Rafael del Barco Carreras
Barcelona 24-08-10. Mis amargos recuerdos de años entre secuestradores y secuestrados me conducen a demasiadas ideas contracorriente e incorrectas políticamente. Pero como yo no vivo de la Política, y casi muero por la ambición de Narcís Serra, que no dudó en utilizar mis años de cárcel para sus fines político-económicos, me siento impulsado a soltar mis dudas. Y apuesto que aquella cárcel superaba en terribles condiciones a esta situación de secuestro:
- ¿Hubieran pagado por mí millones de euros y canjeado un miembro de Al Qaeda?
- ¿El despliegue y pago se debe a que eran socialistas o del entorno del alcalde Hereu, cuya mujer iba en la expedición?
- ¿Qué hacían “cooperando o de vacaciones”?
- ¿Algún español hoy se siente seguro por el Mundo?
- ¿Cuántos de los infinitos golfos que he conocido no montarían auto secuestros por ese dinero, a pesar de tratarse del “negocio delictivo” más complejo y difícil según mis conocidos profesionales del delito, aunque muy rentable?
Si para los políticos e indiscutiblemente para familia y amigos es un día feliz, para los demás la felicidad se enturbia a poco que se desmenuzan las circunstancias de la liberación, o las de cualquier secuestro en que los secuestradores hayan conseguido sus exigencias, o parte de ellas. Que lo celebren con champán, al igual que los somalíes secuestradores de los pescadores vascos, es terrible para el resto de la Humanidad, y en concreto para los españoles, aunque la Tele nos intente convencer de lo contrario con las reiterativas imágenes del terrorífico final del secuestro del autobús filipino o del ciudadano francés ejecutado. El éxito de los secuestradores multiplica secuestros y el fracaso frena o inhibe, tan de Perogrullo, que avergüenza repetirlo.
Y por si me preguntan a que “secuestrados” conocí, repito por enésima vez, a varios de los legalmente “secuestrados” por el Juez Luis Pascual Estevill y sus compinches Juan Piqué Vidal y Rafael Jiménez de Parga. Sin discusión los retenidos en prisión hasta que sus familiares pagaban ¡qué no el Estado! así se sentían y lo comentábamos. Y si ya había tratado con secuestradores, los de Quini, y otros de ETA, por los 80, fue entonces 1992-93 cuando tomé conciencia del infinito límite de la maldad humana, y en gentes que un día creí intachables ciudadanos, ¡los mejores!, y por ello los elegí de abogados.
Aquella hipocresía absoluta me conduce a un total escepticismo donde cualquier personaje de ésta y todas las complejas situaciones humanas pueden al mismo tiempo ser autores, intérpretes o hasta espectadores, y además intercambiarse.
Para más espectáculo, los liberados, dentro del guión progresista barcelonés, que conmigo ni de lejos cumplieron, declaran que los trataron bien conviviendo en la misma penosa realidad que sus secuestradores. ¿Síndrome de Estocolmo, obligada declaración, o conceptos ideológicos preestablecidos? Pueden organizar otra caravana entre vacacional y humanitaria para paliar su miseria, aunque les recomendaría colaboren, sin salir de su Ciudad, simplemente depositando envases de comida caducada dentro o junto a los contenedores de basura, y verán que rápido desaparece.
Conclusión, ignoro que clase de triunfo celebran los políticos, aunque entiendo y muy mucho el estado de ánimo de los liberados y de sus familias.
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