ROGER BERGUA, JEFE ADJUNTO DE LA INSPECCIÓN REGIONAL.
Rafael del Barco Carreras
Sesión martes 13-10-09. De bochorno. Sentí vergüenza ajena. Si De la Rosa desató risas, Bergua pena. Por un momento creí que me deleitaría con una clase magistral de camuflaje fiscal, doble contabilidad, justificación de ingresos, en fin, soy básicamente contable, y fueron temas tan habituales en mi vida que oír a un inspector jefe justificar su patrimonio bien valía aguantar otra sesión.
El fiscal aprovechó, y lo dijo, el largo fin de semana. Cargó pilas, y mucho. Se centró en el incremento de patrimonio, de “oficiales” 2 millones de pesetas en 1987 a “oficiales” “escriturados” 148 millones en 1999. Ni de lejos se justificaban con sus ingresos “oficiales”. La pieza clave el piso y plaza de garaje de Núñez y Navarro de 168 metros en la calle Doctor Roux, escriturado por tan solo 30 millones. Pasó de vivir en la popular Plaza Lesseps al selecto San Gervasio. Sin hipotecas, sin créditos, compró ese piso y la segunda residencia, sin vender las anteriores, más modestas.
Le había tocado la lotería DOS VECES. Sospeché del sistema de compra con prima de números premiados que de siempre se rumoreaba existía con base en los propios loteros (sistema que originó la venta de números de lotería premiados falsificados), pero no, e inició el desmadre. Lotería, clases privadas sobre su especialidad fiscal impartidas en el comedor de su casa en Lesseps a 150.000 pesetas por alumno, y alquileres en negro de sus segundas residencias, sin recibos, testigos ni referencia. En el 94, 8 millones al primer premio n. 49595, comprada una participación en el Mercado de Lesseps y que el banco depositario pago en efectivo sin más, ni certificaciones ni documentación alguna. Le toca la lotería y actúa al revés de cualquiera que deba justificar ingresos, blanquear. Tampoco recurrió a la en este caso socorrida Bolsa, con hincapié en que el piso lo compró barato por la crisis de entonces, y ni de lejos por “favores a Núñez y Navarro”, donde nunca en el trámite de compra se identificara inspector de Hacienda, aunque se mencionan unas letras fuera de escritura. Lo de menos el barco, de escasos 5 metros, sin amarre, se sujetaba a una boya y en invierno en el garaje.
Si ya había cargado la culpa a su subordinado Manuel Abella, del que nunca dudó, o a su jefe José María Huguet, al que contradijo asegurando consultaba y exponía cualquier eventualidad, a poco que hubiera “cuadrado” sus números fiscales, al igual que tantos cientos de miles de ciudadanos, le hubiera salido bien. Únicamente era un adjunto, correa de transmisión entre los jefes de inspección y el jefe regional Huguet. ¿Pero cómo iba a suponer un inspector jefe que un día sería él el inspeccionado porque a su Jefe Supremo Josep Borrell se le ocurriera presentarse en las primeras PRIMARIAS de la especial Democracia Española?
Corolario, se acabaron las PRIMARIAS, las primeras y las únicas, por desatar luchas fraticidas en los partidos. En España, al sucesor, en cualquier estamento, siempre lo ha elegido el Jefe, que ratificará un comité (consejo o cortes) formado y compuesto por incondicionales elegidos por el mismo Jefe (todos a sueldo), o una Guerra Civil, caso Franco. Y es de suponer, ahora, cuadren su patrimonio a sus ingresos oficiales... los inspectores de Hacienda, los jueces estilo Pascual Estevill (vivienda en c. Emancipación 8 en San Gervasio, y gran torre en primera línea de mar en Sitges, cercana al puerto deportivo donde sus amigos y socios de Hacienda disfrutan de lujosos apartamentos de Núñez y Navarro), los abogados del Estado como Antonio de la Rosa, que también perteneciera a Hacienda (400 m. en Turó Park), o sea, los abundantes similares viviendo por Doctor Roux, con veraneo en yate y apartamento en la nieve, o que el sueldo principal se lo gasten en una noche con su amante en el casino, entonces el cercano San Pere de Ribas, de donde era un habitual Pascual Estevill.
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