Barcelona 11-5-2015. Y desde las putrefactas cárceles heredadas del franquismo doy un salto en el tiempo y entro en las de PUJOL, donde desde el primer ladrillo huele a corrupción. Ladrillo, comida... y benefiscios penitenciarios.Pero nunca imaginé que de nuevo oiría los nombres de PIQUÉ VIDAL y PASCUAL ESTEVILL, con una intensidad que aquella PILAR PATO, letrada ful que firmaba como jefa de la Sección Técnica, evaluadora de GRADOS y libertades, o el ¡a viajar!, que decía cuando enviaba a penales, resultaría una hermanita de los desvalidos presos. LOS 'SECUESTROS' MONTADOS EN PLAN INDUSTRIAL, y por unas cifras inimaginables tan solo unos años antes.
La Gran Corrupción: I. LA MODELO. 1992. Enero
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lunes, 14 de abril de 2008
I. LA MODELO. 1992. Enero
I. LA MODELO 1992. Enero.
Rafael del Barco Carreras
Entre retiros forzosos, sustos tras muchas de la visitas a gente que resultaban del entorno y cuerda del trío De la Rosa-Piqué Vidal-Pascual Estevill, como la del periodista de La Vanguardia, Feliciano Baratech, 1988,
y salvados varios compromisos morales arrastrando un sumario por letras
falsas y una denuncia por pagarés, entré de nuevo en La Modelo. Yo no
era Antonio de la Rosa Vázquez que pudiera huir de la Justicia, y
por no poder huir, ni de ellos pude, quizá por acercarme demasiado y
resultar una mosca cojonera. Y muy peligrosa si caía el padre, que vivía
en torno y amparado por el clan familiar, que además de por amor filial
actuaban acuciados por los varios que intentábamos, por diferentes
caminos, su detención.
Habían
pasado nueve años. Acabar con mis destrozadas sociedades a base de unas
estafas bancarias de no más de 300 millones de pesetas, la mayoría
renovando y complicando situaciones creadas en mi estancia en prisión,
me costaría dos condenas, una de seis años y otra de siete, terminando
mi inmersión en el mundo de los “negocios” y resumiendo toda mi
actividad “delictiva”. Y repito, comparado con
las condenas en la Audiencia de Barcelona (con el Supremo elevando una
de 4 meses a 18) y la Audiencia Nacional a Javier de la Rosa Martí (donde
además de que el Juez Moreiras no encontraba delitos, el Supremo
elevaría una de 5 años a 7), solo recurriendo a la Corrupción se
entiende las diferencias. Y hasta los siete y nueve años a Piqué Vidal y Pascual Estevill
por “extorsionar”, puro regalo. Decenas de extorsiones liquidadas como
si fuera una, un asesinato igual que mil. Ridículas condenas comparadas
con las mías, y las de tantos otros, algunos víctimas por partida doble,
pues tras la extorsión vino la condena (en otros, curiosamente, no),
por ejemplo, Francisco Esteve Corbella y su hijo Francisco Esteve Head (condenados
a 6 y 7 años por falsificación y estafa), cuya hija y hermana con los
años sorprendería a los americanos convirtiéndose en presidenta de una
asociación de afectados por las Torres Gemelas, donde nunca estuvo. Una
extraña personalidad estudiada ahora, 2008, por unos equipos televisivos
de la BBC. Y para más INRI, a la ridiculez de
las condenas, en los tres casos, se librarían sus familias y
colaboradores, tan delincuentes como sus jefes, hermanos y progenitores,
y ni menos involucrando a NADIE del estamento Judicial, más que
necesarios para que la Banda actuara con impunidad. Ya solo la dirección
al Juzgado 26 de todos los grandes casos económicos (donde hubiera algo
a repartir) hace del reglamentado reparto un nido de arbitraria
corrupción. Una mecánica que el gran Jefe Fiscal Vitalicio, Carlos Jiménez Villarejo,
en otro alarde de su demagogia progresista, atribuyó a la gran
sabiduría del Juez sobre finanzas. Pactos, arbitrariedad y corrupción.
Traspasando
las tres cancelas de la Modelo, a primera vista, me percaté del enorme
presupuesto aplicado a su reorganización y del cambio total de filosofía
en su funcionamiento. Un completo lavado de cara, y confirmados los
augurios de Don Daniel que los presos no ejercerían de funcionarios. Los
funcionarios se habían multiplicado por mucho, y los presos, vistos a
mi entrada, agarrados a una escoba o mocho. El traspaso a la Generalitat
convirtió la prisión en totalmente distinta a mis tres años pasados
entre 1980-83. A la corta no diría que a mejor.
Un
ingrediente nuevo y a la vista oscurecía las mejoras, EL SIDA, y la
inmersión total en las DROGAS. Quizá la causa efecto eran las drogas. Si
en los primeros 80 brotaron la tuberculosis, las hepatitis, el herpes, y
todas las enfermedades venéreas, ahora la terrible plaga se convertía
en resumen total, y multiplicando las demás. Cuando por primera vez a
partir del 84 leí los estragos de la nueva enfermedad, atribuida en
principio a la homosexualidad, sospeché que bien
pudiera existir en La Modelo que yo conocí, por lo demás un perfecto
caldo de cultivo, y evidente en las causas y secuelas que rodeaban el
SIDA. La masificación de los 80, con hasta 2600 presos entre total
suciedad, sin un verdadero servicio médico, amontonados en celdas,
durmiendo encima del apestoso agujero del water, remitió con la reforma
de los artículos 503 y 504, y el reingreso de la inmensa mayoría de los
liberados, más el crecimiento atribuible al tráfico de drogas, se
absorbió con las recién construidas cárceles de Brians y La Roca.
Extranjeros y enfermos multiplicaban la diferencia.
La
Quinta galería perdió su terrible condición de castigo y tortura,
aunque algo quedara (pues si por Ley se limitó el aislamiento de castigo
en un máximo de diez días se habilitaron otros sistemas), para
convertirse en zona de entrada, clasificación y distribución con
consultorio médico incorporado al igual que las demás galerías. El
periodo. El “médico” de los 80 se había convertido en equipos completos
para cada galería. Duchas, lavanderías, limpieza, mesas o comedores. El
“periodo”, los tres días para inspección médica (pura entelequia en el
80 y parecía real en el 92) y envío a una u otra galería, según la
multirreincidencia, tipo de delito o personalidad, pasó de una celda
durmiendo en el suelo en un saco de paja por colchón con el resto de los
recién ingresados a toda una planta de galería con celdas dotadas de
duchas y comodidad suficiente. Lo interpreté como una respuesta
ciudadana ante aquella granja de incubación de todas las enfermedades, clásicas plagas humanas.
La
Primera, restaurada, acogía a primarios, “gente normal”, y con destinos
y talleres. Un premio a la buena conducta, al igual que la segunda. La
Tercera con reincidentes, más turbia, y la Cuarta seguía con los
multirreincidentes, el lumpen. La peor, la Sexta, gente aislada,
conflictivos, de “primer grado”, aunque había quien la prefería por lo
de uno por celda o máximo dos.
Pero al siguiente día del “Periodo” la gravedad del nuevo ambiente se me puso a un palmo de la cara. Cuatro por celda, y uno, un terminal de SIDA. En el camastro contiguo, a menos de un metro. Silvestre,
un muchacho de no más de veintitrés años, un atracador, puro esqueleto,
con muletas porque no se sostenía en píe, y que tardaría unos meses en
morir. ¡Todo un drama!. De Bellvitge, donde durante años tuve una tienda
de muebles. A pesar de su juventud, un clásico de la vieja delincuencia
surgida de los barrios periféricos. Los restos, el “Vaquilla”, el más
mediático de ellos, duraría algo más, poco. Él lo tenía claro, “la
mierda de la heroína, ¡no teníamos ni idea de que iba!”. Y no solo
representaba la vieja delincuencia en desaparición por la heroína y el
Sida, sino el compendio de toda maldad posible. Anidaba tanto odio, muy
comprensible, que lo exteriorizaba con quien tuviera a mano, y su pobre
madre la primera de las víctimas aguantando horas esperándole y si no
había ingreso en “peculio”, la castigaba, no acudía a los locutorios.
“Cuando salga mataré a la que me denunció…la dueña de una casa de putas
(masajes) donde me escondí tras un atraco…”. Antes de morir le
trasladaron a una granja de la que se escapó para cometer su último
intento a una gasolinera estrellando el coche robado. En eso también se
anticipó al Vaquilla, aunque se ha de advertir que las gasolineras con
sus dependientes y fajos de billetes formaban el
primer objetivo de los desastrosos yonquis. Su último impulso vital. De
nuevo en La Modelo, moriría en la enfermería. Aquella Modelo ya no
producía las historias del Camacho
fugándose para raptar a su novia del pueblo, o la de Koldo de la ETA
intentando liberar de la Trinidad a su amada. Los amores y romanticismo,
muy ligados a la antigua delincuencia, los barrió la DROGA. Las
puñaladas por quitarse la chica las sustituyeron los tiros por robo de
droga o ajustes de cuentas. Lo repetía Silvestre, “yo era un crío…y tras
cada atraco con mis colegas…con el ji ji y ja ja nos poníamos ciegos de
petardos, coca…y para bajar el subidón…el perico…y a los cinco o seis
pinchazos…pues el enganche…!y así me encuentro!”.
A
mi queja al médico por la posible transmisión me contestó que la cárcel
estaba llena y dividirla en sanos y enfermos era perjudicial para los
infectados (por lo de la discriminación), y que si tenía cuidado la
infección sin más no se daba. Me retiré de su presencia con una sonrisa.
Qué sabría aquel matasanos si se les morían a docenas, ¡todos los
infectados!, y ni idea del virus en si mismo. Si la sangre contaminada
corrió por los hospitales para trasfusiones yo vería la de Silvestre en
varias ocasiones. Corría la fábula que máximo, y cuidándose, desde que
se descubrían los “antivirus”, máximo de vida cinco años de no aparecer
infecciones de final más rápido, y siempre aparecían. Por suerte nunca
necesité ni necesitaría de los “servicios médicos”. No moriría por las
luchas internas del 80 pero el peligro no era menor. El simple favor de
un traslado de celda costó unos meses, pues poco a poco “viejos amigos”
paliarían el total desamparo. Se rompieron los canales a través de la
Tina del Bar Modelo, pero no tardaría en ver otros sistemas aunque esta
vez no me beneficiaría.
Era
enero y la Primera gozaba de calefacción, ¡casi nada!, y el intenso
trabajo en el Economato de la Cuarta desde el primer día, sumados a mi
experiencia, me adaptaron al nuevo medio. Una ventanilla con grueso
cristal protegía suficiente de las exigencias de los peculiares
clientes. El dinero se había sustituido por cartones, y la primera
advertencia su falsificación. Don Jesús confiaba en que desde ese
momento cuadrarían los recuentos, lo mismo sobre el tráfico que le
complicaba todos los economatos, y que costó el lugar de trabajo a quien
sustituí.
Mi
mujer desde el primer día coincidió que esta vez las “cosas” pintaban
peor. Ya no nos comunicaríamos por “jueces”, donde además también
reforzaron los barrotes con gruesos cristales antibalas. Ni menos
gozaríamos de visavís o por los rincones de oficinas. A la larga de
tarde en tarde, con viejos conocidos de guardia, nos concederían la
cabina número 1, la que se oía mejor, pues de la gran sala del griterío
de antes se había pasado a cabinas cerradas. Y suerte añadida, los
visavís se concedían con puntualidad reglamentaria y en unas
habitaciones de limpia fonda, y ¡con preservativos!. Se acabó la sala
con un apestoso urinario y un armario para refugio de las parejas.
Doblaron
las rejas de entrada en cada galería creando un bunker intermedio donde
un funcionario coordinaba a los varios de guardia. Y si en la planta
baja de la galería las colas se formaban para citaciones, entregas de
documentos o simples llamadas de atención, en la primera planta lo eran
de enfermos o “anotados al médico”. Del total de unos 250 individuos no
menos de treinta o cuarenta diarios.
Caras
conocidas, incluso amigos. Ninguna memoria de los trágicos 80. A cada
uno aquellos años supuso su pequeña historia y ninguna relación con la
tragedia de Camacho, la Séptima, y menos sobre el millón de Pedro Baret.
Pero con una importante sombra, el Juez Luis Pascual Estevill, y
de primera noticia su buena memoria en el lugar. El lumpen le tenía por
un buen “tío”. Soltaba con facilidad, pero saberle en el Palacio de
Justicia no me tranquilizaba. Y sufriría de nuevo la parte oscura de la
arbitrariedad judicial, tampoco me concederían la libertad con fianza.
Por toda argumentación la Jueza sustituta del titular del Juzgado n.2 de
Sabadell (apartado del cargo por oscuras decisiones) señalaba dos
causas pendientes aunque en libertad. Los he conocido, no con dos sino
con docenas. Y aun habría más arbitrariedades, muchas más. Por de pronto
se añadiría el viejo pleito de las urbanizaciones que Francés Jufresa
me asegurara sobreseído. Trece o catorce años del caso, y sin
prescripciones. Si tres casualidades forman una prueba yo sufriría
tantas “casualidades arbitrarias” que me convencí que mis “amigos” no me
olvidaban, o que es lo mismo, entre corruptos contribuirían a
ennegrecer mis expediente “oficial” imposibilitando decisiones normales y
reglamentarias.
PERO SI LAS CÁRCELES FORMABAN PARTE DE LA 'CORRUPCIÓN INSTITUCIONALIZADA' QUE INGENUO DE MÍ CREÍA LA MAYOR AMORALIDAD DEL MUNDO, HOY VEINTICUATRO AÑOS DESPUÉS... NO SALGO DE MI ASOMBRO... Y RELEO LAS NOTICIAS UNA Y OTRA VEZ...
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PERO LA NOTICIA QUE MÁS ME SORPRENDE ES QUE TODO EL CLAN Y SUS ENCUBRIDORES NO HAYAN PASADO POR COMISARÍA ALGUNA... Y SUS CALABOZOS...
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