domingo, 7 de febrero de 2010

BARCELONA, 30 AÑOS DE CORRUPCIÓN.

Continuación fecha 5-02-10
Desde el CAPÍTULO 15 DE LA PRIMERA PARTE HASTA LA SEGUNDA PARTE.




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Ana desde el bar Modelo se abrió camino hasta un “vis a vis”, sin el libro de familia, y las comunicaciones en el locutorio llamado de “jueces”, sin jamás un juez de visita. Al corriente de los rumores ciudadanos, y los avances para procurarme el mejor pasar posible. La miseria dominaba el entorno de La Modelo y las invitaciones abrían puertas. Lograr la amistad con la célebre en el sector, Pilar Pato, una filigrana más allá de las invitaciones. Tina y Pilar, uña y carne. Las facturas pagadas en el bar señalaban las posibilidades de la familia, y los cartones de bingo permitían largas conversaciones entre partidas. La Jefe del Departamento Técnico, letrada, o así firmaba, disponía de la llave de la cárcel una vez juzgado, y puntal para una mejor vida en el interior. Ella, con un funcionario de ayudante, ejercía de lo que en el futuro serían equipos de sicólogos, letrados, criminólogos, educadores, o asistentes sociales. La dueña absoluta de clasificaciones, permisos y tercer grado. Tendría unos treinta y cinco años, y tres o cuatro en La Modelo, llegada de Alcalá y Yeserías.
El primer salto cualitativo, de gran empaque, espectacular, de golpe, a un año de “tirado en la galería”, se me abre la primera cancela y sustituyo a un abogado, Juan, en la oficina del Economato Central. Papeles, muchos, demasiados, nunca había trabajado tanto, y servicio de economato a los funcionarios, café y ventas, hasta añadir un ayudante. Don Daniel, y el señor Navarro, jubilados, y Don Jesús, aún en activo, formaban el equipo de funcionarios de “Economatos y suministros”. Otro año. Desde la perspectiva de puto preso, sin más opción que la asquerosa celda o al patio de tierra, a una oficina, un avance inimaginable. No pasaría un mes para concienciarme que la gran suerte se convertía en una trampa mortal. Parecido a la esclavitud.
Pedir un destino tras la segunda o tercera cancela, el patio exterior, exclusivísimo para ya juzgados y de absoluta confianza, con condenas cortas, un imposible. La gracia de Ana mitigaba mis quejas, y además entraba casi como Pedro por su casa. Un valioso matiz. Sin embargo mi amigo Serena conseguía el patio exterior. Le costó ceder un hermoso apartamento en el edificio Atalaya, regar a diestro y siniestro y vender algún coche a “precio de amigo, muy amigo”.

Una llamada a la rotonda del Centro. Un extraño milagro, parte de mis antiguas luchas, ¡solucionadas!, o así me lo decían los escritos que el Banco Central traía a firmar. El Banco Central me comunicaba, y si yo estaba conforme firmaría, que entre el banco y el “grupo Del Barco” no existían saldos ni positivos ni negativos. Al notario le extrañó tanto como a mí, la norma requerirles para notificaciones, primer peldaño del reclamo ejecutivo judicial, pero en este único caso se le comunicaba al deudor que por las urbanizaciones y letras devueltas de compradores de pisos no debía nada. Ni dudé la firma ni me detuve a pensar en tamaña sandez. Unos centenares de millones desaparecidos. Ni siquiera se cargarían a “Perdidas y ganancias”, mis sociedades no debían nada. Pasarían años que un vecino arquitecto, quien diseñó los almacenes más caros de Barcelona para el Consorcio, diez por uno de coste, me contara que los construyó COPISA, Constructora Pirenaica SA, del Grupo FECSA, con Juan Alegre Marcet de presidente todopoderoso, abogado del Estado, íntimo de Antonio, y por vinculación al Banco Central, éste aparecería acreedor por 2.000 millones en el Consorcio. ¿En el revuelo de saldos cargaría los míos al Consorcio?. Pudiera, asustados por alguna irregularidad, o cobros en negro para reparto entre ejecutivos, recompusieran los terrenos en Pineda y San Andrés de la Barca entregados por mí hacía cinco años cancelando otras cuentas provenientes de la fusión de la cooperativa de crédito con Caja Ibérica, absorbida a su vez por el Banco Central en el 75. Quinientos millones de la Caja General de Crédito Sociedad Cooperativa, fusionados en 12.000 millones de la Caja Ibérica, y de ésta al Banco Central, que en su guerra con el Banco Español de Crédito por la cabecera del escalafón bancario atribuía a éxito de sus ejecutivos unas fusiones dirigidas desde el Banco de España

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Al parecer, en la Rambla de Canaletas, central del Banco Garriga Nogués, los beneficios y expansión en unos años en que España enterraba, quebrados, no menos de cincuenta bancos, tan fulgurantes como sus páginas de publicidad en La Vanguardia. Javier de la Rosa, solucionado el incordio de Del Barco, escalaba las estrellas. Comparando, cifras modestas, 28.300 millones de pasivo, acreedores por cuentas corrientes, ahorro y plazos, anunciando 420 millones de beneficios. La mitad del movimiento se manejaba por créditos directos a una serie de empresas donde firmaba su vecino Eduardo Bueno Ferrer, promocionándose para Honorable con el eslogan “bueno para Cataluña” y su Generalitat. De tener en cuenta que el Banco Garriga redescontaba, o sea, endosaba sus créditos documentados en letras al Banco Español de Crédito, las cifras muy superiores.
Bueno Ferrer era recomendado especial y socio del Director General de Banesto, José M. Sainz de Vicuña, que fuera director en Barcelona, aunque ya por vecindad y negocios directos, Ibusa, Tierras de Almería, y decenas de sociedades, los tratos íntimos y exclusivos con Javier. Sorpresas del futuro enterarme que Pascual Estevill no precisaba la intermediación de Piqué Vidal para sentarse ante Javier, puesto que la intimidad con Bueno venía del principio, de cuando los dos se encontraron y trabajaron en las empresas del yerno de Porcioles, salidos de la pura miseria, Pascual cabrero, y Bueno de la inclusa (o eso contó Pascual con las dudas que semejante autor merece). Por los 80, Bueno preparándose por la Alianza Popular de Fraga a la toma de la Generalitat, y el otro a diputado por Tarragona por la UCD, Unión de Centro Democrático, de Adolfo Suárez. ¡Que pareja!. Desde sus inicios descubrirían en sus “jefes” que la política es la fuente de toda riqueza. La escuela del Alcalde Porcioles y su estela de recalificaciones (para su yerno y amigos) merece el estudio que nunca tuvo repasando los asquerosos barrios periféricos. Y a su vera se inició el propio Maragall. Una Notaría, la Alcaldía, y un bufete, y a ganar dinero sin freno, con Franco o sin.
Todo un panorama ante Javier. Por un lado, su “asociación” con Bueno. En pura teoría bancaria, ¿quién manda en el banco, el ejecutivo que lo maneja o quien le debe una cifra exagerada para su capacidad?. En su huida hacia adelante o hinchando la pirámide, si el firmante se niega, se hunde el Banco, y seguro se hunden las empresas, inmenso pozo de pérdidas, de cortarse las inyecciones de dinero. Y por otro, los políticos, el Noticiero Universal, y los socialistas pidiendo para su expansión en el Sur, y en lo local. Y en el Siero actuaba Pascual de letrado con el consejero del Banco Garriga Nogués, conociéndole demasiado bien, Lorenzo Rosal Bertrand.
Que Pascual se vendiera, ni tenían duda Piqué Vidal, ni menos Javier. Su amigo Rosal, y por amigo consejero del Garriga, le contaría la reciente y aún coleando historia de Estevill en Textiles Bertrand Serra, y los chanchullos descubiertos en su contabilidad por un personaje que en el futuro sería clave en el hundimiento del gran vocal del Poder Judicial, el economista, Enrique Marugán Giró.
Un sinvergüenza el abogado que apretaba escribiendo lo dictado por mí pero consciente de a quien serviría. En total, lo revelado lo veía hasta un ciego, y más, economistas como Narcis Serra (especialista en inmobiliario y urbanismo en el Consulting con Miquel Roca). ¡Una maravilla poner en un brete al banquero!. Apretarlo, si, pero sin quebrarlo. Su entrega paliaría la actuación en Textiles Bertrand Serra. Sin embargo entre semejantes buitres no se olvida nada y la historia surgió quince años después de propia voz de Marugán denunciándole en Barcelona y en el Tribunal Supremo por prevaricación, soborno y estafa. Marugán, sin lugar a dudas, el hombre que acabó con Luis Pascual Estevill. Otra historia.
En el 81, Javier inmerso en sus poderes absolutos otorgados en 1977, superadas las reticencias de Pablo Garnica Mansi, sumun en el Banesto, invitado un verano a su finca en Noja, Santander, y cerrado el sumario, el futuro diáfano, a amasar fortunas. Cuentan las extrañas biografías que sustituyó la fotografía de Franco en la cabecera de su despacho por la de Garnica Mansi. Para el “pelota” treintañero, en un banco de quince mil empleados, en definitiva iniciado de director de apenas nada en las Ramblas, suponía una dignificación total. La deferencia la ampliaría en sus infinitas comunicaciones telefónicas con consejeros y directivos del Banco. La intriga telefónica, una de sus capacidades. La tesis difundida por Javier de que Banesto comprendió que los hijos no debían pagar por los pecados paternos, consolidada, aunque el viejo patriarca supiera que el crecimiento del Banco Garriga provenía del efectivo inyectado por el Consorcio y sus créditos con la Caixa, y que los edificios del Consorcio los construyera, a medias, la Constructora Agroman SA, del grupo Banesto, y que encima se reciclaban créditos incobrables del grupo, además de amparar a su hijo metido en pozos sin fondo con escándalo en reducidos círculos madrileños. Unas decenas de miles de millones engordando los cientos de miles de millones de la absorción del Banco de Madrid, y Banco Catalán de Desarrollo de la familia política de Franco, los Gotor y Villaverde, y el insondable Banco Coca. Total, el coste de todas las cacerías y fulaneos del entorno del Pardo. ¡Y aun hay seudohistoriadores afirmando la decencia de Franco!. En ese grupo financiero, y no era el único de “sus grupos” se esfumaron varios cientos de miles de millones absorbidos por el Banesto. Se metía mano en los presupuestos y en la banca. Quizá más fácil en la banca. Se firmaba un crédito a una sociedad, y en billetes a casa o a Suiza. Entonces no existía ni el freno de pago en efectivo por ventanilla. Para no trasegar los billetes, siempre peligroso, Jaime Castell tenía en Suiza y en Perpiñán su propio Banque Catalá d´Embolupament, ¿o también propiedad de la familia Franco?, en definitiva el dinero provenía del Banco de Madrid y sus muchos enredos empresariales, todos fallidos (caso Interlorce SA). Un personaje que desde Manresa conquista el entorno de Franco, nombrando a su consuegro presidente del Banco de Madrid, un engendro orillando para la “familia” la Ley Larraz o “statu quo” bancario. ¡Qué no sabría Garnica Mansi, con el Banesto, banco del Régimen!.
¡Vete con Dios, le diría!. Garnica seguiría anunciando beneficios, y en el Banco Español de Crédito ampliarían capital para que su grupo de amiguetes del Consejo acudieran a la ampliación a la par para al siguiente día vender en bolsa a cinco veces lo pagado, y felices. La legislación de cubrir pasivo con un ocho por ciento de capital propio convertían las sumas al balance, absorción de pura basura, en un chollazo para la cúpula dirigente y allegados. Un nubarrón si ganaban los socialistas, el castillo de naipes podría rodar por los suelos, ¡pero adelante!, poco significaba aquel genio manejando unas decenas de miles de millones cuando el banco se escoraba con no menos de podrido medio billón de pesetas de los dos billones que sumaba su balance. Continuarían encabezando el ranking nacional de bancos, el primero de los siete grandes nacionales, el cártel bancario. Reconducido el sumario, cerrado, culpados los responsables, asunto concluido. No es de extrañar que le agradara el muchacho, hasta tuvo la osadía de iniciar una tímida correspondencia y publicidad en catalán, una lengua ajena, emulando y contrarrestando a la Banca Catalana.
Las 378 empresas industriales del “grupo Banesto”, en totales cruces accionariales con consejeros del banco, traerían de cabeza a cualquier dirigente, pero manteniendo buenas relaciones y sociedades con consejeros del Comité Ejecutivo del Banco de España, Ministerio de Hacienda y el entorno del Pardo, las ventanillas del banco abastecidas y el futuro seguro. La imprenta de los billetes garantizaba la potencia del Banco Español de Crédito, en sus ventanillas no faltaría el efectivo.

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En las navidades del 81 la adaptación a la vida interna se rodeaba de una serie de lujos inimaginables para la mayoría de reclusos. “Entre cancelas”, olvidando el trabajo, gozábamos una tranquilidad envidiable comparada con el interior. Ana traía la compra de la plaza, cocinada por un experto cocinero de Gerona, y según la guardia comía conmigo, y luego a buscar un rincón. Un año y medio creaba veteranía, y la amistad de Pilar Pato seguridad.
El primer día de sentarme en una mesa con máquina de escribir, similar a la del Banco Comercial Transatlántico copiando letras en el 57, se me presentó con toda su crudeza la realidad de los chascarrillos interiores sobre los administradores y la comida, con granja de cerdos incluida. En un viejo armario secreter de madera, alineadas en dos estanterías se mostraban sin recato las facturas y recibos de los habituales proveedores firmados en blanco. La primera vez rellenándolas con números y conceptos de unas cuadrillas cuadradas por Don Daniel y el señor Navarro, sin descubrir en mi rostro admiración alguna, Don Daniel se justificó con “así facilitamos los cuadres por el follón que representa tanto movimiento”. Claro, y con sonrisa beatífica. Les importaba un carajo la opinión de un preso que catalogado de “listo” sabría lo conveniente. Callar, y obedecer. Manteniendo las distancias, y sin bajar la guardia, a ciertas horas del día aquello se parecía al Banco Comercial y sus alemanes directivos que no eran mancos en cuanto a explotar a sus empleados, y por 432 pesetas al mes.
Allí cuadraba todo y cada dos meses se enviaban a Madrid las inmaculadas cuentas. La primera vez pensé si nadie dudaría de unas facturas y recibos de diferentes proveedores confeccionados con la misma máquina. ¡Que ingenuidad, Madrid!, allí también cuadraba todo, lo viví en los seis años asistiendo cada mes a la junta de la Unión Nacional de Cooperativas de Crédito. Las cuentas bimensuales, otra pesadilla, horas, días de máquina, cuadres. Don Daniel no se retenía y convencido de mis conocimientos contables me pasaba los libros oficiales, sellados como los de cualquier empresa seria.
Aparte de los números cuadrados existían unos que no cuadrarían en la mente de ningún contable. “Peculio”, la cuenta de cada preso, donde ingresaban los familiares, o se abonaba de talleres, con tope semanal a entregar de unos miles de pesetas, sumaba por los veinte millones mensuales, significando el consumo en los economatos unos diez millones. Flotaban diez millones mensuales, consumidos, por deducción, en droga. Excluyendo a través del grosor de los muros la mercancía entraba por todos los posibles sistemas. Al pié de la letra la lección aprendida el primer día, marginándose del tráfico, y del consumo, los problemas de convivencia se rebajaban a casi su desaparición. Solo casi. Presenciar transacciones, o simple tenencia, sin consecuencias, me convirtió en un “tío de confianza”.
Otro descuadre. El número de internos de los tres recuentos diarios no cuadraba con el del registro de entradas y salidas. Ocho de diferencia por entonces. Mi conclusión, en alguna de las varias fugas se cuadraría la diferencia, y puede provocadas.
Cada mañana Pilar se tomaba su cafelito. La primera y única mujer por entonces en La Modelo traspasando la segunda cancela, rodeada de funcionarios de las oficinas, pisando fuerte, canturreando “Amor de hombre”, su preferida. Me saludaba y subía a su despacho junto al pasillo del locutorio de “Jueces”. Y allí había dos “destinos”, envidiados. Ordenanza de la oficina de Doña Pilar. Un trabajo comodísimo, fregar pasillo y salas e ir a buscar a diario los cuatro o cinco presos a entrevistar por la “Criminóloga”. Un chollo superior al de “patio exterior”. Un objetivo a conseguir tan pronto las plazas libres. Y al poco me propondría el traslado de la sexta galería a la séptima, un pequeño reducto restaurado aparte del cuerpo principal de la prisión.
El retraso en las entregas de dinero por las letras de Charly Max me preocupaba. De tener la mínima dignidad el tal Eduardo Soler Fisas, ante la evidente desesperación y hastío de su cliente, arrastrando un año y pico de cárcel, le hubiera informado del tipo de personaje del “abogado jefe”, su estafa en Textiles Bertrand, y lo más significativo, que ya de por sí le “recusaba”, ser abogado también de la parte contraría a través del Noticiero Universal, el práctico órgano del partido que gobernaba el Consorcio de la Zona Franca a través del Delegado del Estado, Carlos Güell de Senmenat.
Durante tres años, todos los casos económicos sin excepción salieron en libertad con fianza, y se alargaron los juicios años y décadas. Por entonces entraron no menos de cuarenta empresarios acusados con un gestor, Vicens Cardellach, de documentar el pago de los seguros sociales con falsificaciones, los formularios de liquidación con sellos de la propia Caja de la Seguridad Social. En el Hotel Ritz con una deuda de 80 millones se negoció, pero el 10% pedido, 8 millones, tampoco encajaba. Los miles de millones incontables, y en definitiva se resumió a cuarenta empresarios y el llamado “cerebro”, el Gestor Cardellach, unos meses en prisión. Algunos de peso, Almirall, o el gerente de Punto Blanco, cuñado de Eduardo Soler Fisas. Le pasé consuelo y puros de parte de su abogado y familiar. Pero su estancia tan breve como largo el tiempo hasta el juicio, entrados los 90, con condenas tan cortas que todos se libraron de nueva cárcel. Un buen bufete el de Pascual, y el de Piqué defendiendo a Agustí Montal, ex presidente del Barsa, Juncadella, consejero del Banco Garriga, íntimo de Javier de la Rosa, o los hermanos Puigneró, sin entrar en prisión, y así sesenta de los cien denunciados. Un misterio el baremo utilizado por la Justicia para unos encarcelados, y otros no, con el mismo delito. El ex secretario Antonio Piñol escenifica en su libro la posible corrupción. Con el defendido “cerebro” Cardellach asegura una excelente amistad y asociación, demostrada en la celebración del 40 aniversario, el 2 de abril de 1998, del Colegio de Graduados Sociales de Cataluña, cuya presidencia ostentaba el condenado desde el 82. Viendo en televisión al mayor de los Fernández Díaz, entonces Inspector de Trabajo, le recuerdo visitando a alguien de los encarcelados. Aquellas libertades afectaban mi estado de ánimo. Los abogados de mis compañeros, el célebre Octavio Pérez Vitoria, por Bruna, y Federico de Valenciano por Serena, tampoco mostraban demasiadas habilidades, aunque Pérez Victoria, consiguiera, para el clan Jodorovich, las libertades con tanta velocidad como sus caídas, con atracos, armas, drogas.

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Con Javier de la Rosa, reforzado, se entiende la denuncia en el 91 del Abogado Carlos Obregón al TSJC, referida en parte al 81, que en su apartado vigésimo segundo dice; “El Sr. Antonio Doménech Piñol fue delegado en Tarragona y su provincia del grupo financiero “Compañía de Desarrollo y Financiación SA” desde el año 1968 hasta el año 1981, fecha en que quebró la entidad “Compañía de Desarrollo y Financiación S.A.”, de la que D. Francisco Javier de la Rosa Martí era su asesor financiero y D. Juan Piqué Vidal su asesor jurídico”. Y sigue en el 23; “El Ilmo. Sr. Adolfo Fernández Oubiña, siendo Juez del Juzgado de Instrucción n.1 de Reus, era amigo del procurador D.Antonio Doménech Piñol y tenía dinero aportado a título personal en el grupo “Compañía de Desarrollo y Financiación S.A. y el mismo Sr. Doménech Piñol abonaba mensualmente al juez Sr. Fernández Oubiña los intereses de su inversión en “Compañía de Desarrollo y Financiación S.A.”.
Sin asombro, la prensa ni palabra de una quiebra del entorno Piqué Vidal, siendo las cifras de una magnitud incomparable a la anunciada Alianza Financiera SA, de la que me convertían en administrador. Sin entrar en el meollo de la quiebra, se reunían para estrujar el limón, o sea, a sus deudores y administradores, apropiándose de los activos de valor sin pagar a acreedor alguno.
Apartado 39.- Quince días después, aproximadamente, del hecho anterior, el Sr. Carlos Odena Savall se trasladó al domicilio de la “Compañía de Desarrollo y Financiación S.A.” sito en la Avda, Diagonal 612, 2º, de Barcelona, donde también tiene su domicilio el abogado D. Juan Piqué Vidal, y allí mantiene una entrevista con D. Francisco Javier de la Rosa Martí, D. Juan Piqué Vidal, D. Manuel Rangel, D.Antonio Doménech Piñol, D. Carlos Maillo y D. José Maria Moix Cabezas, quienes informaron a mi causídico que en la notaría del Sr. Torruella de Reus había firmado muy alegremente, por cuanto el certificado de que las fincas propiedad de la madre del Sr. Odena Savall estaban libres de cargas era falso.
Un certificado confeccionado en el domicilio del letrado y la financiera, conllevando la detención de Carlos Odena con la intervención del policía Justo Aguilera Fernández y Carlos Esteban Martín (mereciendo para ser contratado por Juan Piqué Vidal). Y afirma la presencia del fugado Antonio de la Rosa Vázquez y los traslados de fondos a Andorra. En cuanto Andorra, el futuro ampliaría lo declarado por Carlos Obregón, con intervención de una Brigada madrileña de Delitos Monetarios por los 80. ¡Y Fernando Serena en prisión por blanquear vendiendo coches a Antonio, y por “administrador” según su declaración!. Unos cientos de millones. Las cifras de la quiebra de la financiera ascenderían una o varias decenas de miles de millones. Más modesta la de Renta Barna, solucionada pagando a sus inversionistas con parcelas de Tierras de Almería SA para invernaderos, y liquidada su actividad, durante dos años aumentó los miles de millones aparecidos en la quiebra del Banco Garriga.
Odena confesó a su abogado Obregón (abogado de oficio, un sacrificio entonces, con entrega de gran persona y profesional) que en una declaración ante el Juez Fernández Oubiña le soltó tan tranquilo ante sus acusaciones; “Tu verdad no se la creerá nadie; mi mentira interesa creerla a mucha gente”. Anécdota referida por Adela Vázquez Lluch. El Juez se atrevía con cualquier descaro, como ampararse en su archivo personal sobre corrupciones judiciales. La cara dura de Oubiña se acentuaría veinte años después soltando a los cuatro meses de preventivo al energúmeno que a patadas mató a un crío en la Villa Olímpica. A la prensa no le sentó bien, pero ni comentario a su lapidaria respuesta; “Cuatro meses en prisión preventiva es mucho tiempo”.
En cuanto al Garriga, ritmo de locura, ni el susto de Tejero, adorado por la familia De la Rosa, ni las elecciones ganadas por los socialistas, amargaron su ascenso. En definitiva Javier les tenía el pulso tomado, y ellos a él. Firmaba lo que le pusieran por delante, y aunque el alcalde Narcis Serra le informaban refunfuñaba ante solo el nombre del gran financiero, los aparentes enemigos ayudan si conviene. Con un buen reparto los enemigos se unen. Su nombramiento, Ministro del Ejército, le tendría ocupado. Maragall sucedería a Serra en la alcaldía, 1982, y tanteado el ambiente sobre el grave peligro de la querella por el Consorcio de la Zona Franca, reabierta de convenir a algún recién llegado, porque hechos a denunciar los había sobradamente ni mencionados, ni menos sabidos por Del Barco. Amén de que los nuevos poderes pudieran detener a su padre. Impensable. El frente guardado y seguro, con o sin Maragall, o el todopoderoso Ministro del Ejército y jefe del CESID. Y con el nuevo alcalde los acusados seguirían en prisión y De la Rosa con sus amigos socialistas, tan felices.
Los cambios políticos no se ajustaban a sus conceptos religioso políticos. No le tambalearían, al contrario, mejor con la “derecha”, pero todo en la vida no se puede pedir. La contrariedad, que su socio, vecino, amigo, confidente, y firma eje en el Banco, Eduardo Bueno Ferrer, perdiera ante Jordi Pujol la incipiente Generalitat, con previsión de convertirse en la gran Generalitat, se compensaba con la infinita alegría de su colega, “colegi”, Juan Piqué, frotándose las manos. Banca Catalana a la vista. Lo escrito en el libro “Banca Catalana, más que un banco, más que una crisis”, en 1985, por Frances Baiges, Enric González y Jaume Reixach, citando a Rafael Ribó en el Parlament; “¿Quién ha presionado al presidente de la Generalitat?, ¿cómo lo ha presionado?, ¿sobre qué materias le han presionado?”, “no podemos tener un presidente presionable”. El comunista Ribó (de una de las familias más ultraburguesas de Barcelona, su padre un riquísimo agente de Cambio y Bolsa) conocía el paño, los delitos en Banca Catalana condicionarían a Pujol no solo en Madrid, sino peor, ante su abogado Piqué Vidal. La Generalitat lo convertiría en una mina. Si Javier no tenía tanta visión de conjunto, el gran Piqué lo sentiría clarísimo.
Los 275.000 millones de Banca Catalana captados con lo “catalán”, y con extratipos largos (pago ilegal y en negro de intereses), con un agujero en principio de 75.000 millones, tenían una sabrosa trastienda. Con el ahorro forzoso de los descuentos y créditos, se convencía a los forzados ahorradores a comprar acciones del Banco. “Te doy un millón de crédito y me compras acciones de la Catalana por cien mil”, o doscientas, trescientas, según. La Banca Catalana no cotizaba en Bolsa y a base del crecimiento de su balance formando fusiones, y su famoso grupo empresarial, las ampliaciones de capital constituían la gran fiesta anual del grupo dirigente. Se emitían a la par, y así compraban los “antiguos”, y se “vendían” a saldos formados por retenciones, dinero de la propia Banca, por tres veces su valor. Ni acudían a Bolsa como el Banesto, se lo guisaban y comían en casa. Un valor por debajo de la media bancaria en bolsa por lo que los forzados compradores sin resquemores. Mil pesetas y al día siguiente tres mil. Fantástico. Y meses antes del descalabro, días y minutos, se forzaron operaciones. Yo guardo una de 500 mil pesetas de mi empresa Styl Group SA.
Si el Banco Garriga hinchó su globo a base de los talones y deudas del Consorcio, la Catalana con lo “catalán”, ese sentimiento tan machacado por el franquismo y tan a flor de piel, y encima, como en toda estafa de la pirámide, se ofrecen beneficios. Es la única comparación entre los dos, en el Garriga no se salvaría ni un duro de su pasivo, los créditos y empresas pura ficción, y en la Catalana, ¿no eran ya muertos al fusionarlas a la ventanilla del Banco?. Banco Industrial de Cataluña, Banco Industrial del Mediterráneo, Banco de Barcelona, Banco Mercantil de Manresa, Banco de Gerona, Banco de Asturias, Banco de Alicante, Banco de Crédito e Inversiones, y Banco de la Propiedad, con el que se establecieron en Madrid. Mi memoria me lo afirma. Había diferencias, Pujol luchó por su banco desde 1959, veinte años, y De la Rosa en apenas cuatro tenía la estructura quebrada, y el “sobrante” vía Andorra. Otra diferencia, de carácter, de moral, de maneras, el Garriga se cimentaba con tres en la cárcel, cuatro, de contar Odena, por otras guerras similares, y aún se chantajearía, amenazaría, se quemaría, se provocarían muertes, se encarcelaría, cuando las “mafias” en torno de Piqué Vidal, Pascual Estevill o Jiménez de Parga, se consolidaran con los dólares de los kuwaitíes. La diferencia acabará aquí, porque el ex banquero y presidente se subió al carro de tanta perversión, él y los hijos, aunque parecido a un Franco muriera en la cama de “no presentarse a las próximas elecciones”, imposibles de ganar. ¿¿??. Y el ex Honorable chupa cámara describiéndonos su Premiá de Dalt de la infancia, presente en las celebraciones de todo género, y aleccionando a sus futuras generaciones. En definitiva los dos endosaron a Madrid sus grandes muertos, el Banco Garriga Nogués y la Banca Catalana. Y los dos la habilidad de remontar, uno con la Generalitat, y otro con KIO, a los que traspasaron personal y las situaciones dinerarias más delicadas.
A propósito de la silenciada y archivada macrodenuncia del abogado Carlos Obregón. 112 apartado; “En relación a las “pesetas” evadidas a “Andorra” para ser convertidas en “divisas”, los activos procedían de la “Banca Garriga Nogués”, “Banco de los Pirineos”, “Banca Catalana”, “Banco de Descuento”, “Banco de Navarra”, “Banco de Madrid”, “Banco Unión”, “Banco de Fomento”, “Banca Jover”, “Banco de la Pequeña Empresa”, “Banco Meridional”, y el “Consorcio de la Zona Franca”.
Y seguía en el 113; “Algunas de las cantidades de Divisas que se bajaban de Andorra se ingresaban en la “Banca Catalana” en cuentas a nombre de las entidades “Torras Hostench, SA”, “Mercados Económicos SA”, “Urbanizaciones y Transportes” y “Carpe SL”. Algunas partidas eran ingresadas en cuentas del “Banco Condal”.
El culebrón continúa con detalle de diferentes operaciones entre “Comercial Distribuidora Andorrana de Alimentación” y la “Compañía de Desarrollo y Financiación S.A. domiciliada en Diagonal 612.
Juan Piqué Vidal, tendría en sus manos no ya a Pujol sino a toda la Generalitat, puesto que todos los altos cargos procedían del grupo y familia de Pujol. El pequeño detalle “Banco de Navarra” ilustraría el poder de Piqué.
Al único “banquero” de los “50 Bancos quebrados” encarcelado, Juan Palomeras Vigas, por los 80, lo traté en la Sexta Galería de la Modelo. Y por desgracia también veintidós años después cumpliendo condena de seis años por blanqueo a unos turcos (heroína afgana) a través de una ONG. A mis diatribas contra Juan Piqué Vidal contestaba enfadado blandiendo “su amistad” y elevándole al Olimpo de la sabiduría y santidad. Y tenía razón, unos 20.000 millones los saldó con cuatro meses de cárcel, y sobreseído el caso. El agradecimiento infinito, pero en el 2.003 los buenos oficios de Piqué no le salvaban de cumplir su condena sin tercer grado a pesar de sus 71 años. Quizá el ex amigo y viejo Pujol no le perdonara su paso por Fondiberia, Fondo de Inversión Mobiliaria. O su antiguo abogado, Piqué Vidal, no obtenía los favores para su gente, retirado el Honorable de la política.
En el 82, Juan Piqué y Javier de la Rosa, se frotarían las manos, los millones y el poder político, como siempre fue y debía continuar, encajaban, atracción ineludible. Los socialistas asustarían pero se les “convencía” (primera experiencia Narcís Serra y su Ayuntamiento), y un nuevo maná se cernía sobre el Bufete, las “transferencias de competencias a la Generalitat desde Madrid”. Cada “una”, un edificio, y cada edificio se llenaría de presupuestos, obras públicas, contratos, y poder, mucho Poder, recalificaciones de terrenos, subvenciones, cargos a amigos, infinitos cargos. Sus sesenta y un abogados fijos, y fluctuantes “becarios” (sus clases en la Universidad un filón), se completaron con la asociación al poderoso bufete madrileño, Oscar Alzaga, formando el conglomerado de bufetes Iberforo con varios esparcidos por toda España. Con razón los abogados, con conocimiento directo, preguntándoles de mosca cojonera, se hacen el loco, o sueltan incoherencias y tópicos sin sentido mesándose el cabello. “Yo no presentaría esa denuncia”, me decía uno refiriéndose a los pisos de los magistrados escriturados en el 2003, “olvídalo, han pasado 25 años”. Los corruptos pretenden que sus víctimas se olviden, y no perdonan las pataletas.
A Javier le supondría un disgusto desempolvar su pobre catalán, pero París bien vale una misa, y de esas él tenía a miles. Su nuevo socio enarbolaba las cuatro barras y él se afiliaría a sus huestes. O si no se afiliaba, ni falta hacía, se hermanaría a lo árabe kuwaití, “tanto para ti y tanto para mí”.

1982 se inicia con la lectura del auto de fecha 4-12-81, n. de Registro: 148/81, del Tribunal Constitucional sobre el Tribunal compuesto expresamente para el Caso Consorcio. Me ahorraré el dolor de cabeza y la sensación de simple paria incapaz de entender las decisiones o la simple redacción de tan elevadas mentes, además de la seguridad de que mis pocos lectores se aburran y desistan continuar, y trasladaré solo una parte de las escasas tres hojas, aunque lo adecuado sería transcribir todos los escritos anexos.
“II, Fundamentos jurídicos. 2. A juicio de este Tribunal, sin embargo, no existen razones para acceder a lo solicitado, ya que la suspensión del acto impugnado no comporta ningún efecto beneficioso para el recurrente ni su denegación haría perder al amparo su finalidad.
En efecto, por lo que se refiere al contenido concreto del acto impugnado, la suspensión de la providencia no conduciría inmediatamente al examen de la apelación por un Tribunal compuesto de forma distinta, sino más bien a la suspensión de la tramitación del recurso de apelación, con lo que el recurrente permanecería en la misma situación provisional de procesado y en prisión. Y si lo que se pretende es que el Tribunal se constituya de forma distinta en actuaciones futuras, ello no puede conseguirse directamente mediante la suspensión de la providencia que establece una determinada composición para una concreta actuación. En definitiva, lo que la suspensión solicitada generaría es una situación de incertidumbre hasta que el Tribunal Constitucional se pronunciara sobre el fondo, pues declarar provisionalmente incorrecta una composición no equivale a declarar provisionalmente correcta otra.”
Ni Salomón partiría mejor un niño a favor de una de las madres. El Sistema, generado en las Universidades franquistas, obligaba girar en torno de su propio ombligo. A la simple corrupción se la añadía la perversidad intelectual. Peor lo del Supremo.

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La carta fechada en Barcelona, 7 de mayo de 1982, al año y diez meses de prisión, ponía fin a la “defensa” de Luis Pascual Estevill.

“Distinguido amigo:
Ratificando lo hablado contigo esta mañana te confirmo el abandono por mi parte de la defensa que me tenías encomendada en el procedimiento que contra ti y otros se sigue mediante el Sumario 9/80, procedente del Juzgado de Instrucción nº. 4 de Barcelona, y por tanto de todas sus instancias.
Próximamente (sin acento en el original) te remitiré la minuta de honorarios y consiguiente liquidación de las sumas percibidas como provisión de fondos.
Un cordial saludo,
Fdo: Dr. Luis Pascual Estevill”

Muy legal el Doctor en Derecho, anunciaba la liquidación. Muchas veces en los últimos veinticinco años he tropezado con una de las muchas fotocopias de la carta, y jamás con la liquidación, parte sustancial de la rotura. Las letras de la venta de la discoteca Charly Max no se liquidarían, ni justificadas, como no apareció el sumario entero cuando lo pretendí a través del nuevo abogado Gonzalo Quintero Olivares.
La pataleta final, de pié en los pasillos entre cancelas, demostraría la sangre fría de toda mi vida. Alterarse mala política. “A mí me hace eso, y lo mato, me repetía Juan de Suministros”. Por semejante sinvergüenza no cumpliría treinta años de condena.
La guerra contra mi abogado se había iniciado unos meses antes, primero pidiéndole dinero, y contra la cantinela de los recursos al Supremo condicionando nuestra libertad, sin condicionar legalmente, y cansado de oírle a Eduardo Soler Fisas lo de “es un caso político”, se imponía actuar. Y Ana insistiendo; “en todo esto hay más que terrenos, los abogados están conchabados, son un club de íntimos”. Decidimos enviar un abogado a Madrid, a consultar. Y sorpresa terrible, no existía recurso alguno. Un año de engaños. ¡Mi cliente que se joda en la cárcel!, por idiota, ignorante e ingenuo, embistiendo contra la gente más poderosa de Barcelona. Una verdadera cloaca profesional.
Dos titulares de un año después me crearon más confusión, sin duda de la propia fábrica de confusiones y casualidades. El 17 de febrero de 1983 El País publicaba; “El Tribunal Supremo considera que el fraude del Consorcio de la Zona Franca debe juzgarse en Barcelona”, y el día 4 de Marzo de 1983, “Una encargada de la limpieza en el Supremo tiró a la basura parte del sumario de la Zona Franca”. En negrita la patochada de “no fue un atentado”, y rehecho pegando trocitos. ¡Acojonante!. Quizá alguien temiendo que Del Barco lanzara otros abogados, lo rehecho no fueran los trocitos sino los propios recursos. Otra genialidad culpar a una señora de la limpieza. ¿Los remitió el Juzgado de Barcelona al Supremo?, más nebulosa, e imposible enfrentarse a la pirámide funcionarial, y si Antonio de la Rosa se paseaba por Barcelona, burlando su “busca y captura”, ¿por qué no la desaparición de uno de las decenas de recursos?.
Al problema del abogado se añadía la compleja y crítica situación de La Modelo, hacia los 2.600 individuos. Huelgas, motines, palizas, auto lesiones, muertos, abundantes muertos, y el SIDA, aún no definido, incubándose en tantos desgraciados atrapados por la desconocida heroína. La tuberculosis resucitaba, la hepatitis y el herpes hacían estragos, y abundaban las simples purgaciones. El aislamiento entre cancelas insuficiente, y si las llamadas normas para el traslado a la 7ª Galería, para los de la 2ª cancela y patio exterior, no me alcanzaban, encajé gracias a los buenos oficios de Pilar Pato. Cuatro en una celda amplia, limpia por recién pintada. De los motines, auto lesiones en masa, peleas diarias, el tráfico de drogas y sus consecuencias, me enteraba al minuto atendiendo a los heridos antes de la llegada de las ambulancias del Clínico, o esperando un médico. “Marca en los pinchazos un redondel con este rotulador”. Uno llevaba veinticinco.
Ya en la Séptima, adelantado 1982, dos años en prisión, ascendí el definitivo enchufe, ordenanza de Doña Pilar Pato. No sin antes casi ahogarme en la tormenta creada por mi “ascenso”. Don Daniel hecho un basilisco, “no lo permitiré”, “nunca estas cosas se han hecho a espaldas de los funcionarios”, “además me ha demostrado usted (siempre me trató de usted) un fondo tortuoso, sin decirme nada...”, o algo así, y para remate, “¿cuánto le ha pagado a Doña Pilar?, y no me diga que de repente se ha enamorado de usted”. Salió disparado a la Dirección. Lleno de ira ni quiso oír mi argumentación sobre mi futuro después de condenado, ni menos merecerme “algo mejor”. Contraproducente el intento de reblandecer el corazón de alguien que asistió a la ejecución por garrote vil de Puig Antich y varias decenas de años de funcionario en las cárceles franquistas. Temblé. Don Daniel y el Administrador, piezas fundamentales en la Prisión. Sus años de servicio, contable público, decía, le convertía en gran vestal.
Por lo visto Doña Pilar Pato pesaba más. ¿Se anteponían las concesiones penitenciarias a los suministros?. Las dos ramas de los negocios de la cárcel tenían su peso específico. Se confirmaba la capacidad operativa de la “criminóloga” enviando, en connivencia con un médico, a otro compañero de Suministros, otro Juan condenado a veinte años, al Hospital de Santa Coloma. “¿Porqué al Hospital de Santa Coloma le pregunté a Juan?”. “!Joder, porque la valla es baja y apenas hay vigilancia!”.
Allí ya ejercía de “ordenanza” mi compañero de frontón, el joven Camacho. Según su versión salvó la vida a un funcionario en la fuga de los 45 por el túnel bajo el estropeado ascensor de la enfermería. Un funcionario descubrió la cola ante el butrón y lo secuestraron. “Querían cargárselo y yo le salvé”. A la larga dudé de su versión. Alguna razón tendría su gran enchufe ante una condena por 98 atracos, y una fuga anterior. Un gran compañero. Él a su rollo, y yo al mío, decía.
“Ana vete a ver al catedrático Francisco Fernández de Villavicencio, profesor mío en el Instituto Bancario, y me he entrevistado con él en un par de veces por cuestiones de su profesión, le creo un hombre decente”. Recomendó a Gonzalo Quintero Olivares. A los doce años de la consulta, y la elección tampoco fue para dar saltos de alegría, conocidas sus implicaciones en el mundo político, mi decisión se ennegreció. Que a la salida de la cárcel le pidiera a Quintero el abultado sumario y me contestara que por toda entrega Pascual le diera un resumen escrito a máquina de lo actuado y dos tomos de los treinta, no cuadra con ninguna ética profesional. En cuanto a Fernández de Villavicencio tampoco el futuro me tranquilizaría. Pasaría otro año en la cárcel, y más minutas.
Los disparates del funcionamiento de la Justicia, ni mucho menos se centraban en los del Consorcio, no éramos el eje, formábamos parte de algo que es una injusticia llamarla Justicia. Achacarlo al franquismo (muerto el Dictador hacía siete años) olvidando que la administraban unos funcionarios con poder absoluto es como achacar a Hitler todas las atrocidades de los campos de exterminio, y créanme, tenía cierta semejanza.
Uno de mis amiguetes, preventivo cuatro años, había robado en una torre. Sin abogado, o ni sabía quien. Envié a un abogado al Juzgado de Villanueva y Geltrú. Cuatro años sin juzgar, y se hubiera pasado la vida. Un incendio lo pulverizó todo. No existían, ni el caso, ni el preso. Aún guardo la carta agradecimiento desde su pueblo de Castilla. Una larga lista. Si en principio me encogía de hombros cuando alguien, muchos, se proclamaban “inocentes”, con el tiempo me convencí de muy probable. Otra versión del sumario perdido en la papelera del Supremo.

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1983. Los socialistas en el Poder. Jordi Pujol en la Generalitat desde 1980, estructurando la incipiente Institución, y su futuro, pendiendo de su pasado como banquero. En Barcelona los medios financieros hablan de la Banca Catalana, y en la cárcel de la reforma del Código Penal. Similar a cada fusión bancaria, pasteleos madrileños entre el Banco de España y quien pudiera absorber sin crear un doble problema. El muerto se lo rifaban, según la prensa, entre la Caixa y el Banco de Vizcaya. La verdad de esas historias la crea la realidad, se fusionó con el Banco de Vizcaya. Me fastidiaba porque el único descuento de efectos, proveniente de la fusión del Banco de Gerona con la Catalana, y un interventor amigo por compañero en la Caja Cooperativa, se vendría abajo. Mis temores no se cumplirían, pero eran lógicos. Indispensable un banco que con un “papelito”, llamado letra, te abonara dinero.
Si de antes del 80, el Honorable recién instalado en el Palacio de la Generalitat ya se relacionaba con Piqué Vidal, la fusión íntima se crea con la toma de conciencia que la Política, que ha dinamitado su “pirámide”, la Banca Catalana, con Miguel Boyer y sus rumores o anuncios provocando colas de acreedores con un talón en las manos, intenta dinamitarlo enviándolo de nuevo a prisión, como Franco por cantar y extender la “senyera” en el Palacio de la Música. Un romántico gesto, reprimido dictatorialmente, y rentabilizado a lo Pujol.
Citando al ex secretario de Piqué Vidal, Antoni Piñol, en su libro “La toga manchada de Piqué Vidal”, 1998, Piqué Vidal se apropió del éxito de la defensa, exonerado por razones netamente políticas, oscureciendo la presencia en el equipo de los prestigiosos, Miquel Casals Colldecarrera, catedrático de Procesal, Juan Córdoba Roda, de Penal, y Juan Vives Rodríguez de Hinojosa, con cargo y peso específico en FECSA”. Y para nuestra historia, Vives se repetirá con Piqué Vidal y Pascual Estevill, en las extorsiones, y en la de los ejecutivos del Banco Vitalicio de España y el presidente del Banco Central, Escámez, los billetes salieron de 50 en 50 millones de la Caja B, dinero negro, de FECSA. Dinero negro creado a base de los recibos de la luz pagados a un práctico monopolio, recaudador de impuestos, controlado por Hacienda, y en la órbita del Banco Central.
El libro del ex secretario, corto pero necesario para entender la Barcelona de los últimos veinticinco años.
Artículo III.- A la sombra del poder.- Las ventajas y sustanciosa rentabilidad que Piqué obtuvo con la defensa de Pujol no tardaron en revelarse como el auténtico punto de apoyo que, bien estructurado por el penalista, sostuvo con firmeza la meteórica carrera que éste inició a partir de aquel momento. Por supuesto que era bastante conocido cuando acaeció lo de Banca Catalana, pero es que de ser un abogado relevante a convertirse en la toga de oro más rutilante y solicitado, va mucha diferencia. Empezó a crear sociedades y empresas propias de todo tipo y con unos objetivos sociales que eran de lo más variopinto, cuando no incluso contradictorios entre sí; empresas y sociedades, avaladas por el superfamoso abogado que había “salvado” de la ignominia al presidente de la Generalitat, arrancaron y marcharon viento en popa desde el momento de su creación.
Y sigue con asociaciones con el guardia civil Sebastián Martínez Ferraté, más los habituales policías, para crear una red de información perfecta, el Chek Ink futuro con De la Rosa dirigido por el policía Francisco Álvarez, condenado por asesinato en los GAL. Y para trabajos de artesanía, Detectives Aarón. Y una agencia de “Imagen” con Federico Gallo, que entre otras bajezas escribiría un libro con Pedro Baret, atribuyéndome la “compra de su cabeza” en la cárcel por un millón de pesetas. Baret supuesto líder de “izquierdas” en los últimos motines, me situaba en la reacción. Se esfumaba una buena amistad creada compartiendo las comidas y miserias del lugar.
Habla el ex secretario que ya en los 80 Piqué Vidal se hallaba en la cresta de la fama, y hacía aparecer y desaparecer, como el Guadiana, dice, al padre de Javier de la Rosa. Si para mí, sin dudas, era el abogado creador de la ficción de los “terrenos inexistentes”, al alimón con Javier, para contabilizar los talones llevándose el dinero a espuertas, se presentó, leído Piñol, como el “capo di tuti li capi” de los distintos entramados por donde se evaporaron miles de millones o billones de pesetas, y como me añadían otros abogados, una fábrica de “gente en la cárcel”, o “entrando y saliendo a su conveniencia”. Los clientes durante décadas agradecidos a su abogado, inconscientes de los hilos de la puchinela, donde defensor, acusador, juez y tribunales, formaban la misma voluntad sin conciencia. Minutas, en negro, sobornos y chantajes, se barajaban con entrar o no en la cárcel, salir en meses o años, un simple permiso, o un Tercer Grado. El Código Penal, el pretexto y referencia, con las falsificaciones y estafas se eterniza el proceso, y entrar, un poco o mucho en la cárcel, con o sin fianza, y ser condenado a un año y medio, sin prisión, o veintiocho como a Bruna, depende del pago u otros oscuros motivos. Me decía la última vez Bruna a tenor de mis artículos en el semanario El Triangle; “Yo ya no quiero reivindicar nada, a mis ochenta años solo quiero olvidar, que ni se me cite”. A mí la memoria me estalla, y si la fama de las “hazañas” de los que fabricaron mi desgracia, me lo permite, ampliaré esas “hazañas”, si mis fuerzas dan sí. Cada repetición escribiendo, cada línea leída, cada pregunta esconde una maldad, ya no existen las casualidades, los caminos conducen a las tres o cuatro plantas del edificio de Diagonal 612 donde se amontonan decenas de abogados, asociaciones y sociedades. Definido vulgarmente, mafia, mucha mafia, Tapadera de sí misma, y amalgamada con el “mundo oficial”. Así se entiende la expresión del “capo”, en su última detención por blanqueo, y le sale del alma que colaborará con la Justicia “como siempre”. Traducido al caso Consorcio, encontrará a quien meter en la cárcel por sí y encubriendo a sus “socios de partida”.
Si en algo se parecían Javier, salvada la diferencia de edad, dieciséis años, a Juan Piqué Vidal, además de la hiperactividad, ambición convertida en adicción enfermiza, y total entrega a sus “despachos”, era en la soberbia a tenor del trato a sus empleados, indiferencia a los inferiores, y de “idiotas” a sus secretarios. Los jesuitas o el Opus excitarían su superioridad. Con una diferencia entre ambos, el manejo de la humildad y simpatía en Piqué si las circunstancias y nivel de la otra parte lo aconsejaban. Un pecado, el de soberbia, que sobresalió en Pascual Estevill extorsionando con saña, faltándole la virtud del fanatismo laboral, demostrado en las muchas horas de ruleta.
Por si fuera poco las docenas de abogados, los bufetes “asociados”, los jueces de inquilinos, los secretarios judiciales comprados, Javier de la Rosa cubriendo cualquier desastre financiero, la emergente Generalitat, y los policías de guardaespaldas y formando parte de sus guiones, contrataría en 1988 al Delegado de Hacienda en Barcelona Ramón Lanau y el abogado del Estado, jefe de la Delegación, Ginés Marfá. El futuro demostraría que el sustituto en 1989 de Lanau, José M. Huguet Torremadé, formaba parte de Piqué desde años atrás.

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Si hasta 1983, ninguna publicación asoció al hijo de Antonio de la Rosa con el desfalco del Consorcio apareciendo el Banco Garriga Nogués en infinidad de talones, los hijos empleados, y Del Barco reclamando la atención con la documentación aportada por el Consorcio ligándole a la ejecución de casi todas las llamadas “operaciones” de la Entidad, y hasta confesando que se le ofreció financiación para el pago de los terrenos, lo que apoyaba con la clasificación bancaria otorgada por el Banco a sus negocios con “mal informe comercial y financiero”, solo tenía una lectura, el perfecto control mediático, donde no faltaron además de mucho dinero, amenazas. El director de la agencia del Banco Garriga, aleccionado como todos los declarantes, citado por mis escritos al juzgado, declaró que el descuento de letras lo concedió por sus poderes sin intervención alguna de su superior De la Rosa. Total, peor, sin la clasificación, la inquina de los De la Rosa, y la sensación buscada de mis oscuras relaciones con ellos.
Lo que el Honorable Pujol definiría “el perfecto oasis frente a la tumultuosa Madrid” funcionaba como “una basa d´oli” desde siempre. A los veinticinco años intentando rellenar la secuencia de los hechos, ni para biografías, semi hagiografías, e infinitos artículos de prensa, el 83 no existe para Javier de la Rosa. Hasta la publicidad del Banco desaparece. Un año en blanco, de éxito, sin duda, pues las cifras del Garriga siguen creciendo, como los saldos deudores de sus muchos negocios. El crac de la Catalana no le afectará, él se halla a cubierto por el mayor Banco del país, a pesar de que las malas prácticas bancarias, pago en negro de intereses, tanto en la captación de dinero como en los créditos, se dan más allá de toda competencia, y a voz en grito.
Los árabes se paseaban por Barcelona. Mil millones, la cifra de una mínima “triangular”. Se ingresaban en el Banco a un titular a plazo fijo concediéndose en teoría un crédito a una empresa que pagaría una tal diferencia de intereses que hubiera asustado a cualquier inversor multinacional. Y él dominaba “empresas” que pagarán a mogollón, todos los créditos incobrables del Banco. Por lo tanto el Banco pagaba, cubriendo “cierta decencia profesional”. De algo parecido surgiría KIO, “El Fondo de Reserva para las Futuras Generaciones Kuwaitíes”, que desde Londres oteaba las mejores inversiones para los infinitos dólares que desde la subida del petróleo en 1973 se acumulaban.
De la noche a la mañana con los dólares kuwaitíes levantará, con un montón de despojos industriales, el mayor conglomerado industrial de España. No cabe duda, “el ingeniero en finanzas”, el “gran empresario modelo”, ¡cretino el Honorable!. La prensa, su deudora desde el papel a los créditos indispensables para su existencia, lo elogia sin límite y pudor, multiplicándose las grandes campañas de publicidad de sus genialidades. Cada empresa comprada, cada OPA, sus malabares y ficciones en la Bolsa, las Torres KIO con Prima Inmobiliaria SA, donde traspasó los inmuebles de Torras, canjeando acciones después de situar el valor a su conveniencia. Domina los mayores paquetes de acciones de la gran banca. Necesitará de todo el alcohol y pastillas para flotar en tanta turbulencia. El pasado no existe, y espera con los sobornos, ya materializados en el caso Consorcio y huida hacia adelante con KIO, enfrentarse a un futuro conflictivo, máxime tras la guerra del Golfo del 92, y la vuelta a Kuwait de los Al Sabat que de hecho iniciaron su derribo antes de la invasión de Saddan Hussein.
Superado el 73 y la muerte de Franco, Barcelona atraía capitales. El flujo de salida de una burguesía, sumida en la liquidación y quiebra de sus empresas, se compensaba con los extranjeros, privados comprando en las costas, y empresarios atraídos por los buenos precios de los costes de producción, donde el pago de impuestos y seguros sociales se paliaban con toda clase de trampas y corrupciones, y la mano de obra muy cualificaba, acojonada y olvidándose de las reclamaciones y huelgas de los primeros años de la Democracia. Fábricas de saldo, y modernas factorías. Liquidación de las viejas “colonias”, y los textiles sustituidos por la industria automovilística y mecánica de gran tradición histórica en la zona, proveedora de armas ligeras en las grandes guerras europeas. La futura Unión Europea, inevitable por los pactos y relación con Europa, y el anuncio de los Juegos Olímpicos, despejaban el futuro. Otro maná silencioso, el paulatino comercio de las drogas, cocaína, heroína y hachís que a tenor de los decomisos por decenas de miles de millones en los últimos años, y el evidente consumo interior, se alinearía como una de las más productivas actividades de la ciudad, con no menos de uno a dos billones de ventas anuales. Su puerto, las costas, desde Galicia, transportada como pescado o celulosa, y su directa conexión con Europa, más el perfecto engranaje financiero del dinero negro, hacían a Barcelona acreedora a la capitalidad europea del narcotráfico. Hasta la heroína de Ámsterdam, del triangulo de oro indochino, sería sustituida por la afgana comercializada por los paquistaníes a través de su red de bazares chiringuitos, o los turcos en las inmediaciones del edificio David de la calle Aribau Travesera de Gracia. Y si arruinados empresarios profundizaron en las grandes partidas de cocaína llegadas de Galicia, al poco las calles del Ensanche se llenarían de sudamericanos entregados al mayor o menudeo.

Pero en La Modelo el ambiente se pudría a marchas forzadas. Una serie de “huelgas de hambre”, donde todos comían, el nerviosismo de los presos por las promesas socialistas, materializadas en reuniones del fiscal Martínez Zato con un grupo que se autotitulaba la COPE, presos en lucha, de los terribles 76, 77 y 78, y las inhumanas condiciones interiores, provocaron varias reacciones en cadena.
Todo en revoltijo con la fuga por la panadería, un túnel tras los sacos de harina, atravesando el recinto de vigilancia y desembocando en el transformador del patio exterior, que saliendo por la puerta principal le costo a mi amigo el “Xiqui” (el “kíe” de la sexta galería monopolizador del juego) una ráfaga de metralleta. O la comida de la Navidad del 82, en una multitudinaria mesa en la sala del “vis a vis” compartida con funcionarios de guardia donde no faltó de “nada”. O el horneado en la panadería de unos sacos de langostas del criadero en la Costa Brava de unos mafiosos lioneses, de los que uno murió tiroteado desde las azoteas de enfrente.
¿A quien se le ocurriría abrir las cancelas de todas las galerías para que en la pequeña y de privilegiados 7ª galería se reunieran la COPE, en su mayoría de la cuarta, los multirreincidentes y peligrosos, con celdas de hasta diez individuos, durmiendo encima de la sucia taza de water, para con los “destinos” se consolidara la idea de una huelga general?. Todos parados, sin comer, sin trabajar. Aunar desde el condenado a un mes al de decenas de años. Los de talleres que en algún caso alimentaban a sus familias, o por lo menos subsistían en la cárcel, y los “destinos” de menor o mayor rango, sabían que la medida era disparatada, que nosotros perderíamos el estatus, y otra carga policial barrería la cárcel cargando autobuses de tíos desnudos para trasladarlos a los temidos penales, de Ocaña, Puerto de Santa María o Santoña, recordado el año 1978. La discusión duró apenas minutos, a Camacho alguien le gritó “chivato”, desenfundó las tijeras y lo mató allí mismo. Se acabó la deliberación, y mi compañero de “destino” condenado a 19 años más.
Me jugaba la vida cada día que doña Pilar me entregaba la lista de individuos a entrevistar. Camacho me libró con el baldeo (cuchillo fabricado con hierros de camastro) en mano del linchamiento arrinconado en el frontón. De sobras sabían que yo era su compañero de “destino”, y además en uno de los mejores de la cárcel que no estaba dispuesto a perder. La represión fue pareja a las reuniones de Martínez Zato. Varios funcionarios denunciados por homicidio. Ninguno condenado.
Y aumentando las desgracias, Doña Pilar, dando o tomando clases de criminología, sumando sus apuntes con los cuatro o cinco formularios de clasificación diarios, ininteligibles, y a copiar a máquina. El “enchufe” sustituyendo el del economato se convirtió en una pesadilla hasta que entregados a Ana los originales los devolvía mecanografiados al día siguiente. “Rafael, ¡que va a dar clases!, si no es abogado, ya te dije que su madre en el bar Modelo dijo que le faltaban unas asignaturas”, “pues firma la letrado jefe”, “firmará lo que quiera, pero no es abogado”, “entonces lo que transcribo son los apuntes de sus clases”. Que la criminóloga, o jefa del Equipo Técnico, fuera una vulgar funcionaria o licenciada, no añadía nada especial a unos “estudios personalizados” para clasificar a los penados proponiendo a la superioridad, que jamás la contrariaba, la libertad de un Tercer Grado o el “a viajar” con que ella definía enviar a la gente a los terribles penales. Las cartas astrales, a que tan aficionada era que tenía un preso “especialista” en la oficina exterior de Régimen, menos cabalísticas que sus opciones, con astros centrándose en el bar Modelo y Banco Guipuzcoano.
Dos hojas con enunciados en ciclostil donde cuatro líneas resumen de la sentencia, otras tantas definiendo el encuadre social del individuo, unos porcentajes en los que a mi me hacía gracia lo de la “labilidad”, “estudio psicológico” tras mostrar las manchas del test de Rochas, se remataban con la definitoria recomendación de grado y penal. Al final, la firma de la Letrado Jefe, seguida en el margen por la del director, maestro, capellán, médico, administrador y algún Jefe de Servicios, o sea, la Junta de Régimen. En el montón de expedientes en un pasillo de la oficina observé que no hacía demasiados años aún se resumía más con el capellán de proponente.
Pero de golpe desaparecerían todos los dramáticos augurios, las tensiones, las consecuencias de los motines y huelgas. Los muertos no existirían, ni el amontonamiento de sucios cuerpos, o las inyecciones de aguarrás de la enfermería y demás torturas. La reforma del artículo 503 y 504, limitando la prisión preventiva a dos años. Salomón o los Dioses del Olimpo, el Espíritu Santo, los siete sabios de Grecia, los magníficos del Derecho, tan comunes en la sacrosanta España, o los discípulos del progresismo socialista y de Pablo Iglesias se sacaron de la manga la solución de las trágicas cárceles españolas. Echar a la mitad de los presos a base de limitar la prisión preventiva, y puesto que la mayoría estaban sin juzgar, pues a la calle. Asesinos y violadores, estafadores, simples rateros o atracadores por la simple circunstancia del cómo se hallaran sus sumarios obtendrían la libertad. No menos de siete mil saldrían en un año de las cárceles españolas. Después y al unísono se aprobaron elevados presupuestos para construir más cárceles. Ni comentarios a la gran genialidad del equipo de Felipe González desactivando las incómodas prisiones. Con una “mini reforma” del Código Penal se solucionaba la grave tensión carcelaria y el progresismo se apuntaba la primera de las reformas de la tan cochambrosa, inhumana y corrupta Justicia franquista.
A los del Consorcio no les beneficiaría la reforma, el juicio se anunció para el día 15 de mayo de 1983. Que yo sepa, ningún caso de enjundia económica en España se ha cerrado el sumario a los ocho meses, y juzgado a los tres años con los reos en prisión.

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Repetiré el escrito para “El Triangle”, verano del 2005. No publicado.
LA SENTENCIA
El Juicio. Tres días de infame preguión que no aclaraba nada más que del Consorcio, dirigentes o empleados, no me conocía nadie. Natural. El Tribunal no me inspiraba ninguna tranquilidad, aun ignorando lo que después de veinte años conozco sobre ellos. De hecho ya me condenaron reteniéndome tres años en prisión. Me condenarían a los doce años. Lo tenía tan asumido que todo mi esfuerzo se centraba en convencer a Pilar Pato, jefa del Servicio Técnico de La Modelo, para quien ejercía de ordenanza... y desde luego la tenía perfectamente “convencida” para un “tercer grado”.
Los excelentísimos, Don José Luis Barrera Cogollos, actual presidente de la Audiencia, Don Adolfo Fernández Oubiña, colaborando en el Bufete Piqué Vidal, y Don Alfonso Hernández Pardo, Presidente de la Audiencia, autonombrado para este solo caso y juicio, un buen trío...
Un abogado con cuarenta años de ejercicio afirma que nunca se encontró ante la tesitura de pagar a un juez, o que éste se ofreciera. Como la mayoría, un hombre decente. Es poco probable que se muestren tan descaradamente. La mecánica es muy otra. Alrededor de cada poder se crea una corte, entre profesionales o arribistas, y por ósmosis se amalgaman ambiciones. Un buen y efectivo corrupto o tiene su red de bufetes, o un bufete su red de corruptos en Judicatura. “Ese abogado que me dices...no llegaría a millonario ejerciendo la abogacía...ni siquiera montaría un gran bufete...”. Sin adentrarnos en las debilidades humanas con niveles de dominio sobre quien ejerce poder. Innecesario el beso siciliano, con “entregas circunstanciales” nos encontramos desde juezas que demoran el caso Estevill porque no tiene espacio en sus estanterías, Remei Bona, o el célebre Miguel Moreiras que durante cinco años no encuentra delitos en De la Rosa, a quienes esperan impacientes un buen caso debidamente canalizado para “pegar el pelotazo” que le arregle de por vida su economía.
Y son tantos los casos no ya de simple corrupción, desidia y hasta excentricidades, que el CGPJ anunció hace un par de años la creación de un departamento de evaluación siquiátrica. El Poder no solamente corrompe, altera las neuronas, y en España proviene de la impunidad del fondo de los siglos y las pequeñas reformas legales no han incidido más allá de imponer cierta prudencia y cortar los usos contra los derechos humanos más elementales. Valoración de las pruebas, segunda instancia, la Fiscalía dependiente de la Ley y el Estado, independiente del Gobierno de turno, oral sobre escrito, con el juego de la eternización, control democrático, ni Sala Soberana ni poder personal, el juez o técnico en Derecho un arbitro nunca una estrella. Hablar de jurado, aun mixto, levanta ampollas. Todo el mundo civilizado está en un error, los países más civilizados circulan contra dirección. La Justicia ha de seguir perteneciendo a los profesionales, sin intromisiones.
La Audiencia barcelonesa, dirigida con puño de hierro franquista por su Excelencia Alfonso Hernández Pardo, que lo mismo aparece con boina, que en el Ritz celebrando el Premio Planeta con su mujer luciendo pedruscos y acompañados por Estevill, acumulaba todo un historial, olvidándonos el franquismo en el que merecería un Nurenberg. Cosechó los fracasos de los célebres casos Bultó, de la Cros SA, y Joaquin Viola Sauret, ex alcalde de Barcelona, o el incendio con muertes del cabaret La Escala, cerrándose a las denuncias de tortura con que la Policía obtenía confesiones, demostrando ante el Tribunal de Derechos Humanos de Estrasburgo la terrible perversión y absurdo de una Justicia con pruebas arbitrarias y la mecánica del Sistema ajustado por siglos al albedrío de sus funcionarios, solo responsables ante el Poder de la eterna Dictadura. Testigos profesionales esperando sentados en el pasillo las mil pesetas y los secretarios extrayendo las cinco mil del escrito. Los jueces boquiabiertos por las sentencias del Tribunal de Derechos Humanos de Estrasburgo. Juicios nulos después de años de cárcel. Atónitos, pero sin inmutarse. Ellos como los de Hitler cumplían con la Ley. La aplicaban por sus santos cojones, el Espíritu Santo, y el totalitarismo del desacato. ¿Cuántos aplicaron la Ley de Vagos y Maleantes, la Peligrosidad Social, a simples maricas?. Se impuso el mínimo de que no juzga quien ordena la prisión o la ratifica en recurso, y se limita la prisión preventiva que otorgaba al simple Juez de Instrucción cárcel sin límite, y que se RAZONARA el auto de prisión. Un país donde hasta entonces en ningún tiempo NADIE PREVARICÓ. Todos los casos descalificarían cuando no condenarían a todo el Sistema. Y los jueces revolcados por Estrasburgo siguieron en su machito y escalando en la nefasta pirámide funcionarial. La Justicia, sus funcionarios, consuman linchamientos encabezados por la Policía, u otros funcionarios, al dictado de algarabías bien orquestadas.
Alguien, quizá el mismo Bufete, ante las masivas denuncias a Estrasburgo, Tribunal de Derechos Humanos, vinculantes sus sentencias, decidió condenarnos a Serena y a mi a lo pasado en prisión. Ningún tribunal que evaluara las pruebas por las que se nos encarceló nos condenaría, y menos revisando todo el proceso. Sabíamos la procedencia ilícita de los dineros de De la Rosa, ¿porqué lo sabíamos?, por las declaraciones de dos señoritas y un chofer del Consorcio afirmando éramos íntimos. “Una intimidad” prefabricada. Y cabe repetir el informe de la Brigada Regional de la Policía Judicial del 31-10-80; “....pese a la multitud de personas con las que se ha hablado, no se ha encontrado ninguna prueba, o siquiera indicio....”. Si nos soltaban no habría recurso, ni denuncia a Estrasburgo, la ONU aun tardaría muchos años en condenar a España por no cumplir sus compromisos en cuanto a la “Carta de los Derechos Humanos” y la obligación de la segunda instancia, pero como contestaría el nefasto Manuel Jiménez de Parga presidente del Constitucional, el dictamen y condena de la ONU no vinculaba a la soberana España. ¿Para qué se firman en teoría grandes acuerdos internacionales si ni de lejos se cumplen ni piensan cumplirse?. Ningún tribunal de Derechos Humanos aceptaría, primero que la misma Sala condenara antes del juicio (“contaminada” sentenciaron en infinidad de casos) ratificando la prisión de los detenidos, después los nombramientos “especiales”, y encima probando lo que no se podía probar porque no existió, “yo no conocía la procedencia del dinero de Antonio de la Rosa”, ni siquiera a él cuando se cometió el desfalco, como hubiera demostrado si en lugar de achacarme antecedentes policiales, dos pequeños talones devueltos en 1977, que se hubieran pagado inmerso en una autoría o encubrimiento de diez mil millones, hubieran investigado sin sobornos, o defendido con decencia. Nadie de los miles de mangantes del Viejo Régimen, o del nuevo, pregonan la procedencia de su dinero, y muy común que abogados del Estado, Notarios, Jueces, Registradores de la Propiedad, Inspectores de Hacienda, y demás caterva, fueran ricos o riquísimos con fincas o yates.
Para redactar la condena bastaría una reunión en el Bufete Piqué Vidal, él por los De la Rosa, ausente jurídicamente el padre y salvados los hijos, aunque posibles asistentes, si nos atenemos a lo declarado por Odena, otra víctima de los mismos delincuentes, según la denuncia del abogado Obregón en 1991, el magistrado Adolfo Fernández Oubiña, habitual en el Bufete, por la Sala juzgadora, y demás defensores “amiguísimos”, con la acusación representada por Rafael Jiménez de Parga. Después de redactada, buen ágape en el Vía Véneto, y a media tarde a la Coctelería Ideal Gotarda...todo pagado por Javier de la Rosa... léase por el Banco Garriga...las señoritas... cada uno la suya... Y esta fantasía tiene toda su tétrica realidad si nos atenemos también a las declaraciones de un fiscal que atribuía al bufete Piqué macroatestados policiales presentados por Estafas a los juzgados. Hubieran podido crear más perversidad, la hubo en infinidad de casos, con abundantes torturas, pero su conciencia impune les dictaba el suficiente. Celebrarían el desfalco más limpio de la historia de España hasta el momento, un año después lo multiplicaban por diez con la quiebra del Banco Garriga Nogués, de la que también exonerado De la Rosa con un arbitraje cuyos “jueces” Juan Piqué Vidal, Rafael Jiménez de Parga y Pérez Escolar, un hombre de Mario Conde entonces, y juez en el franquismo. A Piqué le gustaba actuar de componedor, hasta que en el 92 la sociedad ETIC le pide 175 millones por un arbitraje cuando se demuestra que además era actor por abogados interpuestos y hasta quien “audita las cuentas” Audiec, está presidida por Francisco de Quinto, perteneciente al Bufete.
Cuando a los cinco días de los tres del juicio, con la extraña presencia del despedido Pascual Estevill enfundado en negro, con inaudita rapidez redactando ochenta páginas de sentencia (cien abogados en el Bufete dan mucho de sí trabajando a destajo) se me abrieron las puertas de la prisión...esperando la condena a doce años pedidos... le dije a Ana que directos a Madrid...alejarme de Barcelona.
Ya libre no recurriría al Supremo, un simple recurso ratificando la sentencia como ajustada a derecho, donde el “queda probado” de la Soberana Sala “auto de fe” incuestionable, y que encima ya había desaparecido la documentación en un recurso, o al Constitucional que decidió sobre los nombramientos especiales con un galimatías leguleyo.
El sábado siguiente en Informe Semanal, el programa de más audiencia entonces, nos dedicaron un apartado. Me vi esposado entrando a la Sala. Desde entonces no me plantearía jamás pesimismos absolutos. La relatividad de los caprichos y perversiones humanas no dictaría mi vida, y por el momento solo había un problema, mi destrozada economía, mis negocios endeudados y perdiendo dinero, la losa familiar, y un juicio pendiente de mis promociones inmobiliarias. De plantearme un tercer grado, negociado, a luchar por la “vida”. Y a mis cuarenta y tres años lejos de sentirme derrotado, alguien debía pagar el destrozo. La banca... lanzándome a ello...tres maravillosos años en Madrid, resarciéndome, aunque lo pagara caro.

Ese escrito, para un artículo de página entera, se queda tan corto que debo continuar escribiendo pero sin amontonar tanto de que pensar sobre tan singulares personajes. Hace unos días leí que Informe Semanal repasaría la Historia de España desde la muerte de Franco. Versiones, y más versiones, ¿y la verdad sobre tanto individuo machacado?.
En la sentencia no utilizaron la “Íntima Convicción”, tan socorrida antaño. Dieron por probado que sabíamos la procedencia ilícita del dinero. Sería por “Íntima Convicción”, inducida, porque pruebas, que alguien de mediana decencia aceptara en un juicio justo, ninguna. En su prurito democrático ya no utilizaron lo de “Falsedad Ideológica” usado por el Juez de Instrucción. ¿A cuantos condenaron inmersos en la filosofía fascista de la Justicia por Íntima Convicción y Falsedad Ideológica?. Dignos sucesores de la Inquisición. Y la condena cumplida antes de ser juzgado, y por tanto antes de dictarse la sentencia. Y uno de los jueces, Barrera Cogollos, en sus blasones alardearía de su lucha por los Derechos Humanos bajo el Franquismo. Lo encontraremos más adelante.
Leer el artículo 741 de la Ley de Enjuiciamiento Criminal pone los pelos de punta; “El mínimo de actividad probatoria sobre las que montar sus conclusiones, haciendo uso de la SOBERANIA que le asiste para su apreciación en CONCIENCIA…”. Tan abstracto como la Cábala y la Saria. Cuanta arbitrariedad se daría que el Tribunal Constitucional en el 303/93 sentenció, “Tiene necesariamente que operar como freno ante el riesgo derivado de un desmedido arbitrio judicial, si la Íntima Convicción tuviera su raíz en meras valoraciones subjetivas sin los indispensables y suficientes apoyos que la abonasen”. Figurarse a jueces como Pascual manejar esa abstracción produce escalofríos. ¡Pascual parte de una SOBERANÍA!. ¡Unos SOBERANOS que no solo reinan sino que gobiernan la vida y hacienda de sus súbditos!. Por suerte para el Sistema esos súbditos ignoran su existencia, desmedido poder y mala conciencia, hasta que les arrollan. Si su Excelencia Hernández Pardo actuaba en el 80 como si la Constitución no existiera, en el 2000 tampoco parecen claros los conceptos de sus “excelencias”, aunque más bien los errados somos las víctimas por creernos los cuentos de hadas y el Belén.

23

En los sesenta, Piqué Vidal, licenciado en Derecho en 1958, de familia no tan modesta como él propagaba (una tienda de ultramarinos en el Poble Sec que dio para tres hijos con dos carreras), no pasaba de ser un penalista del triste lumpen de la ciudad. Poco quehacer tenía un abogado sino pedir clemencia por el desgraciado caído en las garras de la policía franquista, donde el “hábilmente interrogado”, “molido a palos”, era la norma. Entre el prepotente fiscal, y los soberanos jueces poca defensa cabía. Los casos se resolvían en la instrucción, y los “delincuentes” pasaban su condena como “preventivos”. Aprendió pronto que el abogado debía tener más peso en la estructura judicial que florilegios verbales. Aprovecha, y eleva el nivel social de sus clientes pasando años de profesor adjunto en la Universidad, y pasa de repartir tristes sobornos de unos miles de pesetas entre las hojas del obligado escrito, a ser el “hombre del maletín” con clientes de la clase empresarial. El siguiente paso traspasar su base y conocimientos judiciales a las actividades financieras. El negocio de las quiebras, o mejor, el aprovechamiento de los bienes “residuales” o de los inculpados. Indiscutible habilidad y actividad frenética, y en los primeros 80 suma un importantísimo patrimonio camuflado en docenas de sociedades, y un bufete donde los efectivos directos no bajaban de cien letrados, y cuatro plantas en propiedad del edificio en la Avenida Diagonal n. 612, en cientos de sus escrituras del Generalísimo Franco. Así pues, el orgullo del éxito plenamente justificado. El modo, la forma, la ética y la moral, no tanto.
Si el Consorcio de la Zona Franca, dispara el Banco Garriga Nogués y a su director, Javier de la Rosa, también cuantifica a Juan Piqué Vidal, que aun contando con una docena de abogados y dos socios, Ramón Pou Serradell y Juan Manuel Rosy, había fundado el Instituto de Especialidades Jurídicas, sin demasiadas pretensiones, según cuenta su ex secretario, y ya relacionado con el “mandamás” de Banca Catalana. Los primeros setenta. Una lástima la reseña biográfica de Piñol, demostrando con su silencio, al no contar particularidades del Caso Consorcio, la prudencia de Piqué sin la mínima confidencia a quien le serviría durante dieciséis años. Consideraría que sabía demasiado y en el 94 95 inicia el derribo, el “mobing”, de su secretario.
Tampoco cuenta, por no vividas, verdaderas penalidades financieras a mediados de los setenta solucionadas a través de los enjuagues con Javier de la Rosa. Aun con lagunas y deficiencias nos relata la acumulación de propiedades de los últimos setenta y ochenta, la transformación, entonces, del “Instituto” en “PIQUÉ ADVOCATS ASSOCIATS”, donde su omnímoda presencia lo abarca y manda todo, con acosos sexuales a las secretarias, cambiándolas con frecuencia.
Si el Caso Banca Catalana ya en el 83 le convertía en conocidísimo coordinador de la defensa del popularísimo Pujol, elevando sus minutas (cinco millones en efectivo de entrada y días para tomar la resolución de aceptar un caso), la condena de los tres encarcelados, suponía en el ámbito de entendidos que el más brillante sol de la abogacía y dueño absoluto de voluntades en la Judicatura era Juan Piqué Vidal. Los De la Rosa y su real entorno, salvados. El padre, tan fresco, solucionando el entuerto del yate a su vuelta de París, o sea paseándose por Barcelona, y aun declarando Francisco Viudes, Astilleros Viudes, que había vendido dos veces, la segunda a un árabe, no soltó palabra ni del padre ni hijo. La lección bien aprendida. En los interrogatorios quedó claro que debía ciento cincuenta millones al proceso, y tras la contestación de haber “suspendido pagos”, y anuladas más citaciones, Viudes se salió de rositas. Imposible creer que los De la Rosa y Piqué le permitieran venderse el yate. Unas vidas con muchos yates. Y lo de Javier, una filigrana, un perfecto mecano, encima víctima paterna y de sus pervertidores Del Barco y Serena.
Cola en el Bufete. Piqué se convirtió en el “solucionador”. El hombre que se iniciara con los consabidos sobornos de pacotilla entre el escrito, ascendido al “hombre del maletín” por los setenta, abandonaría esas vulgaridades para “pactar” a toda altura. Igualado a Ramón Serrano Suñer, cuñado de Franco, “desterrado al virreinato de Cataluña” más por sus escándalos de faldas en el Madrid de la posguerra que por sus amistades hitlerianas, que recusó y nombró un Tribunal a su gusto por no ajustarse a su voluntad en el famoso caso de la “Barcelona Tracción”, entregando a los March, como botín de guerra y pago, la FECSA.
Me tocó la lotería. El Emperador bajaría el dedo perdonándome la vida. Y a Madrid, a estrujarme el cerebro para solucionar el desastre creado con mis tres años de prisión. Y un recochineo por mi parte. A los cuatro días que la casualidad, en un avión, me tropieza con un ejecutivo medio del Banco Hispano Americano, antiguo asiduo del Charly Max, abro cuenta en el banco a nombre de Solares y Padrimonios SA, administrador único, figurando Antonio de la Rosa Vázquez, presidente de la Asamblea de Accionistas. Un presidente en supuesta “busca y captura” y un administrador recién salido de la cárcel, y el banquero, convencido que los 1.200 millones del muy sabido Caso Consorcio andan por mis bolsillos, me abre las puertas del Banco. Pensé que la apertura no serviría para nada, que el Banco Hispano Americano, el mejor organizado informáticamente de los bancos, donde a tiempo real se conectaba Madrid con Barcelona o toda España, repetiría lo que antaño el Banco Popular Español, cancelar la cuenta, o el Santander unos días atrás en Barcelona al visitarles para pedirles un extracto de la cuenta de Styl Group SA, los muebles. Se iniciaban mis próximos tres años, recordando a Chueca y sus aventuras bancarias con carnés falsos, y los teléfonos de contacto para la documentación. A un escaso mes me pagaban el primer talón por ventanilla, con la tarjeta de crédito, a cambio de unos “papelitos” “letras” con cargo a cuentas abiertas por mí con nombres falsos. La familia seguiría comiendo, mis tres tiendas de muebles abiertas, y Madrid ofrecía mil oportunidades. Entre ellas apunté al inmenso patrimonio de la RUMASA en proceso de “privatización” después de la expropiación, pero no se vendía nada a “desconocidos”. Un despacho en el Barrio de Salamanca, a un tiro piedra de mi querido Banco Hispano Americano, acreedor del Consorcio en más de mil millones.
En uno de los viajes a Barcelona, removiendo archivos, encuentro tres libretas de la CAIXA, Caja de Pensiones para la Vejez y de Ahorros, a nombre de sociedades donde mis poderes intactos. Inversiones Verdi, Promotora de Inmuebles Daniel, Olivia o Borja, nombre de los hijos de mis ex socios, provenientes de retenciones al conceder una hipoteca. La discusión, con varias visitas, y una al Banco de España, se centraba en la adjudicación de pisos por 400 mil pesetas, el total de la hipoteca, por impagos de los compradores. “Me devuelven pisos por el saldo... cargando los intereses...”. “Eso no se puede hacer”. “Y quedarse esos saldos como tenían asumido... tampoco... según el Banco de España han de pagar, o deberé reclamar”. Carta notarial. Mal tema una reclamación judicial al salir de prisión, y ¡contra la Caixa!. Última frase del jefe de la asesoría jurídica (tengo el nombre y día anotado en alguno de los miles de folios), “págale, es un gangster de los del Consorcio de la Zona Franca”. Un par o tres millones, ayudarían lo suyo.



































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