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jueves, 6 de noviembre de 2008

II. CAN BRIANS, 1993, "Reinserción y Rehabilitación"

II. CAN BRIANS. 1993

“Reinserción y rehabilitación”

Rafael del Barco Carreras

Tras la negativa experiencia de mi descubrimiento en la cárcel de Gerona del poder sobre los presos de psicólogos y educadores, en BRIANS tomé conciencia que ese poder abarcaba desde experimentos con premios y castigos, a redenciones, destinos, preferencias, y la soñada Libertad. Si en La Modelo entre 1980-83 no existían (2600 presos con un maestro para analfabetos y una oficinista, Pilar Pato, se cubría el expediente), en la muy diferente de 1992-93, preventivo, trabajando en Economatos no tomé conciencia de los “numerosos y complejos profesionales”. El abuso de poder de unos seres humanos sobre otros, convertidos en esclavos, es una característica humana tan antigua como la propia humanidad.

Unos doscientos cincuenta presos por módulo vigilados por abundantes funcionarios y dirigidos por “técnicos”, educadores y psicólogos, completados con psiquiatras, médicos y juristas. Y a pesar de la calidad de vida por las instalaciones, incomparables a la Modelo de 1980, el ambiente resultaba más destructivo para el preso que la anarquía, masificación, o dominio natural del débil por el fuerte, los “kíes” y “cabos de vara”. Y si añadimos las drogas legales e ilegales, se entiende que cada delincuente se convierta en una bomba de relojería que estallará traspasando a la Sociedad el resultado de otro de tantos horrores y errores del género humano. El método solo tiene una gran ventaja para el Sistema, al convertir en yonkis a la mayoría, la más agresiva, convierte la cárcel en una cuadra de dóciles corderos (más o menos, y con algún que otro estallido), pero al soltar a tan mansas ovejitas, la explosión es segura.

“Reinserción y rehabilitación”. Si la Cárcel parece un sistema insustituible para el castigo del delito, incluida la disuasión por su propia existencia, añadir inventos progresistas es sumar a la destrucción del individuo, que paulatinamente consigue la privación de libertad, la más sibilina de la vejación de unos “sabelotodo” y sus inventos. Las palabrejas inventadas por el Humanismo se convierten en otro calvario, una “pena” añadida no descrita en los códigos.

Aunque leí algunos libros de psicología, uno de mis compañeros de celda inició la carrera por la Universidad a Distancia (lo de iniciar es un decir), en ninguna de mis lecturas, novelas o ensayo, he encontrado las miles de combinaciones humanas que puede crear una relación nueva en España, 1.200 individuos, de muy diferente madre y padre, apaleados por ellos mismos y la vida, por tanto condenados, al mando y albedrío de unos centenares de “técnicos”. Desde amores a odios, o protocolos convirtiendo a los más execrables delincuentes, violadores y asesinos compulsivos, en objeto de experimentos para su rehabilitación, a terapias de grupo de risible ambiente. Y no quiero olvidarme de mi teoría particular que entre unos centenares de funcionarios, de cualquier nivel, unos 700 u 800 en BRIANS, siempre existen un mínimo de un DIEZ POR CIENTO de corruptos. Desde firmas en blanco para que el jefe decida, hasta el tráfico de drogas, consiguiendo que el Infierno se caliente, siempre próximo al estallido.

Para empezar servicio de limpieza y manualidades. La educadora confirmó mi petición de inscribirme en pinks a las órdenes de mi compañero de celda, que también lo era en La Modelo. Aparte de sentirme infantil, la toma de contacto aceptable, aunque mi primera consulta sobre permisos, posibles reglamentariamente, fue un monólogo sobre la dificultad por existir otra causa en el Supremo. El argumento de que tenía decretada la libertad, al igual que en otros casos, no cambió su criterio. La solicitud tenía pocos visos. Pude comprobar a través del más de un año de estancia en el Modulo 2 que nadie ni allí ni en el juzgado tenía las más mínimas ganas de concederme nada, aunque fuera reglamentario. Solo me cabía la esperanza de que el reglamento en sus topes máximos se cumpliría, aunque para ello, en cuanto a permisos, tuve que recurrir a la Audiencia a falta de unos meses de la posible libertad condicional por cumplidos ¾ de la condena.

Si los permisos, pedir la luna, postura normal funcionarial en cualquier concesión, lo de escribir como una actividad computable, puro chino. Las horas de encierro en la celda, más que suficientes. Otro compañero de La Modelo me consiguió la apetecible plaza de ordenanza en la enfermería. Paquetero de la enfermería. En la práctica además de los bártulos de cada uno de los enfermos, ordenanza en el ofis, repartir comida. Desde el primer momento vislumbré los inconvenientes. Me convenía uno de los trabajos más remunerados en cuanto a compensación de días de condena, pero las excentricidades de uno de los funcionarios auguraban problemas, peor que los cincuenta enfermos, entre psiquiatría y general, todos con SIDA, y terminal. Una de las tensiones con él, el reparto de la comida. Los diferentes menús por prescripción médica, sobrando por la inapetencia general, se repartían a voluntad. Imposible en su guardia, y la tensión se volvía contra el repartidor. “Pero si se van a morir…que más da”. “Han de comer lo que dice el parte de cocina firmado por el médico”. ¡Un fastidio!

Al peligroso ambiente se sumaba el apartado de mujeres donde unas diez incubaban tantas enfermedades infecciosas alentadas por el SIDA que sin demasiado disimulo dejaba las bandejas de comida en las mesas y desaparecía velozmente. “No te vayas tan pronto pureta”. A mis 53 años me parecía inconcebible cualquier relación, pero esa era mi perspectiva, pues varios de los enfermos de psiquiatría no partían de la misma premisa, y descubierto una especie de ojo de buey en los lavabos, al ceder las rejas, fruto de la mala construcción, se agenciaron largas sesiones de sexo. Una limitación, únicamente los muy delgados pasaban por el ventanuco. Se descubrió la juerga y aseguraron las rejas, pero de nuevo cedieron.

Y estalló lo inevitable. La comida. La suerte me alejaba de los comedores generales por mi destino en el ofis de la enfermería donde comía y cenaba. Tirar los platos al suelo acarrearía tanta tragedia como los motines de los 80 en la Modelo, pues aunque no se dio la extrema violencia de entonces se repartieron “primeros grados” por motín, convirtiendo la condena en otro añadido infierno.

El director general de Instituciones Penitenciarias de la Generalitat, García Clavell, pequeño de estatura pero henchido de malicia, tan contundente como los viejos franquistas (rodeó su mandato de antiguos mandos de La Modelo y de sicólogos de la Dirección General de Madrid) y su grupo de “tomtom macuts” hicieron un gran trabajo sin mejorar demasiado la cocina.

Él y su séquito entraron en el ofis de enfermería en el momento en que con mi compañero, un fornido negro, comíamos. “¿Está buena la comida?”. “Hoy si”. “¿Qué significa hoy si?”. “Pues eso…que hoy me gusta!”. Sonrió, y salió arrastrando a los más de veinte, su corte.

“BON SERVEI”, empresa creada por un pujolista para abastecer el catering de Brians, dejaría a los acreedores sin cobrar y complicaría el expediente penitenciario a un buen número de presos, minucias de la Política. García Clavell continuaría de Director General, y se le vería en el entierro del Vaquilla (un pobre yonki trasteado por los Medios hasta la náusea), donde daría otra lección de oportunismo y cara dura. Con el tiempo, caído Pujol, formaría parte del equipo del Defensor del Pueblo, el “Sindic de Greuxes”, Ribó. ¡Pobre pueblo!, defendido por un hijo de papá, riquísimo agente de bolsa en el franquismo, y por un tortuoso ex Director General de Prisiones.

Resumiendo recuerdos en cuanto a trabajos o destinos, entre los más significativos, profesor de Economía, u operario de atrezo en el teatro. Continuará.

2 comentarios:

Viviane Cantalapiedra dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Viviane Cantalapiedra dijo...
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