15. LA MODELO. Primer semestre de 1983
HUELGA GENERAL
Rafael del Barco Carreras
A alguien se le ocurrió que los de la Séptima galería, los enchufados, el centro del odio de cualquiera en la Cuarta, y la llamada COPEL, se reunieran para discutir lo de la huelga general, la paralización de la cárcel. La convocatoria en la Séptima. Una asamblea. Cualquiera de los convidados acumulaba tantos años de cárcel que un muerto más o menos no solo no les significaba nada en cuanto a años de condena sino que mejoraba su estatus interior. La filosofía de que se paga lo mismo por un “mullao” que por doscientos abolía la disuasión de otras penas a quien ya sumara el tope máximo. Un principio aplicado por la ETA, cuyos caídos se confesaban autores de los más posibles de sus atentados, ahorrándose torturas y librando a los reales culpables, al paso que enredaban investigaciones con la complacida colaboración oficial siempre dispuesta a poner nombre de autor a todo delito. Al sumario por Carrero Blanco le sobraron autores. Esa realidad creaba en si misma el dominio por miedo de unos sobre otros. Matar, entre habituales, un argumento sin tapujos, y no solo entre presos, he visto a funcionarios arrugarse ante los de la ETA y salir de la galería. Una situación que con cualquier otro preso conllevaría su ingreso en la Quinta, una vez cerradas las celdas al anochecer, y mínimo una paliza de muerte.
No se trataba de una reunión entre “asesinos” y “buena gente”, pero sí de gente con largas condenas y otros con la “libertad” a la vista. Allí ni había “santos” entregados a ideologías ni siquiera “ideologías”. Unas doscientas personas llenaban la pequeña galería. Ningún funcionario. Pero alguien abrió las cancelas. Las llaves, uno de los pocos trabajos indelegable de los funcionarios. Ignoro quien propició y ordenó aquella barbaridad pero sin la intervención de la Dirección, perfecta conocedora de cualquier movimiento interior, no se hubiera producido. No existía una clara dirección ni autoridad definida por ninguno de los inexistentes bandos, solo distinguidos por su situación en la cárcel, ni entre los conducidos o añadidos a la asamblea se distinguía o encabezaba la etérea COPEL de las “reuniones oficiales”, ni siquiera en la Cuarta gobernaba un solo grupo, y ni todos eran de esa galería. En pocas palabras, la concentración de más “asesinos” por metro cuadrado que se pueda imaginar. Si “las masas, ni de obispos”, aquella “masa” era la más explosiva de las imaginables, y todos en la pura desesperación.
Mi compañero Camacho, con gran predicamento y negocios en el Interior, con total fama de duro, inició, desde el piso superior, un discurso directo. Él, que de “menor” conoció los motines de 1977 y la verdadera COPEL, gente del anarquismo y comunismo, políticos, no estaba dispuesto a que se repitiera la historia, la entrada de los antidisturbios y el traslado a penales de cualquiera de los participantes y además estampado en el expediente “sedición”, “motín”, acabando en amnistías e indultos para unos y largas condenas para otros con “primeros grados” de por vida.
Duró poco. La palabra “chivato” se oyó clara y contundente. Tan clara como la reacción. Bajó a saltos la escalera, apartando a quien se pusiera por delante, y sin mediar discusión, le clavó al insultador unas enormes tijeras. Le partió el hígado hasta los pulmones. Los de la cercana enfermería, sin medios para ese tipo de sucesos, muy frecuentes, se llevaron el cadáver, y al propio Camacho, que acto seguido se autolesionó clavándose en el muslo la misma tijera para justificar una pelea y defensa propia. La galería se llenó de funcionarios. Si de guardia en el interior había pocos, en el exterior llenaban de sobras la Séptima. Se disolvió de inmediato la peculiar asamblea. Supongo que la Guardia Civil de vigilancia exterior se puso en alerta. Ninguna oposición a la orden de repliegue a las galerías y celdas. Se ordenó un recuento, todos en sus celdas, y cerradas.
A Camacho, la situación y el arrebato le costaron además de un traslado a ignoro donde, 19 años más de condena. También iba a tope. El muerto pertenecía a un clan gitano aunque no fuera uno de sus significados actores. La palabra “chivato” donde lo impregnaba todo, que añadida al terror permitía pocos funcionarios para tanta gente, significó la muerte en ese y otros muchos lances.
Los acontecimientos se precipitaron, y el más importante los traslados masivos a “penales”, pero con otro externo que por si solo acabó con la tensión interior. La reforma de los artículos 503 y 504 del Código Penal con el límite de la “prisión preventiva”. Quien más quien menos se veía en la calle. La mayoría “preventivos” y la mitad con dos, tres, cuatro y más años de Modelo. Yo mismo caía dentro de esa Ley. O me juzgaban, o la libertad. Hacía dos años que el sumario estaba cerrado. Mis perspectivas entraban en más variantes. En libertad, convencido que el caso daría un vuelco.
Si los acontecimientos interiores me confirmaban que Don Daniel tenía razón, los presos no participarían en empleos propios de funcionarios, en cuanto a mí, después de la incorporación de uno para la Oficina Técnica, ahorrándome el trabajo de mecanógrafo (solo por unos días porque aprendió pronto lo de quitarse de encima a mi cargo la máquina de escribir), y dada la reforma, mi objetivo hacia un “Tercer Grado” vía Pilar Pato, perdía prioridad. Pero la retomó de inmediato, pues antes que entrara en vigor se fijó la fecha de juicio para Mayo. El presidente de la Audiencia y presidente especial para el Caso Consorcio no soltaría su presa. Soltarían a un buen número de criminales, entre ellos a un compañero que mató a su mujer y su abogado, por sobrepasar los dos años de prisión preventiva, pero los del Consorcio no se le escaparían. Aquel año, la genialidad socialista, vació las cárceles. Más de mil de los dos mil seiscientos en la Modelo salieron en libertad provisional. Nunca mejor dicho lo de “provisional” porque la mayoría o volvió tras el juicio o por su “profesión”, sin embargo unos cientos desaparecieron para siempre. Algunos se perdieron por Brasil o México, sin extradición entonces.
Si por mis abogados, Gonzalo Quintero y Francés Jufresa, poco sabría, sus escasas visitas nada me aportaron durante el año de defensores, un recorte de periódico me demostró que algo se movía “fuera”. Con dos años y medio de cárcel, y con la vida pendiente de un hilo, el caso Consorcio desaparecía de mis prioridades. La gota que rebasó el baso de mi paciencia despidiendo a los funestos Luis Pascual Estevill y Eduardo Soler Fisas, un recurso en el Supremo del que comprobamos con otro abogado que no existía, tomaba una segunda lectura.
Martes, 8-03-1983 EL PAIS, “Una encargada de limpieza en el Supremo tiró a la basura parte del sumario de la Zona Franca”. Hacía un año que por toda solución Pascual me contestara que se habían “pegado los trocitos” y el recurso se resolvería con carácter de urgencia. Si un año más o menos en los burocratizados y repletos juzgados no es nada, que se publicara la noticia debía tener algún significado. Se reafirmaba la competencia de los juzgados de Barcelona. Ni que decir tiene que la noticia despertó en el pequeño ambiente de los implicados todos los bulos imaginables, entre ellos la del porqué del inmediato juicio, tan deseado antes de la Reforma del Código Penal. De vernos libres, a la angustia del más que dudoso juicio. Entre fábulas exteriores y amenazas interiores, las de fuera ya formaban parte de los misterios sin solución que envuelven la vida, por lo tanto mortificarse poco aportaría. Me preocupaba mucho más la situación interior, que además de la propia vida afectaba la posibilidad de un “tercer grado”, tan necesario de nuevo a la vista del juicio. Me había “institucionalizado”, ese integrarse y vivir por y para la Institución con el consiguiente paso mental de olvidarse del más allá de los muros. Sucedía más de lo que se puede suponer, y yo era consciente de la absorción del medio, la morbosa entrega al infortunio, la inmersión en la esclavitud, la anulación de la propia personalidad, y en definitiva, comer y obedecer, más de lo que han tenido miles de millones de individuos, y ni se les ocurrió arrasar a los dioses que les esclavizaban, y ¡adorándoles!. Si la libertad es un sueño para el hombre, la esclavitud también forma parte de sus complejos circuitos internos. Y si al Síndrome de la “Institucionalización” se une el de “Estocolmo” se entiende la pasiva entrega al cruel Destino de la mayor parte de toda la humanidad. El Ulises rompiendo escaparates para que le encarcelaran.
Darle vueltas a porqué se publicaba, un año después, una pequeña noticia sobre un caso del que poco o nada se publicaba ya, no tenía más sentido de que alguien desde algún despacho meneaba el tema. Sea como fuere, habría juicio, y la Sala de la Sección Primera no la presidiría para ese solo caso su titular, Manuel Derqui Valbuena (del que Pascual Estevill me comentara su disposición a conceder la libertad con fianza, por lo que quizá le apartaran del caso), sino el Presidente de la Audiencia, Alfonso Hernández Pardo, que excluido de juicios por su cargo, se lo había atribuido, al igual que los recursos, aplicando por encima de la Constitución una Real Orden del Ministerio de Gracia y Justicia de 1896 que ni de lejos atribuía al Presidente de la Audiencia “reservarse un caso” sustituyendo al presidente de la Sección propietario de la plaza. En el inútil recurso al Constitucional se aseguró que jamás se había dado esa situación. Es de suponer que cualquiera de los motivos que le indujeron, aun excluyendo la posibilidad de que le pagaran un buen maletín repleto de billetes (ya entonces se tildaba en los medios jurídicos a Piqué Vidal como el “hombre del maletín”), y se tratara de una inspiración divina convencido (por alguien) que aquel caso solo lo podía juzgar él, y únicamente él, caían dentro de la arbitrariedad y corrupción, y por tanto me indicaba que me condenaría. El posterior concepto de “Sala Contaminada” (no poder juzgar por ya haber decidido recursos), una tontería que no cabía en su cerebro fascista, y por tanto corrupto y corrompido, ni de ese presidente ni de la mayoría. Él se sentiría virrey, y lo peor que los demás servidores de la Justicia se sentían sus súbditos (el concepto fascista del Mando por encima de la Ley), entre ellos el Presidente Derqui, que ni de lejos lo era bajo el imperio de un Estado Democrático y de Derecho, con leyes taxativas convirtiéndole en el Juez Natural para ese y todos los casos de su jurisdicción. ¡Y Hernández Pardo presidió la Junta Electoral de Cataluña, pobre Democracia!.
Veinticinco años después analizando las trayectorias profesionales, delictivas y judiciales del trío “Piqué Vidal-Javier de la Rosa-Pascual Estevill”, no me cabe duda que el desaparecido recurso en el Supremo o la propia celebración del juicio formaban parte de su estrategia. Ya no disponían de tiempo, los acontecimientos se precipitaban y no por la lógica aplicación de la Justicia tras casi tres años de cárcel, sino por una Ley que les obligaba. Se daría el paso final, que nos condenaran. Y si el juicio paralelo de la prensa les dio el magnífico resultado de la sin duda culpabilidad de los encarcelados, el último acto se dirigiría y controlaría como todo el proceso. Y lo estaba. 10.000 millones de desfalco dan para comprar las suficientes voluntades, y en este caso todas estaban compradas. Jamás se comentó en la prensa mis declaraciones en el Juzgado, surgidas de los propios documentos entregados por el Consorcio de la Zona Franca, sobre la intervención directa de Javier de la Rosa. Tan directa que el propio “juez especial” la calificó de tal al aceptar mi petición de declaración. Ni “directa” ni declaración, nunca se citó su nombre en relación con el Caso. Nunca. Siempre me pregunto, ¿cuantos millones, y para quién, le costó al quebrado por 100.000 millones Banco Garriga y Nogués?. Continuará.
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