa Sala Especial que firmará como Sección Primera. Discutible designación, puesto que en caso de sustituir a un magistrado ausente esa designación debería proveerse por el Presidente de la Territorial y no por el de la Provincial. Pero ni siquiera se trataba de completar un tribunal, puesto que el de la Sección Primera funcionaba en paralelo al completo, sino de crear una “ad hoc”, traducido, “a su conveniencia”. Nadie recordaba algo parecido.
Siempre he creído que los autos se redactaban en el Bufete Piqué Vidal, para comodidad de los funcionarios de la Sala que actuaba con dos composiciones. Sería interesante remodelar las sentencias y los autos de una sala con dos presidentes que actúan por separado y a la vez el mismo día y hora. ¿Los dos magistrados se levantaban de un juicio o deliberación con un presidente para sentarse en el estrado del otro?, ¿de cuantos estrados disponía esa Sala?. Si entender la Santísima Trinidad me provocó fiebre y renuncié a plantearme semejantes trilemas, esa dual trinidad la entendí por los intereses en juego. Es muy simple, un secretario pasa sentencias y autos a la firma, ¡que más da que estén en un lugar u otro las señorías, o la Sala sea una Soberanía bicéfala!. Detallaré más adelante el enjuague, y se puede leer el recurso al Constitucional. Engatusar a los magistrados, o al instructor con pisos a su medida, o tildando de degenerados a los detenidos con las supuestas orgías, de principiantes. Pero convencer a toda la Ciudad que los miles de millones desaparecieron por un lugar u otro, y nadie jamás reclamara, ya presuponía grandes cerebros, o dominar el suficiente Sistema, y en conjunto actuando a lo dictador bananero
Muertas las esperanzas. Y lo peor, se cerraba el Sumario. Y muchísimo peor, entrábamos en una etapa de oscuridad total en cuanto a nuestra libertad que con la ley en la mano se podía eternizar. Sin tope la prisión preventiva. Se recurren los nombramientos especiales, contrarios a la Constitución, al Supremo y Constitucional, y ¡no lo hubiéramos hecho!, más eternidad. El tal Alfonso Hernández Pardo, por los rumores un franquista de boina, y de esmoquin celebrando junto a su esposa, luciendo pedruscos, en el Ritz, el Premio Planeta con su amigo Pascual Estevill. Pasados unos años.
La historieta de que el nombrado Derqui no estaba bien de la cabeza, y menos entendía de temas económicos, (sería porque apuntó una libertad con fianza), me sonaba a tomadura de pelo, y me molestó oírsela a Pascual Estevill. En cuanto a los conocimientos financieros del Presidente Especial no pasaban de una gracia sobre “demasiados millones, seguro que son culpables”. Si los caciques ahora son lacónicamente graciosos, entonces eran “geniales”. Una Sección la Primera sin gran suerte porque al tiempo fue presidida por Adolfo Fernández Oubiña. Otro nombramiento definiendo la mentalidad de la burocracia judicial. Sobre Adolfo corrían “graves genialidades”, además de su gusto por el dinero y las mujeres, y entre los abogados, especiales inclinaciones por “amistad”. Todos quienes le trataron durante cuarenta años tienen alguna anécdota “graciosa” que contar. Acabando mal esa presidencia, al unísono con su compañero José Luis Barrera Cogollos, que con expediente y sentencia del Supremo escalará a Presidente de la Audiencia. Y de recusar ante las evidencias, nadie, y menos mi abogado. Un hecho comentado entre profesionales que Del Olmo y su moderada información radiofónica jamás mencionaría. En su descargo, ni prensa alguna. Que un Presidente de una Sección de la Audiencia sea expedientado y degradado no es noticia, ni merece comentario. Y los dos firmaron en la sentencia lo de “dinero gastado en vicios”, ¿no descubrió en la cara de su íntimo compañero esos vicios que achacaba a quien no tenía ninguno?.
Aun el Tribunal de Derechos Humanos de Estrasburgo no se había pronunciado sobre las barbaridades jurídicas y físicas de las leyes y usos españoles, y en la Audiencia de Barcelona presidida por el eminente jurista, “gran jurista decían los abogados”, los revolcones y anulaciones de actuaciones y juicios se dieron en todos los grandes casos recurridos, después de largas estancias en prisión, naturalmente. Los presuntos asesinos del ex alcalde Viola, y Bultó de Cros SA, el incendio con muertos de la sala de fiestas La Escala, ect. Para el Excmo. Señor todas las torturas policiales eran autolesiones, o en el ejercicio de la detención, o defensa de las fuerzas del orden. En cuanto a los muertos en La Modelo, con la Democracia había familias y abogados que denunciaban, cayéndoles la losa del “papeleo”. Un pobre loco pistola en mano entró en el Palacio de Justicia dispuesto a cargarse a Don Alfonso. No pasó de las escalinatas.
El Presidente tenía claros sus conceptos, autoridad, escala de mando, el Ayuntamiento sobre sus ciudadanos, la policía frente a sus acusados, fulano de tal contra un sutano cualquiera, el hombre frente a la mujer (para él y sus cólegas no existía la violencia doméstica, matar a la mujer y su amante a garrotazos, siete años, cumplidos dos), y hablar de dolo, pruebas, recurso, razonar los autos, Constitución, o división de poderes, generaba sarpullidos, y ni existía el concepto de “segunda instancia” con valoración de las pruebas, con un simple recurso de casación al Supremo más que suficiente (y ni hoy en día). Como el cabreo cuando se limitó la prisión preventiva que por un pique entre señorías y la progresista Ley pusieron en libertad a un conocido de la sexta que asesinó a tiros a su mujer y su abogado, y naturalmente se fue a Brasil. Figurarse a sus víctimas durante los treinta años de sus servicios a la justicia franquista da escalofríos. Y sin entrar en su trastienda moral y ética.
Como en el Dante, se perdía toda esperanza. Nuestra libertad, según ley, con recursos o no, dependía en exclusiva del juez de instrucción, o la Sala, y no la concederían como firmaron el 23 de febrero del 81, con la misma anuencia del Ayuntamiento, Consorcio y Fiscalía.
14
La prensa perdió interés por el Caso Consorcio, y hasta Agosto de 1981 nada significativo. En realidad el “interés” de un caso lo crea ella misma, y hasta el caso, o su deriva, si es necesario. Un titular, “Un pacto con los acreedores salvará al Consorcio de la Zona Franca”, y unas líneas del segundo de Narcís Serra en la Alcaldía, señor Pascual Maragall, actual Presidente de la Generalitat. “Dada la perspectiva favorable que en estos momentos rodea al Consorcio y las posibilidades reales de que la entidad entre en una nueva dinámica laboral y profesional, pensamos que es el momento oportuno para que entre todos, Estado, Ayuntamiento, acreedores, Generalitat, etcétera, le demos el apoyo que precisa”. Y el apoyo, el aval del Estado para pagar los diez mil millones a dieciocho años. ¿Con 1.200 millones se cubrían 10.000?. Ingenua pregunta, los políticos, de acuerdo, son capaces de la cuadratura del círculo. Una excelente operación para la CAIXA que además de sus intereses legales, altísimos entonces, cobraría los 600 millones deducidos en negro el día del abono del empréstito. Lo pagaría a la larga el propio Consorcio, pero el aval del Estado indispensable, como parte del Ente, para que nadie en el futuro discutiera la operación y solvencia. El silencio se alargaría hasta el Juicio. No está de más recordar, una y mil veces, que Maragall es Doctor en Ciencias Económicas y abogado (y aprendiz con Porcioles), y su jefe Narcís Serra, tambien economista, es especialista en urbanismo (y sobrino de Serra Ramoneda, presidente de la Caixa de Cataluña y ahijado de Narciso de Carreras, presidente de la Caixa), por funcionario de la Diputación, miestras que su segundo lo es del Ayuntamiento, y con consulting simultaneado con su empleo en la Dipitación con nada menos Miguel Roca Junyent, que será íntimo de Jordi Pujol, y padre de la secretaria de Javier de la Rosa. Pero no nos anticipemos, los treinta años y los personajes se amalgaman. ¡Claro que sabían de que hablaban!.
El aguante del cuerpo humano es infinito, nadie conoce su propia capacidad de adaptación y resistencia, y en mi caso, metido en el camastro escribiendo, pasaba las horas. Entonces no tenía ni idea de lo anterior, ni de eso ni de casi nada, por eso estaba en prisión. Un gran entretenimiento, el frontón. Koldo y sus muchachos (el comando de ETA que entró en el cuartel del Ejército en Berga para robar armas) imbatibles en la cancha, el único Camacho, un chaval de veinte años. Una gozada de partidos, con apuestas para buen aliciente. Funcionaba el negocio de la manufactura de pelotas basándose en goma elástica para el núcleo e hilo de calcetín de relleno, durísimas. Buen amigo Koldo, y Camacho. Dos vidas antagónicas en el mismo lugar. 98 atracos le cargaban a Camacho, algunos estando en prisión arrancados a palizas. Con aureola interior por su huida con los 45 en el 77.
Había entretenimientos más complejos, además de las drogas y el juego (“el burle”, con partidas de dados y “señora”) no faltaría una completa casa de putas en la lavandería con un madame maricón, o en el cine los domingos una copia del Diana de la calle las Tapias. Todo en conjunto el mejor caldo de cultivo para la incubación, desarrollo y expansión del SIDA. Barcelona pagaría durante muchos años vivir de espaldas a una de sus realidades, aquella cárcel.
Koldo se desesperaba cuando paseando de pared a pared le sermoneaba con que los vascos fueron puntales en la creación de la España invadiendo a los andaluces, mis ancestros hasta que abuelos y familia se instalara el año 1900 en Barcelona, y para más retruécano formaron los salvajes capitanes de los Tercios Españoles del Duque de Alba, y transformaron a los indios americanos en esclavos convirtiéndose en hacendados por todas las Audiencias americanas y después repúblicas. Me aguantaba “porque eres un anarquista”, “anarcocapitalista en vías de la ruina total”, le contestaba. Se reía y me contaba que a su abuelo lo fusilaron los franquistas y a su padre, no recuerdo, le habían desposeído de sus tierras en un pueblo navarro. En fin, tenía declarada su guerra al Estado Español, y no sería yo que le sacara de su error. Tuvo los santos cojones de escaparse del cuartel de Berga, esconderse por el monte, y rehecho en Barcelona, presentarse en la cárcel de mujeres con un carné de abogado para entrevistarse con su compañera caída en el cuartel. Una imprudencia temeraria que le costó una larga condena. El amor formaba parte de su guerra, y de la mía.
Buenos camaradas, formando piña. Chueca, en la celda de enfrente, uno de los especialmente vigilados. Intentó la fuga con un túnel de fuera a dentro. Alquilaron una nave en la avenida Roma y pretendían horadar hasta el patio de la sexta. Se les hundió en medio de la calle Provenza. La tierra sobrepuesta en la riera de Sarriá al Paralelo cubierta por los rebajes del Ensanche convertía en peligrosa la excavación, y se hundió. De lograrlo, vacía media cárcel. Los periódicos señalaron un posible atentado en las viviendas militares. Koldo y los suyos lo intentaron a la inversa, tampoco lo consiguieron. Varias fugas funcionaron, pero por norma la dirección tenía el chivatazo antes de iniciarse el intento. La red de información, casi perfecta. Aparecieron pistolas, y con una se escaparon seis por la puerta principal. Los cabos de varas, Zamora y sus ayudantes en la Sexta, cubrían hasta con un físico digno de su cargo, cojo y bizco, toda contingencia. En una celda, la “rutina”, donde vendía café de cazuela, huevos, tabaco, cerveza, o lo conveniente. Se forraría, impensable en la calle de delincuente del Chino. Las peleas terminaban en la llamada enfermería o en el Clínico si había pinchazos, y por la noche el retén de guardia en la garita del Centro, caliente de alcohol, cuando se cerraban las celdas, enderezaba los entuertos. De los grilletes en la pared del sótano de la Quinta, galería de castigo, se colgaba el individuo a reblandecer y de los gritos de la paliza se enteraban los vecinos de la calle Rosellón, que según la intensidad se asomaban con un “asesinos, asesinos”. Muerto Franco, cinco años atrás, no solo no había cambiado nada sino a peor, de los seis setecientos reclusos del último franquismo se había pasado a dos mil seiscientos, y con motines. ¡Bendito el primer juez de vigilancia penitenciaria Gómez de Liaño!, ¿O su literatura jesuítica una confesión con auto perdón?.
La planta baja de la sexta recogía primerizos de estafas, y las conversaciones, lecciones de posgraduado, una delicia. Comparé operaciones coladas en la Caja de Crédito. Chueca, especializado en falsificaciones y estafas bancarias a base de ordenar transferencias de empresas, previo robo de la correspondencia, a cuentas propias. Lo cogieron en un banco y le calentaron para cantar. Un gran individuo. La Tina procuraba que la comida se pareciera a la de su mujer italiana. Me aseguraba que por Barcelona corrían letras avaladas por el Banco Garriga Nogués que al vencimiento se tacharon de falsas. Él sabía de unas redescontadas en un banco suizo que pataleaba por cobrar.
A Serena se lo llevaron a Gerona por un juicio de accidente de tráfico, y a Bruna al Hospital Penitenciario de Madrid, y durante una buena temporada el Consorcio y los De la Rosa pasaron a segundo plano.
Ya Pascual Estevill espaciaba las visitas (la cárcel le deprimía), sustituido por el socio Eduardo Soler Fisas con su “Rafael, es un asunto político”. “!Y vuelta con asunto político!, es un simple choriceo”. Significativo que no me comentaran el informe de la Brigada Regional de la Policía Judicial del 31 de octubre de 1980, cuatro meses en prisión, con un rotundo; “En cuanto al conocimiento que los procesados... pudieran tener de la procedencia real del dinero que Antonio de la Rosa Vázquez gastaba e invertía en tan elevadas cuantías, pese a la multitud de personas con las que se ha hablado, no se ha encontrado ninguna prueba, o siquiera indicio, a favor o en contra, por lo cual únicamente puede aportar un poco de luz sobre este tema el estudio sobre estas tres personas... ”. Leído en uno de tantos recursos, años después, pensé que esa Brigada no fue “untada” como Estafas meses antes, a cuyo segundo contrató o asoció el Bufete Piqué Vidal. ¿Para qué untar?, estábamos en prisión, y para la opinión pública los del Consorcio en su lugar adecuado.
Al año de cárcel, julio del 81, las excusas se centraban en los recursos al Supremo y el Constitucional, y Hernández Pardo más inabordable que el desconocido juez de instrucción. Por su parte, de no definirse los altos tribunales, ni pensar en libertades.
De desespero. Entrada la época en que las visitas de mis abogados me molestaban. Un año oyendo truculencias. La única atadura con mis abogados, las letras del Charly Max, cuyo importe se hacía indispensable para mantener mis negocios y familia. En definitiva, exceptuando lo que yo creía mis genialidades extraídas del proceso, ningún escrito con aportación propia, aparte de su retórica lejana a la habitual del léxico judicial.
viernes, 5 de febrero de 2010
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